<p>Encontrar a <strong>Antonio Banderas </strong>(Málaga, 1960) no siempre es fácil. Ni siquiera para su representante. No se esconde, pero cuesta seguirle el ritmo entre películas (ahora está en cartel en <i>Babygirl</i>), proyectos desaforados (el espacio de artes escénicas malagueño Sohrlin) y obras para la escena como la que nos ocupa. Además, todo sea dicho, el camino que va desde la entrada del <strong>Teatro Apolo de Madrid </strong>a su camerino exige cierta habilidad a través del laberinto de pasillos del <i>backstage</i>. Pero, al final, a todo se llega. Incluso hasta al <strong>camerino de Antonio Banderas</strong>, que ahora, y por cuarta vez en su carrera escénica, ejerce el papel de director. Tras su estreno en el Soho Caixabank de Málaga, aparece en Madrid <i>Gypsy</i>, uno de los más célebres de los musicales de todos los tiempos con libreto de Arthur Laurents, partitura de Jule Styne y Stephen Sondheim y coreografías de Jerome Robbins. Y lo hace en calidad de acontecimiento de la mano de un reparto encabezado por la gran Marta Ribera, Lydia Fairén y Laia Prats. El musical habla del teatro, del éxito, de la mujer, de un mundo que cambia y, por qué no, del propio Antonio Banderas. Todo rigurosamente actual, pese a suceder en el pasado, pese a estar todo extraído de la vida perfectamente real y excesiva de la artista de burlesque Gypsy Rose Lee. En realidad, no es tan difícil encontrar a Antonio Banderas. Basta salir a la calle.</p>
El malagueño presenta en Madrid ‘Gypsy’, el cuarto y más ambicioso de los musicales de los que firma como director
Encontrar a Antonio Banderas (Málaga, 1960) no siempre es fácil. Ni siquiera para su representante. No se esconde, pero cuesta seguirle el ritmo entre películas (ahora está en cartel en Babygirl), proyectos desaforados (el espacio de artes escénicas malagueño Sohrlin) y obras para la escena como la que nos ocupa.
Además, todo sea dicho, el camino que va desde la entrada del Teatro Apolo de Madrid a su camerino exige cierta habilidad a través del laberinto de pasillos del backstage. Pero, al final, a todo se llega. Incluso hasta al camerino de Antonio Banderas, que ahora, y por cuarta vez en su carrera escénica, ejerce el papel de director.
Tras su estreno en el Soho Caixabank de Málaga, aparece en Madrid Gypsy, uno de los más célebres de los musicales de todos los tiempos con libreto de Arthur Laurents, partitura de Jule Styne y Stephen Sondheim y coreografías de Jerome Robbins. Y lo hace en calidad de acontecimiento de la mano de un reparto encabezado por la gran Marta Ribera, Lydia Fairén y Laia Prats.
El musical habla del teatro, del éxito, de la mujer, de un mundo que cambia y, por qué no, del propio Antonio Banderas. Todo rigurosamente actual, pese a suceder en el pasado, pese a estar todo extraído de la vida perfectamente real y excesiva de la artista de burlesque Gypsy Rose Lee. En realidad, no es tan difícil encontrar a Antonio Banderas. Basta salir a la calle.
- La protagonista, Rose, hace de todo lo imposible para que sus hijas triunfen. Es lo que se dice una madre de la artista. ¿Usted es también madre de la artista?
- Para nada. Dejo a mis hijas que vayan a lo suyo. Stella más desde las bambalinas y Dakota a lo suyo. No me considero en absoluto madre de artista.
- Queda claro. Esta vez, al contrario de las otras tres piezas que firma como director, la obra es de sobra conocida y hasta tuvo su versión cinematográfica firmada por Mervin LeRoy y con Natalie Wood. ¿Cuánto tiene este proyecto de culminación de un viejo sueño?
- Es todo más complejo y el hecho de que la música sea hasta cierto punto conocida hace que el nivel de exigencia sea mayor. Hay muchas canciones que se hicieron famosas gracias a este musical y las terminaron cantando Sinatra, Liza Minnelli o Barbra Streisand. Pero lo que creo que hace este musical tan grande es el personaje de Rose. Cuando le preguntaban a Stephen Sondheim por la obra, él decía que Rose es América. Y lo es por la patología que arrastra sobre lo que significa triunfar. Para ella, el éxito es una enfermedad. Y la ansiedad que sufre es tal que cuando ella no logra lo que quiere, se obsesiona con que lo consigan sus hijas.
- ¿También la estrella Banderas ha enfermado de éxito?
- Claro. Todos los que estamos metidos en este ómnibus de la escena, ahora que se ha puesto de moda la palabra, estamos tocados por esa relación con el éxito y con el fracaso continuo. Es parte de nuestras vidas y el que lo niegue, miente. Pero la experiencia hace que cambies. Pero sí, el éxito puede ser una enfermedad y puede ser una patología muy grave.
«No soy para nada ‘madre de la artista’. Dejo que mis hijas Stella y Dakota vayan a lo suyo»
- ¿Qué es el éxito ahora mismo para usted?
- Ahora mismo el éxito para mí es hacer lo que quiero hacer, como quiero y con la gente que quiero. En el pasado fue conquistar determinados espacios o estar en determinadas películas o llegar a ser portada de determinadas revistas. Pero uno cambia y no solo por razones de la propia profesión, sino por cosas fuera de ella que te afectan. El ataque al corazón que sufrí me cambió y volvió a definir el éxito de una manera distinta. Ese ataque al corazón fue lo que me hizo preguntarme: «¿Pero yo qué quiero hacer realmente con mi vida?».
- Gypsy es una historia de mujeres, exactamente igual que Babygirl, su película con Nicole Kidman que ahora también está en cartel. En los dos casos son mujeres dueñas de sus destinos…
- Sí, de hecho, Babygril es no solo una historia de mujeres sino una historia muy valiente de mujeres que se mantiene a distancia de los movimientos actuales. Es un error creer que las historias de mujeres son cosa exclusivamente de la actualidad. En el Hollywood clásico de los años 40 y 50, hubo mujeres muy potentes. Pienso en Joan Crawford, Bette Davis, Susan Hayward o Vivien Leigh. Cuando uno ve ahora Lo que el viento se llevó, más allá de los temas raciales en este momento en discusión, lo que ve, por encima del personaje de Red Butler, es a Scarlett O’Hara. Es esa mujer poderosa que termina el primer acto con un rábano en la mano. O pensemos en Joan Crawford en ¿Qué fue de Baby Jane? O en la propia Elizabeth Taylor. Todos los personajes de estas mujeres no son ejemplos aislados. Siempre que hablo de mujeres de cine con Pedro Almodóvar hablamos de estas mujeres… Y el personaje de Rose en ‘Gypsy’ engarza perfectamente con ellas. Tiene una parte de Rey Lear de Shakespeare y otro parte de Madre Coraje de Bertolt Brecht… Me viene en mente el personaje de Rose en la versión de Mervyn LeRoy para el cine. Impresiona Rosalind Russell (a la que, por cierto, tuvieron que bajar casi cinco tonos las canciones para que pudiera cantarlas), pero la que me gusta de verdad es Natalie Wood. Me encanta que parezca un extra que quiere desaparecer y, de repente, da un salto… ¿Y por qué estaba diciendo yo todo esto?
- Hablábamos de la fuerza de los personajes femeninos tanto en el musical como en la película y la pregunta que intentaba hacer es si vivimos realmente, y por fin, el tiempo de la mujer.
- Sí, pero, en verdad, siempre ha sido el tiempo de las mujeres. En ‘Gypsy’ es ella la que manda, la que, por así decirlo, tiene el papel masculino.
«Yo soy andaluz y en Andalucía tenemos un perdón para cada pecado. Si Karla Sofía Gascón ha pedido perdón, yo se lo concedo»
- Recuerdo que cuando habló de Babygirl en Venecia se refería a ella como una película políticamente incorrecta que ahora mismo es casi imposible ver…
- Tendemos a ser uniformes. Tenemos una tendencia a uniformarnos rápidamente y ahí se pierden oportunidades de ser libre. Y eso es importante. Si algo me gustó de la experiencia de haber rodado Babygirl fue el trabajo con su directora Halina Reijn, que es una mujer muy valiente y que reconocía en lo que vale el feminismo actual, pero que también mantenía su propio personalidad. Y lo dejaba claro. Me decía: «Antonio, yo lucho por mi libertad y mi libertad es sagrada. No puedo estar siguiendo consignas de nadie».
- Otro de los argumentos del musical es el de un mundo que se desvanece, el de los espectáculos de vodevil. También nosotros estamos ahí. ¿Siente que la gran época del cine es ya cosa del pasado?
- Sí, hay un cierto paralelismo. Gypsy habla de la última época de un vodevil que se movía en los trenes en un circuito, el circuito de los teatros Orfeo, que ofrecía números musicales, de magia, con niños… Ahora los cambios ya no se producen por años, son transformaciones que llegan todos los meses. Cada uno tiene un cine es casa y la oferta es tan abrumadora que, la verdad, muchos días me voy a la cama incapaz de decidir qué ver. Ante todo esto, el teatro para mí es un refugio de verdad. Hay una verdad objetiva que es un grupo de personas contándole a otro una historia para reír, llorar, emocionarse o reflexionar. Y eso no va a cambiar nunca. Recuerdo que una vez en Málaga terminé de cantar una canción y se me acercó una señora desde la tercera fila y me preguntó: «¿Pero eres de verdad Antonio Banderas?». No se lo creía. La gente ya no se cree las cosas que tiene a tres metros, porque estamos en esa sociedad donde no nos creemos lo que tenemos delante.
- Hablando de cambios. ¿Le preocupa el cambio que se vive en Estados Unidos con la nueva presidencia?
- Claro. La política de los Estados Unidos nos afecta a todos y ya se está viendo. Además, este hombre ha llegado como un elefante en una cacharrería, no ha tenido ninguna sutilidad. Pero, en el fondo, creo que ha estado bien que haya tenido esos movimientos tan convulsos, porque la reacción ha sido también a la altura. Él mismo se ha dado cuenta y ha visto que puede ocasionar un grave perjuicio a su propia gente. De hecho, ya ha empezado a decir que el suyo es un proyecto a largo plazo. Eso es síntoma de que ya alguien le ha dicho que vaya con cuidado. El drama real de todo esto es el de la emigración. Hasta que no recozamos que es un problema de todos, no solo de los americanos, no habrá solución. Haría falta un plan Marshall que durara 50 años par compensar todos los destrozos que el norte ha hecho en el sur.
- No me puedo ir sin preguntar por Karla Sofía Gascón, su nominación al Oscar y la polémica por sus tuits…
- ¡Ay, Dios mío! Con la ilusión que me hizo tener otro español allí. Me resulta muy complicado explicarlo. Yo soy andaluz y en Andalucía tenemos un perdón para cada pecado. Si ella ha pedido perdón, yo se lo concedo. Pero de todas maneras creo que han ido también a por ella. Hay mucha transfobia.
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