<p>El <strong>Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida </strong>acoge este viernes y sábado una nueva versión de ‘Edipo Rey’ firmada por el director italiano <strong>Luca de Fusco</strong>, uno de los nombres más relevantes de la escena italiana. En esta ocasión, el montaje tiene una marcada inspiración freudiana y surrealista, una combinación que, según el propio De Fusco, no hace sino subrayar la radical modernidad de la tragedia de <strong>Sófocles</strong>.</p>
El italiano Luca de Fosco dirige en el Festival de Teatro Clásico de Mérida una versión freudiana, surrealista y ‘noir’ de la gran tragedia de Sófocles
El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida acoge este viernes y sábado una nueva versión de ‘Edipo Rey’ firmada por el director italiano Luca de Fusco, uno de los nombres más relevantes de la escena italiana. En esta ocasión, el montaje tiene una marcada inspiración freudiana y surrealista, una combinación que, según el propio De Fusco, no hace sino subrayar la radical modernidad de la tragedia de Sófocles.
«Freud no sólo se interesó por el mito de Edipo, sino por el texto específico de Sófocles. Para él, ‘Edipo Rey’ se parece a una terapia: un hombre empieza a escarbar en sí mismo hasta descubrir, poco a poco, una verdad que desearía no haber conocido. Y esa verdad está en su inconsciente. Por eso me pareció lógico que los personajes que conocen la verdad -Tiresias, el mensajero y el pastor- estén todos interpretados por el mismo actor que hace de Edipo. Porque, en el fondo, esa verdad ya está dentro de él», explica el De Fusco, en referencia a Luca Lazzareschi, que estará acompañado por Manuela Mandracchia, Paolo Serra, Francesco Biscione, Paolo Cresta y Alessandro Balletta.
Para De Fusco, el asombro no reside en la actualidad del texto, sino en su ingenio. «Lo asombroso no es tanto que hable de nosotros, sino que después de dos mil años todavía no se haya inventado una novela policíaca como la que presenta a un detective que investiga a un asesino que es él mismo. Es la novela policíaca más ingeniosa que se ha escrito nunca y por eso es contemporánea a nosotros».
Preguntado por el lugar que ocupa hoy la verdad, el director reconoce que es un tema «irresoluble». «Nadie sabe cuál es la verdad. La verdad cambia de cuando en cuando, y definir la verdad es uno de los grandes temas eternos de la humanidad. Desde luego no lo vamos a resolver con esta puesta en escena», bromea.
La conexión con el psicoanálisis no se queda en el enfoque temático: también se traslada al lenguaje visual. «Como estamos hablando de la exploración del inconsciente de Edipo, pensé en adoptar un lenguaje onírico, surrealista. Los sueños son el momento en el que más nos habla nuestro inconsciente. Y como todos tenemos los cuadros de Magritte en nuestra imaginación, pensé en hacer una puesta en escena que tuviera un marcado carácter ‘magritteano’, precisamente para invitar al público a vivir la representación como un sueño».
Esa dimensión onírica y visual convive con un respeto riguroso al canon clásico. «En la tragedia griega las escenas de violencia nunca suceden en escena, sino que siempre suceden aparte y luego se cuentan. Así que hay dos narraciones muy intensas: una del propio Edipo, que cuenta su asesinato de Layo sin saberlo, y otra del mensajero, que viene a contar el suicidio de Yocasta y el cegamiento de Edipo. Son dos momentos de pura palabra, de pura narración. Si la iconografía puede ser muy transgresora, en cambio, desde el punto de vista del respeto a los cánones clásicos de la tragedia griega, la violencia no se ve».
Esta defensa de la palabra en el teatro es uno de los ejes centrales del pensamiento de De Fusco. «El poder de la palabra sigue siendo el reino del teatro, no hay aspecto del teatro más eficaz que la palabra. En mi opinión, este poder no ha cambiado nada. Los estructuralistas dicen que dentro del lenguaje, dentro del significante, está también el significado, lo que significa que dentro de la forma está también el contenido. Y sólo el hecho de contar y razonar sobre uno mismo, sobre el propio inconsciente, sobre la propia interioridad y sobre las cosas que suceden en el exterior hace comprender qué poder de excavación tiene la palabra. Por otro lado, el psicoanálisis también se hace a través de la palabra: es pura narración».
Esa mediación del arte es también una vía de transformación personal. «Crees que estás simulando un rito de sacrificio, pero en vez de morir alguien, aunque sea un simple ternero, un cordero, pobrecito… se da una catarsis que se produce a través de la representación».
De Fusco, sin embargo, no cree en el teatro como herramienta política. «No creo que se puedan hacer revoluciones a través del teatro. No a un teatro que quiera tener un papel social y político. Creo que el arte tiene un valor en sí mismo, pero al mismo tiempo creo que el arte nos invita a pensar, a razonar, a reflexionar, a sublimar -como dicen los psicoanalistas- nuestros impulsos. No a expresarlos de una forma brutal e inmediata, sino a través de la mediación del arte. Desde este punto de vista, el teatro hace mejor al hombre».
Y, por último, está la fuerza del entorno: «Es aún más imponente que el del Teatro Romano de Ostia Antica. Esto me hace pensar que la parte visionaria, imaginativa de la representación, y en particular la presencia del vídeo, de esta gran forma hexagonal que está en el centro del escenario y que refleja la interioridad de los otros personajes de Edipo, puede tener aún más fuerza. Porque se hace aún más teatral».
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