<p>«Yo de ti leería los cuentos por orden y no más de dos seguidos», nos advertía Carlota Gurt en su último libro,<i> Biografía del fuego</i> (Asteroide y, en catalán, Proa). La suya es una literatura de la que uno no sale ileso. En su nueva obra, <i>Una aniquilación fallida </i>(Now Books/Ara Llibres), le pide al lector que, por favor, lea la nota introductoria: el librito-cápsula que tiene entre las manos es un texto para ser dicho, o más bien para ser escuchado y visto. Un poco a la manera clásica, cuando <strong>Safo </strong>y los rapsodas se acompañaban de una lira para cantar sus versos. Pero Gurt, más que decir o recitar, <strong>va a «disparar» sus palabras sobre el deseo y la libido de la mujer </strong>leyendo fragmentos de los textos sagrados: desde Sumeria y los mitos griegos hasta el Antiguo Testamento y los hadices islámicos del siglo VII, pasando por los grandes pensadores modernos, los tótems de la cultura occidental. El brillante <strong>Schopenhauer</strong>, el visionario de <strong>Nietzsche </strong>o el bueno de <strong>Rousseau</strong>, que fustigó las desigualdades entre hombres pero pasó de largo las de la mujer, aunque, en fin, corría el siglo XVIII… Y rescata rarezas en latín como el<i> Maleus Maleficarum,</i> un manual escrito por dos inquisidores dominicos para reconocer y torturar de la forma más cruel a las brujas malas malísimas. O recupera el fascinante<i> Speculum al foder</i>, un kamasutra medieval en catalán antiguo.</p>
La escritora estrena ‘Una aniquilación fallida’, un irónico y brillante monólogo sobre el deseo femenino que disecciona la misoginia de textos sagrados y canónicos, de Sumeria a Schopenhauer. «No es un discurso contra los hombres. Se trata de darnos cuenta de dónde venimos», expone
«Yo de ti leería los cuentos por orden y no más de dos seguidos», nos advertía Carlota Gurt en su último libro, Biografía del fuego (Asteroide y, en catalán, Proa). La suya es una literatura de la que uno no sale ileso. En su nueva obra, Una aniquilación fallida (Now Books/Ara Llibres), le pide al lector que, por favor, lea la nota introductoria: el librito-cápsula que tiene entre las manos es un texto para ser dicho, o más bien para ser escuchado y visto. Un poco a la manera clásica, cuando Safo y los rapsodas se acompañaban de una lira para cantar sus versos. Pero Gurt, más que decir o recitar, va a «disparar» sus palabras sobre el deseo y la libido de la mujer leyendo fragmentos de los textos sagrados: desde Sumeria y los mitos griegos hasta el Antiguo Testamento y los hadices islámicos del siglo VII, pasando por los grandes pensadores modernos, los tótems de la cultura occidental. El brillante Schopenhauer, el visionario de Nietzsche o el bueno de Rousseau, que fustigó las desigualdades entre hombres pero pasó de largo las de la mujer, aunque, en fin, corría el siglo XVIII… Y rescata rarezas en latín como el Maleus Maleficarum, un manual escrito por dos inquisidores dominicos para reconocer y torturar de la forma más cruel a las brujas malas malísimas. O recupera el fascinante Speculum al foder, un kamasutra medieval en catalán antiguo.
«La libido de la mujer se ha tenido que rebelar contra las grandes verdades, contra Dios, contra Freud, contra Darwin, contra la anatomía y la biología…», expone Carlota Gurt en el salón de su casa, en Barcelona, antes de hacer la maleta para coger un avión a México y participar en varios actos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. «El deseo femenino siempre es anormal. O hay demasiado o no hay. Es algo que se perpetúa en la literatura. Muchos personajes continúan siendo putas o santas: o eres María Magdalena o la Virgen María. Son los modelos femeninos que continúamos teniendo». Y son los que disecciona con humor corrosivo en el monólogo Una aniquilación fallida, una mezcla a priori imposible de stand up comedy, conferencia magistral de una catedrática de Oxford y una charla de bar con una amiga.
«No se trata de cargarnos a Rousseau ni a ninguno de los cerebritos ilustrados. Vivían en su tiempo, dentro de una tradición concreta. Es como si fueras daltónico y no vieras el verde: no es culpa tuya. Pero, vaya, que no ves el verde. Y eso hay que poder decirlo sin dramas. Podemos admirar y estudiar su filosofía y, al mismo tiempo, señalar con toda claridad qué decían sobre las mujeres. Una cosa no anula la otra», matiza Gurt. ¿Y qué decía Rousseau? Resumiendo: que las chicas debían «gozar de poca libertad» y que sus «obligaciones» consistían en satisfacer al hombre, el ser superior, no sólo física, sino moralmente.
Más allá de los referentes enciclopédicos (en la bibliografía cita casi 60 libros y papers científicos para un texto de apenas 100 páginas), a ratos Una aniquilación fallida suena a barra de bar, en la que Gurt desliza confidencias suyas y de sus amigas. Intimidades universales, vaya: aquello de lo que hablan las mujeres cuando hablan de sexo (que es mucho más a menudo de lo que los hombres creen, lo mismo ocurre con la masturbación).
Pero antes del orgasmo (si es que llega: porque el quedarse a medias es uno de los comentarios más extendidos entre las chicas), algunos preliminares… Producido por el Festival Clàssics, Una aniquilación fallida se estrenó el pasado verano en un remoto pueblo pirenaico, Escaló, casi como un ritual pagano en un mediodía de agosto: en las ruinas de la iglesia románica del Burgal, tras una caminata de 20 minutos por los senderos del valle de Àneu -la única manera de llegar al antiguo monasterio benedictino-, en el mismo escenario donde Jaume Cabré finaliza su monumental obra Yo confieso. A casi mil metros de altitud Gurt hizo un repaso de 4.000 años de historia ante un centenar de personas. «Algunas mujeres vinieron a abrazarme al terminar», recuerda. Y el boca oreja ya lo ha convertido en un pequeño fenómeno. Tras presentarlo en Sant Cugat y Girona este el otoño, agotó entradas en Barcelona, con un CCCB hasta los topes, la estampa que suelen dejar los Premios Nobel o autores como Anne Carson o Art Spiegelman. Las peticiones para que lo represente en bibliotecas y centros cívicos no paran de multiplicarse. Y se plantea una versión en español para Madrid.
Una aniquilación fallida es un texto tan heterodoxo como su autora, que tiene cinco carreras (Comunicación Audiovisual, Empresariales, Humanidades, Estudios de Asia Oriental y Traducción e Interpretación) y trabajó como productora teatral en La Fura dels Baus -pasó cinco años con los fureros– y en los inicios del Festival Temporada Alta. Después se lanzó a la traducción y desde que ganara el premio Mercè Rodoreda en 2019 con su primera compilación de relatos, Cabalgar toda la noche (Navona/Proa), Gurt se alza como una de las voces más originales de la literatura catalana.
En Sola (2021), su primera novela, narra en forma de cuenta atrás la historia de Mei, una mujer que regresa al pueblo entre montañas donde nació para aislarse y escribir un libro. Un tanto oscura y salvaje, Gurt se marcó una «versión libre» del clásico Solitud (1905) de Víctor Català, el pseudónimo que escogió Caterina Albert después de que su obra La infanticida causara un auténtico escándalo en la conservadora Barcelona modernista; aunque ganara los Juegos Florales al descubrir que la había escrito una mujer el rechazo por su «indecencia» aún fue mayor.
«Hoy se supone que todos estamos muy liberados, pero aún existe un doble rasero. Sola tiene 370 páginas, transcurre en seis meses y la protagonista se masturba cuatro veces. Me sorprendió mucho cuando los periodistas culturales me preguntaban por ese número DESORBITADO [teatraliza como cuando sube a escena] de pajas… Ellos escriben libros con felaciones cada diez páginas y NADIE les pregunta por el sexo. A Leticia Asenjo incluso llegaron a decirle ‘¿Pero esto ya lo ha leído tu madre?’», cuenta. Y sigue disparando: «El deseo femenino siempre se ha patologizado: frigidez, histeria, furor uterino, ninfomanía… Es curioso que siendo los hombres los que violan y abusan sexualmente no exista un furor fálico». Su ironía es ahora gélida.
Ya toca hablar del clítoris, aunque hasta 1998 no existió en los manuales de medicina una anatomía completa del único órgano exclusivamente destinado al placer. «El clítoris aparece y desaparece de la historia de la anatomía como una conjunción planetaria que solo es visible durante 10 minutos cada mil años y enseguida se descompone», dice Gurt en su monólogo. Y aporta datos: los griegos no solo lo nombraron sino que lo hicieron verbo, kleitoriázein, es decir, la acción de acariciar el clítoris. Sin embargo, en pleno ¿progreso? del siglo XIX, el Manual de Anatomía de Gray (1858), la referencia médica más completa -e inspiración para titular la popular serie protagonizada por Meredith Grey-, borró completamente el clítoris. «Es escandaloso, ofensivo y humillante», sintetiza Gurt meneando la cabeza con rabia (la de todas).
De forma más moderna, el transgresor filósofo Michel Foucault, en su magna Historia de la sexualidad, tres tomos publicados entre 1976 y 1984 que suman más de mil páginas, también se olvidó de mencionar el clítoris. Tuvo que llegar la doctora Helen O’Connell, la primera uróloga de Australia, para darse cuenta de que en toda operación de próstata los cirujanos prestaban muchísima atención a los tejidos que tocaban para evitar dañar la función sexual del paciente. Pero las operaciones pélvicas de las mujeres eran distintas porque ningún libro describía con precisión la extensión real de los nervios y canales de irrigación del clítoris. Gracias a O’Connell entramos en el siglo XXI con un clítoris completo.
Hablando del clítoris llega el punto más dramático de Una aniquilación fallida. Porque con la ablación, la aniquilación es irreversible: la ONU estima que cada año se producen tres millones de mutilaciones genitales femeninas, seis por minuto. «En lo que dura el monólogo se mutilan a más de 300 niñas. Algunas morirán, otras quedarán condenadas a un sexo indiferente y, con demasiada frecuencia, doloroso. Si esto estuviera ocurriendo con los hombres estaríamos en guerra», denuncia Gurt. Completamos la estadística: según la ONU las mutilaciones aumentaron un 15% el último año.
«En este texto hay mucha información, quizás un exceso. Se trata de darnos cuenta de dónde venimos, de las injusticias y desigualdades estructurales. ¿Cómo hacemos la catarsis de todo eso?», suspira Gurt. «No es un discurso contra los hombres, ni mucho menos. Aunque muchos se sienten señalados y en redes… [suspira aún más profundamente] te califican de feminista resentida, recibes insultos, te tachan de lesbiana o te dicen que te quedarás soltera…», ríe ya al final.
Porque la ironía es la mejor manera de leer tuits y ciertos textos canónicos, como la Carta de San Pablo a los Corintios, tan citada en las misas (aunque no esta parte): el varón manda «que las mujeres callen en las asambleas, pues no les está permitido hablar; más bien, que se sometan». Cierta furia colectiva se desata tras escuchar su monólogo, el de 4.000 años de silenciamiento, textos misóginos y feminicidios.
Aplaquemos la furia con el descubrimiento de lo que podríamos llamar la proporción áurea del placer. Zeus y Hera discutían como siempre en el Olimpo, esta vez por cual de los dos sentía más placer durante el sexo. «Cuenta Apolodoro que fueron a ver a Tiresias, que por razones mitológicamente rocambolescas, había sido hombre y mujer, y este respondió: ‘Si el placer tuviera diez partes, los hombres gozarían solo de una y las mujeres de nueve’. Lo curioso es que esa proporción de 1/9 se repite en otros textos islámicos como los hadices», explica Gurt.
Antes de los griegos, los sumerios ya dedicaban odas a su diosa Inanna (la futura Ishtar babilónica o Afrodita) y a su «vulva maravillosa de contemplar», con la que «se celebraba a sí misma». «¡Es uno de los primeros textos de la historia de la humanidad!», sonríe Gurt, ya sin ironía. Sin disparar. La flecha de Una aniquilación fallida ya se ha clavado.
Now Books/Ara Llibres. 112 páginas. 12,95 €
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