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  Libros  Tamara Silva Bernaschina: “La escritura, en el corto plazo, no da plata… En casa tenemos que pensar en qué comemos, ir al súper”
Libros

Tamara Silva Bernaschina: “La escritura, en el corto plazo, no da plata… En casa tenemos que pensar en qué comemos, ir al súper”

junio 25, 2025
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Hace calor Madrid y Tamara Silva Bernaschina no para estos días. Llegó de Uruguay a España hace unas semanas y ya se ha recorrido medio país, de Logroño a Valencia, sin olvidar la Feria del Libro de Madrid. No acusa el cansancio, se muestra encantada. En agosto cumple 25 años y entonces es cuando planea regresar a su casa en Montevideo, tras pasar un verano de residencias literarias enlazadas en Cataluña. “Voy a hacer una en Vil·la Joana y la otra es Finestres. Representan la oportunidad que hasta ahora no he tenido de decir: ‘Voy a escribir, nada más“, subraya. Silva nació en Minas, capital del departamento de Lavalleja; se crio en un barrio de las afueras de la ciudad, que tiene unos 60.000 habitantes. “Viví allí hasta 2015. Entonces me mudé al campo, pero al campo de verdad, en el departamento de Maldonado”, precisa.

Esa naturaleza que la rodeó en su adolescencia es central en sus trabajos. Asegura que siempre fue cuentista, desde niña bocetaba relatos para su hermana, tres años menor, llegó a crear para ella “una colección de cuentos infantiles”. Viene de una familia de maestros y los libros siempre poblaron su día a día, su casa: “Mi madre es maestra de Primaria y mis abuelas también. Mi padre lo era pero ejerció poco y trabaja en administración en la universidad. Yo aprendí a escribir antes de entrar a la escuela, porque me cuidaba mi abuela y ella daba clases particulares en casa, me enseñó a leer, a escribir…”. Ahora se ha convertido en un talento emergente de las letras uruguayas, y acaba de publicar en la editorial Páginas de Espuma Larvas, un libro de apenas 100 páginas con ocho relatos breves que inquietan, aturden y también enganchan. Es su vuelta al cuento —el género que la llevó a ganar dos premios Bartolomé Hidalgo en 2023 con Desastres naturales— tras debutar en la novela en 2024 con Temporada de ballenas, que mereció el Premio Nacional de Literatura uruguayo en la categoría de ópera prima.

Portada de 'Larvas', editado en Páginas de espuma.

“Yo vengo de una tradición de cuentistas, y me crie leyendo cuentos. Cuentos de autores rioplatenses, Filiberto Hernández, Juan Carlos Zanetti, Juan José Morosoli… Hablaban de gente que yo conocía, de una naturalidad, de narrar los espacios rurales que yo tenía cerca… Cuando yo me puse a hacer unos primeros escritos siempre acababan siendo cuentos. Nunca dije, ah, mirá, esto es una novela. La novela me requiere un esfuerzo mayor, no solo de tiempo, sino de concentración, un esfuerzo material, también, de tener el tiempo para continuarla», reflexiona con un café en la mano. Recuerda que el primer libro que pidió que le compraran fue Belleza negra, de Anna Sewell: “Es la historia un caballo que cambia de dueño y está narrado en primera persona desde la perspectiva del animal. Y la tapa era un caballo negro, como corriendo, y tenía un bordecito rojo, hermoso. Sé que lo quise por la tapa, porque era muy chiquita y todavía no sabía leer”. Ese primer capricho lector refleja su interés por lo animal. Dice que quería haber estudiado algo relacionado con la ciencia, Biología o Medicina, pero en Aiguá (la ciudad de Maldonado donde vivía) conversó y se formó con un profesor de Literatura que tenía un taller y así descubrió otro mundo. Eso la llevó a estudiar Letras en la universidad en Montevideo y a especializarse en corrección ortotipográfica. Aún no acabó la carrera, tiene pendiente finalizar su trabajo final: “Es sobre la obra del autor uruguayo Elbio Pérez Tellechea, con un enfoque ecocrítico. Descubrí que no sale en los manuales, solo en alguna antología. Él es del interior profundo uruguayo, y eso me conectó con él, me puse en contacto con su hijo, pude acceder a su archivo…”.

La investigación literaria es otro de sus intereses, afirma que le gustaría compaginarla con la escritura, pero de momento el reconocimiento que han tenido sus primeros trabajos ha hecho que aparque un poco esa faceta. “Hay algo en los premios que te hacen entrar en un catálogo nacional, y después que te inviten a ferias. Fui a Guadalajara, a Buenos Aires, a México, que me saqué el pasaporte por primera vez para ir allí… Entras en un círculo. Me parece que no tendría que funcionar de esa manera, como la legitimación de que si ganás un premio de repente tenés acceso a lugares a lo que no accederías sin el premio… Los Bartolomé tienen prestigio, pero no premio económico. Y el Nacional sí tiene plata, con lo que gané me compré una computadora para escribir”, reflexiona. Ese altavoz que suponen los premios también le ha servido para conocer a sus lectores, participar en clubes de lectura, escuchar distintas visiones sobre lo que ha escrito. “Los clubes de lectura son enriquecedores, una posibilidad de diálogo, me ayudan a entender mi proceso creativo, que es muy intuitivo”, apunta y explica que ha participado en alguno en esta visita a España, “yo venía muy acostumbrada a un lector rioplatense, muy lector de cuento. Y acá me decían que no están tan acostumbrados y que les llamaba la atención que he querido respetar y cuidar mucho la oralidad uruguaya. Y esos diálogos son nuevos, yo no los tengo con los lectores uruguayos”. Recuerda que la argentina Selva Almada ganó popularidad precisamente a través de recomendaciones y estos clubes, “que son miradas muy distintas y generalmente tienen una presencia en redes, algo micro se puede hacer muy grande así”. Silva lo experimentó en primera persona en Argentina, cuando fue a presentar Larvas allí y entre el público había una influencer: “Yo no lo sabía, pero por la noche hizo un reel y de repente yo tenía el celular explotado de notificaciones y gente siguiéndome, los lectores pueden llegar a vos de una manera misteriosa”.

En Larvas se suceden piojos, jaurías de perros, mojarritas (peces pequeños). Lo viscoso y lo visceral se apoderan del relato. “Usé mucho de lo que a mí me da miedo, de lo que me da asco, para construir este asco que a veces no se nombra y dejar hueco en él. Hay una pérdida como de barrera entre el mundo y el cuerpo, que a mí me asusta mucho”, explica. En la línea de Mariana Enriquez o Samantha Schweblin, la extrañeza es clave en el relato. ¿Por qué cree que está habiendo una eclosión de explorar esas áreas, la repulsión, la inquietud, el punto de terror de lo cotidiano? “Yo es algo en lo que pienso y también me lo pregunto. Creo que la mirada sobre el cuerpo y la vuelta a rituales, a lo popular, dan como una clave de refugio ante el mundo. Es como una reescritura de esta realidad, que ya está quebrada. Pero no tengo muy en claro esto de por qué hay tantas voces narrando situaciones parecidas. Es un misterio”.

Aún no sabe qué derroteros tomarán sus próximos escritos, si serán cuentos o una nueva novela; espera aprovechar sus residencias literarias estivales para perfilarlo. Luego volverá a Montevideo, donde comparte piso con su hermana, y retomará su rutina. ”Estoy acabando el proyecto de fin de carrera y trabajo en una editorial haciendo el diseño interior de los libros. Cuando vuelva voy a seguir trabajando en eso”, explica, “la escritura, en el corto plazo, no da plata, porque no es algo mensual, cuando te llegan las liquidaciones entra un poco de plata… En casa tenemos que pensar qué comemos, ir al súper. El tiempo sale plata”.

Recomendaciones lectoras para este verano

Carnada (Tránsito), de Eugenia Ladra

“Voy a aprovechar para recomendar a autoras uruguayas que están editadas acá en España”, explica Silva. El primer libro del que habla es Carnada, de Eugenia Ladra, nacida en Montevideo en 1992. Fue publicado por Tránsito en 2024 y su protagonista es Marga, una joven de quien la gente dice que da mala suerte. “Es una belleza”, afirma Silva, “un retrato del interior de Uruguay desde la adolescencia, el cuerpo, el sudor, el deseo y el chuponeo; es muy divertida también”.

Si las cosas fuesen como son (H&O Editorial), de Gabriela Escobar Dobrzalovski

Gabriela Escobar Dobrzalovski arranca su novela con una ruptura amorosa con su novia que lleva a la protagonista a regresar a la casa materna. Escobar, nacida en Montevideo en 1990, debutó con esta obra, que recibió el Premio Juan Carlos Onetti en 2021. “Si las cosas fuesen como son es una joyita, una mujer joven que tiene que volver a casa de su madre a convivir con sus hermanas”, subraya Silva.

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Un viaje a Salto (Las afueras), de Circe Maia

La poeta Circe Maia (Montevideo, 1932) escribió Un viaje a Salto en 1987 y Las afueras lo recuperó en 2021. “Es una autora alucinante, conocida por su poesía, pero este libro de narrativa te atrapa, cuenta la historia de una mujer y su hija que van siguiendo el rastro de su marido, al que se llevaron los militares, durante la dictadura”, explica Silva.

Seguir leyendo

 Hace calor Madrid y Tamara Silva Bernaschina no para estos días. Llegó de Uruguay a España hace unas semanas y ya se ha recorrido medio país, de Logroño a Valencia, sin olvidar la Feria del Libro de Madrid. No acusa el cansancio, se muestra encantada. En agosto cumple 25 años y entonces es cuando planea regresar a su casa en Montevideo, tras pasar un verano de residencias literarias enlazadas en Cataluña. “Voy a hacer una en Vil·la Joana y la otra es Finestres. Representan la oportunidad que hasta ahora no he tenido de decir: ‘Voy a escribir, nada más“, subraya. Silva nació en Minas, capital del departamento de Lavalleja; se crio en un barrio de las afueras de la ciudad, que tiene unos 60.000 habitantes. “Viví allí hasta 2015. Entonces me mudé al campo, pero al campo de verdad, en el departamento de Maldonado”, precisa. Esa naturaleza que la rodeó en su adolescencia es central en sus trabajos. Asegura que siempre fue cuentista, desde niña bocetaba relatos para su hermana, tres años menor, llegó a crear para ella “una colección de cuentos infantiles”. Viene de una familia de maestros y los libros siempre poblaron su día a día, su casa: “Mi madre es maestra de Primaria y mis abuelas también. Mi padre lo era pero ejerció poco y trabaja en administración en la universidad. Yo aprendí a escribir antes de entrar a la escuela, porque me cuidaba mi abuela y ella daba clases particulares en casa, me enseñó a leer, a escribir…”. Ahora se ha convertido en un talento emergente de las letras uruguayas, y acaba de publicar en la editorial Páginas de Espuma Larvas, un libro de apenas 100 páginas con ocho relatos breves que inquietan, aturden y también enganchan. Es su vuelta al cuento —el género que la llevó a ganar dos premios Bartolomé Hidalgo en 2023 con Desastres naturales— tras debutar en la novela en 2024 con Temporada de ballenas, que mereció el Premio Nacional de Literatura uruguayo en la categoría de ópera prima. “Yo vengo de una tradición de cuentistas, y me crie leyendo cuentos. Cuentos de autores rioplatenses, Filiberto Hernández, Juan Carlos Zanetti, Juan José Morosoli… Hablaban de gente que yo conocía, de una naturalidad, de narrar los espacios rurales que yo tenía cerca… Cuando yo me puse a hacer unos primeros escritos siempre acababan siendo cuentos. Nunca dije, ah, mirá, esto es una novela. La novela me requiere un esfuerzo mayor, no solo de tiempo, sino de concentración, un esfuerzo material, también, de tener el tiempo para continuarla», reflexiona con un café en la mano. Recuerda que el primer libro que pidió que le compraran fue Belleza negra, de Anna Sewell: “Es la historia un caballo que cambia de dueño y está narrado en primera persona desde la perspectiva del animal. Y la tapa era un caballo negro, como corriendo, y tenía un bordecito rojo, hermoso. Sé que lo quise por la tapa, porque era muy chiquita y todavía no sabía leer”. Ese primer capricho lector refleja su interés por lo animal. Dice que quería haber estudiado algo relacionado con la ciencia, Biología o Medicina, pero en Aiguá (la ciudad de Maldonado donde vivía) conversó y se formó con un profesor de Literatura que tenía un taller y así descubrió otro mundo. Eso la llevó a estudiar Letras en la universidad en Montevideo y a especializarse en corrección ortotipográfica. Aún no acabó la carrera, tiene pendiente finalizar su trabajo final: “Es sobre la obra del autor uruguayo Elbio Pérez Tellechea, con un enfoque ecocrítico. Descubrí que no sale en los manuales, solo en alguna antología. Él es del interior profundo uruguayo, y eso me conectó con él, me puse en contacto con su hijo, pude acceder a su archivo…”. La investigación literaria es otro de sus intereses, afirma que le gustaría compaginarla con la escritura, pero de momento el reconocimiento que han tenido sus primeros trabajos ha hecho que aparque un poco esa faceta. “Hay algo en los premios que te hacen entrar en un catálogo nacional, y después que te inviten a ferias. Fui a Guadalajara, a Buenos Aires, a México, que me saqué el pasaporte por primera vez para ir allí… Entras en un círculo. Me parece que no tendría que funcionar de esa manera, como la legitimación de que si ganás un premio de repente tenés acceso a lugares a lo que no accederías sin el premio… Los Bartolomé tienen prestigio, pero no premio económico. Y el Nacional sí tiene plata, con lo que gané me compré una computadora para escribir”, reflexiona. Ese altavoz que suponen los premios también le ha servido para conocer a sus lectores, participar en clubes de lectura, escuchar distintas visiones sobre lo que ha escrito. “Los clubes de lectura son enriquecedores, una posibilidad de diálogo, me ayudan a entender mi proceso creativo, que es muy intuitivo”, apunta y explica que ha participado en alguno en esta visita a España, “yo venía muy acostumbrada a un lector rioplatense, muy lector de cuento. Y acá me decían que no están tan acostumbrados y que les llamaba la atención que he querido respetar y cuidar mucho la oralidad uruguaya. Y esos diálogos son nuevos, yo no los tengo con los lectores uruguayos”. Recuerda que la argentina Selva Almada ganó popularidad precisamente a través de recomendaciones y estos clubes, “que son miradas muy distintas y generalmente tienen una presencia en redes, algo micro se puede hacer muy grande así”. Silva lo experimentó en primera persona en Argentina, cuando fue a presentar Larvas allí y entre el público había una influencer: “Yo no lo sabía, pero por la noche hizo un reel y de repente yo tenía el celular explotado de notificaciones y gente siguiéndome, los lectores pueden llegar a vos de una manera misteriosa”.En Larvas se suceden piojos, jaurías de perros, mojarritas (peces pequeños). Lo viscoso y lo visceral se apoderan del relato. “Usé mucho de lo que a mí me da miedo, de lo que me da asco, para construir este asco que a veces no se nombra y dejar hueco en él. Hay una pérdida como de barrera entre el mundo y el cuerpo, que a mí me asusta mucho”, explica. En la línea de Mariana Enriquez o Samantha Schweblin, la extrañeza es clave en el relato. ¿Por qué cree que está habiendo una eclosión de explorar esas áreas, la repulsión, la inquietud, el punto de terror de lo cotidiano? “Yo es algo en lo que pienso y también me lo pregunto. Creo que la mirada sobre el cuerpo y la vuelta a rituales, a lo popular, dan como una clave de refugio ante el mundo. Es como una reescritura de esta realidad, que ya está quebrada. Pero no tengo muy en claro esto de por qué hay tantas voces narrando situaciones parecidas. Es un misterio”. Aún no sabe qué derroteros tomarán sus próximos escritos, si serán cuentos o una nueva novela; espera aprovechar sus residencias literarias estivales para perfilarlo. Luego volverá a Montevideo, donde comparte piso con su hermana, y retomará su rutina. ”Estoy acabando el proyecto de fin de carrera y trabajo en una editorial haciendo el diseño interior de los libros. Cuando vuelva voy a seguir trabajando en eso”, explica, “la escritura, en el corto plazo, no da plata, porque no es algo mensual, cuando te llegan las liquidaciones entra un poco de plata… En casa tenemos que pensar qué comemos, ir al súper. El tiempo sale plata”. Recomendaciones lectoras para este veranoCarnada (Tránsito), de Eugenia Ladra“Voy a aprovechar para recomendar a autoras uruguayas que están editadas acá en España”, explica Silva. El primer libro del que habla es Carnada, de Eugenia Ladra, nacida en Montevideo en 1992. Fue publicado por Tránsito en 2024 y su protagonista es Marga, una joven de quien la gente dice que da mala suerte. “Es una belleza”, afirma Silva, “un retrato del interior de Uruguay desde la adolescencia, el cuerpo, el sudor, el deseo y el chuponeo; es muy divertida también”.Si las cosas fuesen como son (H&O Editorial), de Gabriela Escobar DobrzalovskiGabriela Escobar Dobrzalovski arranca su novela con una ruptura amorosa con su novia que lleva a la protagonista a regresar a la casa materna. Escobar, nacida en Montevideo en 1990, debutó con esta obra, que recibió el Premio Juan Carlos Onetti en 2021. “Si las cosas fuesen como son es una joyita, una mujer joven que tiene que volver a casa de su madre a convivir con sus hermanas”, subraya Silva.Un viaje a Salto (Las afueras), de Circe MaiaLa poeta Circe Maia (Montevideo, 1932) escribió Un viaje a Salto en 1987 y Las afueras lo recuperó en 2021. “Es una autora alucinante, conocida por su poesía, pero este libro de narrativa te atrapa, cuenta la historia de una mujer y su hija que van siguiendo el rastro de su marido, al que se llevaron los militares, durante la dictadura”, explica Silva. Seguir leyendo  

Hace calor Madrid y Tamara Silva Bernaschina no para estos días. Llegó de Uruguay a España hace unas semanas y ya se ha recorrido medio país, de Logroño a Valencia, sin olvidar la Feria del Libro de Madrid. No acusa el cansancio, se muestra encantada. En agosto cumple 25 años y entonces es cuando planea regresar a su casa en Montevideo, tras pasar un verano de residencias literarias enlazadas en Cataluña. “Voy a hacer una en Vil·la Joana y la otra es Finestres. Representan la oportunidad que hasta ahora no he tenido de decir: ‘Voy a escribir, nada más“, subraya. Silva nació en Minas, capital del departamento de Lavalleja; se crio en un barrio de las afueras de la ciudad, que tiene unos 60.000 habitantes. “Viví allí hasta 2015. Entonces me mudé al campo, pero al campo de verdad, en el departamento de Maldonado”, precisa.

Esa naturaleza que la rodeó en su adolescencia es central en sus trabajos. Asegura que siempre fue cuentista, desde niña bocetaba relatos para su hermana, tres años menor, llegó a crear para ella “una colección de cuentos infantiles”. Viene de una familia de maestros y los libros siempre poblaron su día a día, su casa: “Mi madre es maestra de Primaria y mis abuelas también. Mi padre lo era pero ejerció poco y trabaja en administración en la universidad. Yo aprendí a escribir antes de entrar a la escuela, porque me cuidaba mi abuela y ella daba clases particulares en casa, me enseñó a leer, a escribir…”. Ahora se ha convertido en un talento emergente de las letras uruguayas, y acaba de publicar en la editorial Páginas de Espuma Larvas, un libro de apenas 100 páginas con ocho relatos breves que inquietan, aturden y también enganchan. Es su vuelta al cuento —el género que la llevó a ganar dos premios Bartolomé Hidalgo en 2023 con Desastres naturales— tras debutar en la novela en 2024 con Temporada de ballenas, que mereció el Premio Nacional de Literatura uruguayo en la categoría de ópera prima.

Portada de 'Larvas', editado en Páginas de espuma.
Portada de ‘Larvas’, editado en Páginas de espuma.Cortesía de la editorial

“Yo vengo de una tradición de cuentistas, y me crie leyendo cuentos. Cuentos de autores rioplatenses, Filiberto Hernández, Juan Carlos Zanetti, Juan José Morosoli… Hablaban de gente que yo conocía, de una naturalidad, de narrar los espacios rurales que yo tenía cerca… Cuando yo me puse a hacer unos primeros escritos siempre acababan siendo cuentos. Nunca dije, ah, mirá, esto es una novela. La novela me requiere un esfuerzo mayor, no solo de tiempo, sino de concentración, un esfuerzo material, también, de tener el tiempo para continuarla», reflexiona con un café en la mano. Recuerda que el primer libro que pidió que le compraran fue Belleza negra, de Anna Sewell: “Es la historia un caballo que cambia de dueño y está narrado en primera persona desde la perspectiva del animal. Y la tapa era un caballo negro, como corriendo, y tenía un bordecito rojo, hermoso. Sé que lo quise por la tapa, porque era muy chiquita y todavía no sabía leer”. Ese primer capricho lector refleja su interés por lo animal. Dice que quería haber estudiado algo relacionado con la ciencia, Biología o Medicina, pero en Aiguá (la ciudad de Maldonado donde vivía) conversó y se formó con un profesor de Literatura que tenía un taller y así descubrió otro mundo. Eso la llevó a estudiar Letras en la universidad en Montevideo y a especializarse en corrección ortotipográfica. Aún no acabó la carrera, tiene pendiente finalizar su trabajo final: “Es sobre la obra del autor uruguayo Elbio Pérez Tellechea, con un enfoque ecocrítico. Descubrí que no sale en los manuales, solo en alguna antología. Él es del interior profundo uruguayo, y eso me conectó con él, me puse en contacto con su hijo, pude acceder a su archivo…”.

La investigación literaria es otro de sus intereses, afirma que le gustaría compaginarla con la escritura, pero de momento el reconocimiento que han tenido sus primeros trabajos ha hecho que aparque un poco esa faceta. “Hay algo en los premios que te hacen entrar en un catálogo nacional, y después que te inviten a ferias. Fui a Guadalajara, a Buenos Aires, a México, que me saqué el pasaporte por primera vez para ir allí… Entras en un círculo. Me parece que no tendría que funcionar de esa manera, como la legitimación de que si ganás un premio de repente tenés acceso a lugares a lo que no accederías sin el premio… Los Bartolomé tienen prestigio, pero no premio económico. Y el Nacional sí tiene plata, con lo que gané me compré una computadora para escribir”, reflexiona. Ese altavoz que suponen los premios también le ha servido para conocer a sus lectores, participar en clubes de lectura, escuchar distintas visiones sobre lo que ha escrito. “Los clubes de lectura son enriquecedores, una posibilidad de diálogo, me ayudan a entender mi proceso creativo, que es muy intuitivo”, apunta y explica que ha participado en alguno en esta visita a España, “yo venía muy acostumbrada a un lector rioplatense, muy lector de cuento. Y acá me decían que no están tan acostumbrados y que les llamaba la atención que he querido respetar y cuidar mucho la oralidad uruguaya. Y esos diálogos son nuevos, yo no los tengo con los lectores uruguayos”. Recuerda que la argentina Selva Almada ganó popularidad precisamente a través de recomendaciones y estos clubes, “que son miradas muy distintas y generalmente tienen una presencia en redes, algo micro se puede hacer muy grande así”. Silva lo experimentó en primera persona en Argentina, cuando fue a presentar Larvas allí y entre el público había una influencer: “Yo no lo sabía, pero por la noche hizo un reel y de repente yo tenía el celular explotado de notificaciones y gente siguiéndome, los lectores pueden llegar a vos de una manera misteriosa”.

En Larvas se suceden piojos, jaurías de perros, mojarritas (peces pequeños). Lo viscoso y lo visceral se apoderan del relato. “Usé mucho de lo que a mí me da miedo, de lo que me da asco, para construir este asco que a veces no se nombra y dejar hueco en él. Hay una pérdida como de barrera entre el mundo y el cuerpo, que a mí me asusta mucho”, explica. En la línea de Mariana Enriquez o Samantha Schweblin, la extrañeza es clave en el relato. ¿Por qué cree que está habiendo una eclosión de explorar esas áreas, la repulsión, la inquietud, el punto de terror de lo cotidiano? “Yo es algo en lo que pienso y también me lo pregunto. Creo que la mirada sobre el cuerpo y la vuelta a rituales, a lo popular, dan como una clave de refugio ante el mundo. Es como una reescritura de esta realidad, que ya está quebrada. Pero no tengo muy en claro esto de por qué hay tantas voces narrando situaciones parecidas. Es un misterio”.

Aún no sabe qué derroteros tomarán sus próximos escritos, si serán cuentos o una nueva novela; espera aprovechar sus residencias literarias estivales para perfilarlo. Luego volverá a Montevideo, donde comparte piso con su hermana, y retomará su rutina. ”Estoy acabando el proyecto de fin de carrera y trabajo en una editorial haciendo el diseño interior de los libros. Cuando vuelva voy a seguir trabajando en eso”, explica, “la escritura, en el corto plazo, no da plata, porque no es algo mensual, cuando te llegan las liquidaciones entra un poco de plata… En casa tenemos que pensar qué comemos, ir al súper. El tiempo sale plata”.

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