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  Libros  El colapso climático sería una receta segura para la recesión permanente
Libros

El colapso climático sería una receta segura para la recesión permanente

junio 8, 2025
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Apenas quedan científicos serios fuera del consenso de que se está desarrollando de modo acelerado, ante nuestros ojos, una emergencia climática. El negacionismo es ahora económico: el conjunto de intereses que tratan de impedir que los efectos del cambio climático se integren en la política económica de los presupuestos de Estados y empresas, y consideren los costes. Un informe conjunto de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuyas conclusiones se han adelantado, indica que adoptar medidas energéticas para enfrentar la crisis climática aumenta el crecimiento económico en vez de dañar las finanzas, y que el colapso climático es una receta para la recesión permanente.

La filósofa y divulgadora alemana Carolin Emcke afirmó en una conferencia en Wuppertal (Renania del Norte-Westfalia) que el cambio climático no son monstruos ficticios ni imaginarios, sino que se trata de catástrofes reales, brutales y multifocales: sequías, incendios, inundaciones, tsunamis, huracanes… Hay que abordarlo como algo que ha sido creado por la mano del hombre, describir la destrucción que genera como algo no natural, no como algo inmutable sino como un fenómeno que se ha generado, algo que tiene una autoría, responsables, porque siempre ha existido la posibilidad de actuar de modo distinto, de detener la explotación de los recursos naturales, las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de los suelos (Lo que es verdad. Sobre la violencia y el clima. Debate).

Hay un punto aparte en el año 2006, cuando sir Nicholas Stern, economista británico y ex economista jefe del Banco Mundial, publica el informe de su nombre sobre el cambio climático, encargado por Tony Blair. En él llega a conclusiones como que esa transformación es el principal fallo de mercado causado en el mundo porque quien contamina no paga por el daño causado; que si no se hace nada los daños económicos del cambio climático podían alcanzar hasta el 20% del PIB mundial; o que las regiones pobres sufrirían las peores consecuencias a pesar de haber contribuido menos al problema.

Del mismo modo que hasta instituciones tan liberales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) llegaron a la conclusión, tras muchos titubeos, de que mayores dosis de igualdad conducen a un crecimiento mayor (o lo que es lo mismo, que la desigualdad extrema mata a las sociedades y a la eficacia económica), la OCDE y el PNUD dicen ahora que un tercio del PIB mundial podría perderse en este siglo si el planeta no logra contener la emergencia económica, y que a medida que desastres climáticos como los antes mencionados hacen inhabitables cada vez más zonas geográficas y disminuye la producción de alimentos, millones de personas se verán obligadas a emigrar dentro de un mismo país o a través de sus fronteras.

Hay que decir adiós a las ideas fijas y caducadas. El diario británico The Guardian habla con André Corrêa do Lago, el diplomático brasileño que dirigirá en noviembre de este año la cumbre sobre el cambio climático de la ONU. En la entrevista afirma que el mundo se enfrenta a una nueva forma de negación climática: no a un rechazo sobre la ciencia del clima, sino a un ataque concertado a la idea de que la economía puede reorganizarse y reformarse para combatir la transformación climática que precisa. Los intentos de fingir que no hay consenso sobre la ciencia climática son cada vez más desesperados y ridículos. Ahora no se trata de un negacionismo científico, sino un negacionismo económico que podría provocar grandes retrasos sobre la necesidad de actuar y, por lo tanto, el desastre.

La llegada de Trump a la Casa Blanca, que ha vuelto a sacar a EE UU del Acuerdo de París, está alimentando los resabios contra la política climática: ha propuesto cancelar las energías renovables y la reducción de los gases de efecto invernadero, y está desmantelando las instituciones relacionadas con la lucha contra esta emergencia. El nuevo populismo intenta demostrar que abordar la crisis climática no funciona: hay que seguir como estamos.

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 Apenas quedan científicos serios fuera del consenso de que se está desarrollando de modo acelerado, ante nuestros ojos, una emergencia climática. El negacionismo es ahora económico: el conjunto de intereses que tratan de impedir que los efectos del cambio climático se integren en la política económica de los presupuestos de Estados y empresas, y consideren los costes. Un informe conjunto de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuyas conclusiones se han adelantado, indica que adoptar medidas energéticas para enfrentar la crisis climática aumenta el crecimiento económico en vez de dañar las finanzas, y que el colapso climático es una receta para la recesión permanente.La filósofa y divulgadora alemana Carolin Emcke afirmó en una conferencia en Wuppertal (Renania del Norte-Westfalia) que el cambio climático no son monstruos ficticios ni imaginarios, sino que se trata de catástrofes reales, brutales y multifocales: sequías, incendios, inundaciones, tsunamis, huracanes… Hay que abordarlo como algo que ha sido creado por la mano del hombre, describir la destrucción que genera como algo no natural, no como algo inmutable sino como un fenómeno que se ha generado, algo que tiene una autoría, responsables, porque siempre ha existido la posibilidad de actuar de modo distinto, de detener la explotación de los recursos naturales, las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de los suelos (Lo que es verdad. Sobre la violencia y el clima. Debate).Hay un punto aparte en el año 2006, cuando sir Nicholas Stern, economista británico y ex economista jefe del Banco Mundial, publica el informe de su nombre sobre el cambio climático, encargado por Tony Blair. En él llega a conclusiones como que esa transformación es el principal fallo de mercado causado en el mundo porque quien contamina no paga por el daño causado; que si no se hace nada los daños económicos del cambio climático podían alcanzar hasta el 20% del PIB mundial; o que las regiones pobres sufrirían las peores consecuencias a pesar de haber contribuido menos al problema.Del mismo modo que hasta instituciones tan liberales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) llegaron a la conclusión, tras muchos titubeos, de que mayores dosis de igualdad conducen a un crecimiento mayor (o lo que es lo mismo, que la desigualdad extrema mata a las sociedades y a la eficacia económica), la OCDE y el PNUD dicen ahora que un tercio del PIB mundial podría perderse en este siglo si el planeta no logra contener la emergencia económica, y que a medida que desastres climáticos como los antes mencionados hacen inhabitables cada vez más zonas geográficas y disminuye la producción de alimentos, millones de personas se verán obligadas a emigrar dentro de un mismo país o a través de sus fronteras.Hay que decir adiós a las ideas fijas y caducadas. El diario británico The Guardian habla con André Corrêa do Lago, el diplomático brasileño que dirigirá en noviembre de este año la cumbre sobre el cambio climático de la ONU. En la entrevista afirma que el mundo se enfrenta a una nueva forma de negación climática: no a un rechazo sobre la ciencia del clima, sino a un ataque concertado a la idea de que la economía puede reorganizarse y reformarse para combatir la transformación climática que precisa. Los intentos de fingir que no hay consenso sobre la ciencia climática son cada vez más desesperados y ridículos. Ahora no se trata de un negacionismo científico, sino un negacionismo económico que podría provocar grandes retrasos sobre la necesidad de actuar y, por lo tanto, el desastre.La llegada de Trump a la Casa Blanca, que ha vuelto a sacar a EE UU del Acuerdo de París, está alimentando los resabios contra la política climática: ha propuesto cancelar las energías renovables y la reducción de los gases de efecto invernadero, y está desmantelando las instituciones relacionadas con la lucha contra esta emergencia. El nuevo populismo intenta demostrar que abordar la crisis climática no funciona: hay que seguir como estamos. Seguir leyendo  

ensayos de persuasión
Columna

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Hay ataques concertados a la idea de que el clima se incorpore a los presupuestos de Estados y empresas

Joaquín Estefanía columna
Central eléctrica de carbón liberando humo a la atmósfera en Alemania, en 2021.Schroptschop (GETTY IMAGES)
Joaquín Estefanía

Apenas quedan científicos serios fuera del consenso de que se está desarrollando de modo acelerado, ante nuestros ojos, una emergencia climática. El negacionismo es ahora económico: el conjunto de intereses que tratan de impedir que los efectos del cambio climático se integren en la política económica de los presupuestos de Estados y empresas, y consideren los costes. Un informe conjunto de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuyas conclusiones se han adelantado, indica que adoptar medidas energéticas para enfrentar la crisis climática aumenta el crecimiento económico en vez de dañar las finanzas, y que el colapso climático es una receta para la recesión permanente.

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El populismo del negacionismo climático gana terreno.

La filósofa y divulgadora alemana Carolin Emcke afirmó en una conferencia en Wuppertal (Renania del Norte-Westfalia) que el cambio climático no son monstruos ficticios ni imaginarios, sino que se trata de catástrofes reales, brutales y multifocales: sequías, incendios, inundaciones, tsunamis, huracanes… Hay que abordarlo como algo que ha sido creado por la mano del hombre, describir la destrucción que genera como algo no natural, no como algo inmutable sino como un fenómeno que se ha generado, algo que tiene una autoría, responsables, porque siempre ha existido la posibilidad de actuar de modo distinto, de detener la explotación de los recursos naturales, las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de los suelos (Lo que es verdad. Sobre la violencia y el clima. Debate).

Hay un punto aparte en el año 2006, cuando sir Nicholas Stern, economista británico y ex economista jefe del Banco Mundial, publica el informe de su nombre sobre el cambio climático, encargado por Tony Blair. En él llega a conclusiones como que esa transformación es el principal fallo de mercado causado en el mundo porque quien contamina no paga por el daño causado; que si no se hace nada los daños económicos del cambio climático podían alcanzar hasta el 20% del PIB mundial; o que las regiones pobres sufrirían las peores consecuencias a pesar de haber contribuido menos al problema.

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Hay que decir adiós a las ideas fijas y caducadas. El diario británico The Guardian habla con André Corrêa do Lago, el diplomático brasileño que dirigirá en noviembre de este año la cumbre sobre el cambio climático de la ONU. En la entrevista afirma que el mundo se enfrenta a una nueva forma de negación climática: no a un rechazo sobre la ciencia del clima, sino a un ataque concertado a la idea de que la economía puede reorganizarse y reformarse para combatir la transformación climática que precisa. Los intentos de fingir que no hay consenso sobre la ciencia climática son cada vez más desesperados y ridículos. Ahora no se trata de un negacionismo científico, sino un negacionismo económico que podría provocar grandes retrasos sobre la necesidad de actuar y, por lo tanto, el desastre.

La llegada de Trump a la Casa Blanca, que ha vuelto a sacar a EE UU del Acuerdo de París, está alimentando los resabios contra la política climática: ha propuesto cancelar las energías renovables y la reducción de los gases de efecto invernadero, y está desmantelando las instituciones relacionadas con la lucha contra esta emergencia. El nuevo populismo intenta demostrar que abordar la crisis climática no funciona: hay que seguir como estamos.

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