<p><strong>Dani Rovira</strong> (Málaga, 1980) es tan majo y tan amable que no hay quien se fíe. Nadie es tan buen tipo y es inevitable creer que oculta algo oscuro. Y, en efecto, lo oculta. O lo ocultaba porque de todos esos monstruos (la tristeza, el dolor, el miedo, la fama mal digerida…) habla en <strong>‘Vale la pena’</strong>, el espectáculo que ahora defiende en el Teatro La Latina de Madrid.<br></p>
«He renacido», afirma quien fue tan famoso tan de golpe que se perdió a sí mismo. «Entré en una oscuridad muy profunda, pero salí al otro lado», resume.
Dani Rovira (Málaga, 1980) es tan majo y tan amable que no hay quien se fíe. Nadie es tan buen tipo y es inevitable creer que oculta algo oscuro. Y, en efecto, lo oculta. O lo ocultaba porque de todos esos monstruos (la tristeza, el dolor, el miedo, la fama mal digerida…) habla en ‘Vale la pena’, el espectáculo que ahora defiende en el Teatro La Latina de Madrid.
- Cuando miras alrededor, ¿estás seguro de que vale la pena?
- Sí, sí, sí. No hay que ser catastrofista y en esta vida siempre son malos tiempos. Cuando uno ya tiene cierta edad, entiende que en cada momento a todo el mundo le parece que estamos peor que nunca. Desde que tengo el podcast ‘Mi año favorito’, cada vez que un invitado elige un año un poco pretérito y empiezo a ver las noticias y las portadas de los periódicos de aquel momento, no falla que encuentro media docena anunciando algo que les parecía que iba a ser el Apocalipsis. Y aquí seguimos. Es más, miras las noticias de hace 15 años y dices: «Pufff, a día de hoy eso no tiene ni un breve». Entonces, hay que relativizar eso de que estamos viviendo los peores momentos de la Historia. Bueno, pues en algunas cosas sí y en otras no.
- En realidad, si analizas los datos, casi nunca es cierto. Por ejemplo, en los idealizados 80 había más delincuencia, menos libertad…
- Claro. Lo que pasa es que alguna de las cosas que hemos logrado ha sido en detrimento de otras. Es verdad que el Estado del Bienestar, la tecnología o la accesibilidad a absolutamente todo son logros que están guay, pero ¿a qué coste para el planeta? Podríamos entrar en mil matices. Ahora estamos con dos guerras constantemente en la tele y es un horror, pero ¿cuánto nos afectan en realidad? No ha pasado tanto desde el terrorismo de ETA, que estábamos comiendo a mediodía y decían en el telediario que un coche bomba había matado a dos personas y tú seguías con las lentejas. Es muy peligroso normalizar la barbarie y lo hemos hecho, pero el mundo no es peor que antes, sólo que ahora nos enteramos de más cosas.
- ¿Qué buscas con un show en el que te abres tanto en canal?
- Explicar que ahora yo soy yo, que he recuperado la esencia que perdí hace muchísimos años cuando el éxito se fue de madre y me arrasó. Quiero contar que pasé un periodo de oscuridad por mil motivos y ahora he salido al otro lado. Fíjate que no entro a decir cuáles son esos motivos, ni siquiera hablo de mi enfermedad en este show [Rovira superó un linfoma de Hodgkin en 2020], simplemente son un conjunto de cosas que me han llevado a una reflexión y… a un renacer. Sí, ¿por qué no decirlo así? He renacido. Yo era un capullo…
- Ojo…
- [Risas] Me refiero a un capullo de insecto, esta vez. De los otros, también lo he sido, pero no es el tema ahora. Era una larva que se metió en una crisálida en la que había una oscuridad muy profunda sin saber si iba a salir y, mira… Ahora soy una mariposa maravillosa, pero hay que pasar por un proceso muy jodido para llegar aquí.
- ¿Estás tan bien como dices?
- Sí, o al menos todo lo bien que puedo estar. Sigue habiendo muchas trazas de tristeza y de indignación, sigo lidiando con la ansiedad, haciendo terapia y teniendo días de mierda, claro. Pero ya está, forma parte de quien soy y lo que no voy a hacer nunca más es ocultarlo. La tristeza es un sentimiento a dignificar.
- Somos una sociedad obsesionada con la felicidad.
- Sí. El Estado del Bienestar también hace que todo sea súper fácil y, yo no soy padre y Dios me libre de opinar, pero creo que desde pequeños tenemos que enfrentarnos a los retos que la vida nos va dando y ahora hay cierta sobreprotección. Claro que mola setirte acompañado por los adultos, pero desde un lugar de «voy a estar ahí para ayudarte a levantarte», pero no de «voy a estar ahí para evitar que te caigas». Es necesario que nos pasen cosas malas porque son las que nos hacen más fuertes, nos permiten entender otras, nos ayudan a empatizar y a priorizar. Me parece muy importante. Si la tristeza y el miedo existen es por algo.
- Yo preferiría ahorrármelos, no te voy a mentir.
- Claro, pero el miedo es una alarma del cuerpo para decirte que hay un peligro, si no existiera el miedo estaríamos todos muertos. Y la tristeza es igual, es un indicador, un aviso de que hay una pérdida y tienes que afrontarla. En la actual sociedad, muchas veces estás triste y no lo sabes. De pequeño es muy importante que te enseñen a identificar las emociones porque, si no, lo vas a pagar de mayor. Lo vemos constantemente.
- ¿En qué?
- Siempre pongo un ejemplo: cuando con cuatro o cinco añitos, estabas en el cole y te gustaba una niña o un niño, no sabías identificar ese sentimiento, lo que sabías era que algo se removía. ¿Y qué hacías muchas veces? Le tirabas del pelo o le pegabas o le quitabas el lápiz. Entonces, mola y es necesario que haya un padre o una madre que te explique: «Mira, eso es que te gusta y te cae muy bien, eso se llama amor y lo que tiene que hacer es darle un abrazo, compartir los juguetes, jugar juntos…». Si de pequeño no te lo enseñan, llegas a adulto sin saber gestionar esa emoción y vemos las barbaridades que vemos constantemente. El mal querer.
- ¿Cómo aprendiste tú a gestionar todas esas emociones que te ahogaron tanto tiempo?
- Con dolor, con esfuerzo, con mucha terapia… Estos últimos cuatro años me han llevado a un viaje muy jodido y muy duro que me ha traído hasta aquí, hasta estar bien. Luego, la suerte que tenemos los que nos dedicamos a esto es que de tus experiencias y tus malos tragos, siempre sacas algo. Como dijo, salvando las distancias, Meryl Streep en una entrega de premios, coge toda tu rabia, toda tu tristeza, tu frustración, tu sensación de fracaso y haz de eso algo que merezca la pena, haz de eso arte. Es un poco de lo que se trata. Y a través de un formato de comedia, voy a intentar hacer un ejercicio artístico de una etapa de mierda que he pasado.
- Cuando te subes al escenario y te desnudas así, ¿cómo te abstraes? ¿No te agobia estar contando cosas muy íntimas a unos desconocidos?
- No, lo llevo bien. Hay que quitarse importancia. Creo que lo que cuento puede servir a alguien y lo lanzo desde un lugar honesto y cero pretencioso, simplemente quiero compartir. La gente me dice: «Joder, tío, te expones un montón, ¡qué generoso!». Y yo creo que es que el ejercicio artístico se trata justo de eso. No me verás nunca hablando de la vida de un astronauta. Puede ser muy divertida y dar para una buena comedia, pero yo hablo de lo que vivo, de lo que sé. Soy un cómico que conforme va viviendo experiencias, las va poniendo encima del escenario. Nunca hablaré de algo que no conozco en primera persona.
- Eres activista animalista y vegano, dos movimientos que, desde ciertos sectores, se toman a broma. ¿Lo sientes así?
- Sí, pero cuando defiendes algo y alguien se revuelve de mala manera, pegándote pullas o intentando buscar tu imperfección es porque algo estarás removiendo. Estás haciendo de espejo para que vean cosas que no sabían que les provocaban una reacción. No me afecta esa gente que cree que lo que mola es ser malo. Son los tiempos que vivimos. Ahora, la ternura es lo punki. Lo revolucionario es decir te quiero en una sociedad donde lo que se aplaude es soltar, con voz de cuñado, la primera barbaridad que se te pasa por la cabeza. A mí ahí no me pillan. Siempre me voy a manejar en la bondad y la empatía, cosas que hace 15 años todo el mundo consideraba bonitas y, a este paso, dentro de 30 años igual se han extinguido, pero yo lo tengo clarísimo: ¡Más ternura y menos ternera!
- Consideras que la izquierda tiene parte de culpa en esta reacción conservadora, que a veces se ha pasado con el moralismo.
- Sí. Mira, recomiendo ver en Netflix ‘Cortar por la línea de puntos’ y ‘Este mundo no me hará mala persona’, que son dos series de dibujos sobre un cómic italiano y hablan sobre el proceso de un chavalito que se convierte en neonazi. Explican muy bien cómo llega a eso. No es justificable, pero puede ser entendible. Es alguien que, por el contexto donde ha crecido, no tiene herramientas con las que poder relacionarse bien y, de repente, le critican porque es un machista en una cosa, un insensible o un torpe en otra y, en realidad, no deja de ser alguien que, sencillamente, llega hasta donde llega. Cuando le están señalando y criticando, le viene un grupo de gente horrible, pero que le dice que le van acoger y no le van a juzgar y entiendes que esa persona se meta en ese lugar de mierda porque es el único sitio donde no le han señalado con el dedo.
- ¿Se ha infravalorado el problema?
- Claro, hasta que ya era tarde. Desde la izquierda ha faltado coger a muchos jóvenes así e intentar entenderlos y ayudarles en lugar de reírnos y señalarlos. El cambio siempre llega desde el amor y el diálogo. Si todo el rato te estoy diciendo que eres un machista, eres un machista y eres un machista, en lugar de pedir que te enseñen a dejar de serlo, vas a preferir juntarte con quienes te dicen que no es verdad, que no hay nada malo en ti, que con ellos eres válido y ningún vegano, ningún ecologista y ninguna mujer te va a criticar. Es muy complejo y espero que se entienda que no justifico a la extrema derecha, sólo busco las causas de ese auge y creo que todos pudimos hacer más. No sé, es la sociedad en la que vivimos. Al final, todo es política.
- ¿Te preocupa?
- No, es lo que hay. Lo que compras es política, lo que dices es política, lo que no dices es política. No me parece mal que todo sea política, lo malo es que cuando se politiza algo ya se olvidan el debate, el matiz y la duda. Todo es blanco o negro y es muy complicado que nos entendamos así.
- Se politiza hasta la comedia. Eres amigo de Broncano, ¿te ha sorprendido su éxito en La 1?
- Soy muy amigo de David desde hace muchísimos años. Nuestro primer programa de tele fue el mismo y a partir de ahí llevamos una carrera parecida. Su éxito no me ha sorprendido nada. Es cierto que ‘El Hormiguero’ es un transatlántico que no ha habido quién lo parase durante muchos años, pero llega un momento en que mucha gente quiere algo nuevo y ‘La Resistencia’ ya funcionaba en Movistar. Sinceramente, me alegro mucho de su éxito porque tengo muchísimos amigos ahí, lo que nunca haré es celebrar el fracaso de nadie. La vida es así, te vas poniendo de moda, de repente estás en la cumbre y, pasados los años, alguien te supera y dejas de estarlo
- Tú has estado en la cumbre más alta.
- Sí, pero he descubierto que lo ideal es no estar ni en la cumbre ni en el foso, que se está muy bien en la llanura. Ahora estoy en una meseta muy, muy feliz, pudiendo hacer mis cosas sin que repercutan tanto. Mis primeras pelis a raíz de ‘Ocho apellidos vascos’ eran un suceso, generaban una expectación insoportable, soñaba con poder hacer películas como cualquier otro buen actor, sin que supusieran un puñetero evento. Ahora lo he logrado y estoy muy contento. Que el foco apunte hacia otros me hace muy feliz.
Cultura