<p>El libro <i>Córdoba romana, la ciudad oculta,</i> el último gran trabajo ensayístico del arqueólogo <strong>Desiderio Vaquerizo</strong>, abre con estas palabras: «La fundación de Córdoba en el solar que todavía hoy ocupa (…) dibujaba con claridad la transición entre dos universos geográficos, culturales y también humanos: meseta y Andalucía, Sierra Morena y campiña, barbarie frente a refinamiento…». Situar el marco geográfico de una ciudad tan importante como Córdoba es de suma importancia porque ese enclave explica mejor que ningún otro argumento su historia e importancia. </p>
El último ensayo del arqueólogo Desiderio Vaquerizo denuncia cómo la especulación urbanística ha privado a Córdoba de «un discurso histórico único»
El libro Córdoba romana, la ciudad oculta, el último gran trabajo ensayístico del arqueólogo Desiderio Vaquerizo, abre con estas palabras: «La fundación de Córdoba en el solar que todavía hoy ocupa (…) dibujaba con claridad la transición entre dos universos geográficos, culturales y también humanos: meseta y Andalucía, Sierra Morena y campiña, barbarie frente a refinamiento…». Situar el marco geográfico de una ciudad tan importante como Córdoba es de suma importancia porque ese enclave explica mejor que ningún otro argumento su historia e importancia.
Córdoba se halla en una cicatriz, «en una herida abierta que une y separa norte y sur, una ciudad puente, una ciudad entre dos mundos capaz de comunicarlos y estrechar lazos entre ambos». Desiderio Vaquerizo testimonia en este volumen de lujo y gran formato editado por Almuzara su trabajo y desvelo por la ciudad donde es catedrático de Arqueología.
Roma, recuerda Vaquerizo, es una civilización pragmática. Cuando llega a la península ibérica lo hace para solucionar un conflicto con el mundo cartaginés y no con un afán colonial. Pero cuando toma tierra se da cuenta de que se halla ante un territorio extraordinariamente rico que se le somete sin dificultad. «Hablamos de un tiempo en el que la península itálica padece una severa presión demográfica y una acusada carencia de tierras. La Península Ibérica es la solución a aquellos problemas y la república decide convertirse en potencia colonial ensayando en estas tierras su empuje por Europa y el norte de África», asegura Vaquerizo. «Ninguna decisión de Roma es gratuita. Todas obedecen a necesidades concretas. En el caso de Córdoba, ya existía una ciudad importante bajo la cultura turdetana. La Córdoba de entonces controlaba algo que para Roma era fundamental: hablo del distrito minero de Sierra Morena, donde se extraían toneladas de plata y plomo con los que patrocinaba sus guerras y batallas», insiste el arqueólogo.
Roma fue una civilización fluvial y Córdoba era el puerto de interior más importante de la futura Hispania. Permitía la salida directa al Atlántico y, cruzado el Estrecho, penetraba en el Mediterráneo. Ese carácter geoestratégico es prototípico y Roma lo comprendió desde un principio.
Un arqueólogo es un forense de la historia. «Hallamos cadáveres arqueológicos y a través de una rigurosa metodología obtenemos las respuestas a cómo vivió y murió.
¿Qué puede enseñar la historia de Córdoba a la modernidad? «Humildad —responde el arqueólogo—. Si miramos hacia atrás caeremos en la cuenta de que somos un grano de arena en una inmensa playa, un segundo en el tiempo. Y, por muy grandes que nos consideremos, Córdoba lo ha sido antes mucho más». La historia, opone el catedrático, sirve para relativizar el presente porque nos ayuda a responder a muchas de las preguntas a las que nos enfrenta el futuro.
Córdoba ha sido habitada por las grandes culturas del Mediterráneo a lo largo de los siglos. Se ha reconstruido a sí misma en cada uno de esos periodos. Esta realidad es un privilegio, pero también constituye un problema porque requiere una convivencia con el pasado, algo muy complejo. «Ciudades como Córdoba necesitan una planificación muy meditada, una gestión rigurosa y un componente cultural entre la población que a pesar de los inconvenientes que una realidad de esta naturaleza arrastra es un privilegio y puede convertirse en un recurso», asegura el arqueólogo. Pero, a pesar de ello, «esta convivencia, por desgracia, no la hemos sabido resolver. Las pérdidas patrimoniales han sido enormes en los últimos cuarenta años y eso, para un arqueólogo como yo, es una herida abierta», añade con amargura.
¿Los últimos cuarenta años? ¿En tiempos de democracia? ¿Cómo ha sido posible eso? Desiderio Vaquerizo lo explica así: «A pesar de que Andalucía fue prácticamente pionera en normativas de defensa del patrimonio, la destrucción en Córdoba y en otras ciudades históricas fue terrible porque para desgracia de todas se toparon de frente con el boom inmobiliario, con los pelotazos urbanísticos, que provocaron tremendos movimientos de tierras de la mano de la especulación urbanística. Había que liberar suelo muy rápido para fomentar la construcción. Y la arqueología está contraindicada con acciones de esta naturaleza destructiva», asegura Vaquerizo.
«En Córdoba contamos con hitos dramáticos como los ocurridos en el bulevar de Gran Capitán, el conjunto de Cercadilla, que puso al descubierto un conjunto palatino del que ha quedado una mínima parte, o los arrabales islámicos del siglo X, cuyo urbanismo nuevo rompió por completo la trama histórica original», asegura. Y añade: «Esta destrucción, que llevo denunciando desde hace años, ha privado a Córdoba de un discurso histórico único y le ha hurtado la posibilidad de extender sus valores patrimoniales más allá de las tres calles que rodean la Mezquita alrededor de uno de los cascos históricos más valiosos de Europa».
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