<p><a href=»https://www.newyorker.com/magazine/2008/03/24/april-paris» target=»_blank» rel=»nofollow»><i>April & Paris</i></a> es uno de los relatos más famosos de <strong>David Sedaris</strong>, quizá el mejor escritor contemporáneo de formatos cortos. Publicado por <i>The New Yorker</i> en 2008, <i>April & Paris </i>reflexiona sobre cómo <strong>a veces los seres humanos nos enternecemos, indignamos o movilizamos más al ver a un animal sufriendo que a otro ser humano</strong>. Sobre todo si el animal es un mamífero. El perro rescatado en una inundación da lugar a un vídeo viral, como el gato liberado por los bomberos o la mamá mapache que cría en el tejado de una casita en California. En el vídeo, la familia (humana) que vive ahí le pone nombre a la mapache y a sus mapachitos. La familia (mapache) probablemente no se fíe jamás de sus aparentemente benévolos caseros. Hacen bien.</p>
April & Paris es uno de los relatos más famosos de Davi
April & Paris es uno de los relatos más famosos de David Sedaris, quizá el mejor escritor contemporáneo de formatos cortos. Publicado por The New Yorker en 2008, April & Paris reflexiona sobre cómo a veces los seres humanos nos enternecemos, indignamos o movilizamos más al ver a un animal sufriendo que a otro ser humano. Sobre todo si el animal es un mamífero. El perro rescatado en una inundación da lugar a un vídeo viral, como el gato liberado por los bomberos o la mamá mapache que cría en el tejado de una casita en California. En el vídeo, la familia (humana) que vive ahí le pone nombre a la mapache y a sus mapachitos. La familia (mapache) probablemente no se fíe jamás de sus aparentemente benévolos caseros. Hacen bien.
«El perro satura», me responde mi amiga cuando le pregunto por Krypto, el animal que aparece en la nueva versión de Superman. Es un can hiperactivo, hipermono, hiperartificial e hiperirritante. Yo también opino que el perro satura. Pero entiendo que esté en la película porque todo mejora con un perrete, a quién no le va a gustar un perrete. Con perrete siempre mejor que sin perrete.
Un bichejo peludo y simpático también puede angustiarte. Pocos momentos cinematográficos recientes más tensos que los perros drogados (por motivos muy distintos) de Sirat y Anatomía de una caída. Un animal sufriendo son millones de espectadores sufriendo. Sufriendo u odiando a muerte a quien, como Kathleen Turner en La guerra de los Rose, se aprovecha de la nobleza tontorrona de un perro labrador. Podría ser peor: el conejo que hervía, a modo de desquiciada venganza, Glenn Close en Atracción fatal, dio nombre al término bunny boiler (hierveconejos), utilizado para señalar a mujeres inestables y vengativas.
En April & Paris David Sedaris usa su sarcasmo para reivindicar que las arañas también puedan darnos pena. Él sabe que no es fácil. Algunos documentales sobre naturaleza no discriminan a la hora de ponerles nombres a los animales que muestran, aunque estos sean tan poco humanizables como renacuajos, culebras o arañas. «Claudia ha decidido reparar su tela de araña», dice el narrador, pero no cuela. La mapache Matilde sí, o el perro Snoop, o el superperro cansino de Superman. Será porque estamos más cerca de ellos en la escala evolutiva, porque tienen cara o porque Disney así lo decidió en su momento. O será porque los perros son mejores que las personas y de la lealtad y el amor de las arañas no tenemos certezas. Eso es así.
Cultura