<p>Para su nombre artístico, Alisa Sibirskaya (1989) optó por el gentilicio de su región: Sibirskaya significa, literalmente, de Siberia, lo que la fotógrafa argumenta como una declaración de intenciones. Así, en la reciente presentación de su exposición<i> Belleza furtiva</i> en la Colección del Museo Ruso de Málaga, la artista explica la importancia que para ella tiene su decisión: «El lugar en el que nacemos nos condiciona sin remedio y Siberia forma parte de mi identidad. Nací en una ciudad aislada, en la Unión Soviética, donde el invierno dura nueve meses y constantemente se echa de menos la sensación de calor. Sin embargo,<strong> amo profundamente la Siberia en que nací. </strong>Allí no tienes muchos estímulos, no hay mucho que ver, pero creo que precisamente por eso inventaba cosas desde niña, para tener algo que mirar. La artista que soy es resultado de aquella inquietud». Desde hace seis años, Sibirskaya,<strong> conocida activista anti-Putin, </strong>reside en Barcelona, pero su raíz rusa se conserva bien firme.</p>
La fotógrafa Alisa Sibirskaya, opositora de Putin, revisa la historia del arte a través de la ‘vanitas’ barroca en su exquisita exposición en el Museo Ruso de Málaga
Para su nombre artístico, Alisa Sibirskaya (1989) optó por el gentilicio de su región: Sibirskaya significa, literalmente, de Siberia, lo que la fotógrafa argumenta como una declaración de intenciones. Así, en la reciente presentación de su exposición Belleza furtiva en la Colección del Museo Ruso de Málaga, la artista explica la importancia que para ella tiene su decisión: «El lugar en el que nacemos nos condiciona sin remedio y Siberia forma parte de mi identidad. Nací en una ciudad aislada, en la Unión Soviética, donde el invierno dura nueve meses y constantemente se echa de menos la sensación de calor. Sin embargo, amo profundamente la Siberia en que nací. Allí no tienes muchos estímulos, no hay mucho que ver, pero creo que precisamente por eso inventaba cosas desde niña, para tener algo que mirar. La artista que soy es resultado de aquella inquietud». Desde hace seis años, Sibirskaya, conocida activista anti-Putin, reside en Barcelona, pero su raíz rusa se conserva bien firme.
Belleza furtiva es el título de la exposición que acoge el Museo Ruso dentro del programa Puntos de fuga de la Fundación Vila Casas de Cataluña. Bajo la guía de Jean Baudrillard y su lectura filosófica del trampantojo, Sibirskaya revisa la historia del arte desde la perspectiva propia de la vanitas barroca. El engaño es aquí sutil, leve, pero suficiente para trasladar al objetivo de la cámara una exploración de la belleza prendida en la pintura: «El ideal de belleza incluye, por definición, su permanencia, su inmutabilidad, por lo que hablar de belleza furtiva puede resultar paradójico. Pero, en ruso, el adjetivo con el que podríamos traducir furtivo puede significar también oscuro: hace referencia a algo que se te escapa de las manos, en el sentido de que, si te acercas demasiado, se aleja, se desvanece. Hay que contemplar lo furtivo desde la distancia, no lo puedes tocar con las manos. La belleza puede ser un absoluto, pero la realidad que nos rodea no lo es. Y esta exposición es un intento de armonizarlas».
El visitante encontrará referencias a distintos maestros de la pintura del Renacimiento y el Barroco en una selección de fotografías realizadas entre 2018 y el presente que diluye los límites entre pintura y fotografía. «Dicen que cada fotógrafo es un pintor frustrado. Yo soy fotógrafa porque trabajo con la luz y con mi cámara. Pero es normal que la pintura y la fotografía, como expresiones artísticas, se mezclen de alguna manera. Siempre busco inspiración en galerías y museos porque creo que es ahí donde un fotógrafo puede encontrar la información más valiosa a la hora de trabajar con la luz. Cada gran pintor tenía su propia luz, reconocemos a Rubens por su luz abierta y a Rembrandt por su luz más íntima, más cálida, mientras que la de Caravaggio era completamente distinta. Yo voy buscando mi propia luz, su forma, su plasticidad, y aprendo acercándome a la pintura», apunta Sibirskaya.
Cada una de sus obras ofrece al visitante una historia concreta. La comisaria de la exposición, Natàlia Chocarro, explica que Sibirskaya nunca trabaja con modelos profesionales, sino con personas que encuentra en la calle y, puntualmente, algunos conocidos. A partir de aquí, la artista juega, a través del trampantojo, con una simbología histórica que al visitante le resultará familiar, pero Sibirskaya aclara que la exposición está concebida como un diario personal: «Cuento lo que me inspira, lo que me molesta, lo que quiero gritar. Pero no puedo pretender que nadie lo entienda de una determinada manera. Cada observador interpretará las obras como quiera, a partir de su propio equipaje. En un mundo abierto y global, la interpretación de los símbolos nunca puede ser unidireccional». En este sentido, «las cosas no son lo que parecen. Mis bodegones pueden resultar convencionales, pero me encanta explorar en ellos cómo los objetos reaccionan cuando los situamos junto a otros objetos con los que no guardan una relación significativa. Es curioso el modo en que dos elementos opuestos reunidos en una misma obra tienden a excluirse mutuamente. Una manzana es una manzana, pero una manzana con un niño, o con una serpiente, es otra cosa muy distinta. El arte no es una respuesta, ni una indicación sobre cómo funciona la realidad, sino una pregunta».
En su Siberia natal, Sibirskaya se formó durante su infancia en un sistema educativo vertebrado en torno a la música. A los 16 años, además, empezó a estudiar arte dramático, materia en la que llegó a licenciarse mientras recibía clases de arte. Esta síntesis de música, arte y puesta en escena trasluce en cada fotografía, aunque, preguntada por su proceso creativo, la fotógrafa responde: «No hay una receta para hacer una buena foto. Suelo trabajar con una idea preconcebida de lo que quiero hacer, incluso realizo bocetos, pero la fotografía es un arte delicado, frágil, y hay que dejar a la imagen que evolucione a su ritmo, sin forzarla. Me gusta, de hecho, que el público reaccione de manera espontánea ante mis obras. Creo que el mejor proceso creativo consiste en tenerlo todo bien atado para que pueda surgir la improvisación».
Sus seis años en Barcelona han influido, claro, en su manera de ver el arte. Hasta extremos decisivos, confiesa: «Barcelona me ha dado el derecho a considerar que la fotografía es un arte. En Rusia, esa posibilidad directamente no existe. Recuerdo una conversación telefónica que mantuve con mi abuela poco después de llegar. Le conté que estaba estudiando fotografía y ella me transmitió a su vez, algo preocupada, que eso de la fotografía estaba bien, pero ¿de qué iba a vivir? La noción de la fotografía como arte todavía no ha llegado a Rusia. Es una pena». Al mismo tiempo, Sibirskaya subraya que el pasado y el presente de Rusia no están solo en su obra, también en su vida. «Soy activista, participo en cada mínima posibilidad de ayudar a los presos políticos que hay en mi país y también a la gente de Ucrania».
Sin embargo, la artista traza una línea entre su activismo político y su creación: «Lo que pasa en mi país está presente en mi obra, por supuesto, pero no se refleja de manera directa: no hago un arte reivindicativo, no pretendo atarme a la Plaza Roja cuando hago mis fotografías. En su momento quedó claro que sí se podía escribir poesía después de Auschwitz, pero antes hubo que guardar un periodo de silencio. Del mismo modo, todavía tendrá que pasar un poco más de tiempo hasta que podamos abordar lo que está pasando con la suficiente reflexión».
Abonado a las colecciones particulares y a la colaboración con instituciones la Fundación Vila Casas para seguir organizando exposiciones tras la invasión de Ucrania, que cerró de un portazo la alianza con el Museo de Arte Ruso de San Petersburgo, el museo de Málaga afronta ahora una nueva etapa con el nombramiento de Luis Lafuente, antiguo director general de Bellas Artes y Patrimonio Cultural en el Ministerio de Cultura (entre 2016 y 2018) y director general de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Madrid (entre 2019 y 2023) como director de la Agencia Municipal que gestiona en el Centro Pompidou Málaga, el Museo Casa Natal de Picasso y la Colección del Museo Ruso. Recién llegado al cargo, Lafuente se reserva de momento las líneas de su futura actuación pero sí apunta a cambios significativos «en correspondencia con los cambios que ha experimentado Málaga en materia cultural».
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