<p>Al final, después de mil rumores, Serrat se vistió de negro y cantó en el Teatro Campoamor de Oviedo, en la gala de entrega de los Premios Princesa de Asturias de 2024, y el mundo se paró dos minutos porque <strong>no está claro cuándo volverá a cantar Serrat en púbico, cuántas veces volverá a cantar</strong>. <i>Aquellas pequeñas cosas </i>fue la cancion elegida, vestida con una viola y nada más, y nadie podrá decir que fuese una opción oscura ni inapropiada. <strong>»</strong><i>Que el viento arrastra allá o aquí </i>/ <i>Que te sonríen tristes y / Nos hacen que / Lloremos cuando</i><br><i>Nadie nos ve</i><strong>»</strong> dice la letra de la canción, compuesta en 1971. ¿Qué más se puede decir de la ceremonia que de verdad vaya a ser recordado?</p>
El cantautor, premiado en la categoría de las Artes, cantó ante el Rey y la Princesa Leonor en una escena histórica
Al final, después de mil rumores, Serrat se vistió de negro y cantó en el Teatro Campoamor de Oviedo, en la gala de entrega de los Premios Princesa de Asturias de 2024, y el mundo se paró dos minutos porque no está claro cuándo volverá a cantar Serrat en púbico, cuántas veces volverá a cantar. Aquellas pequeñas cosas fue la cancion elegida, vestida con una viola y nada más, y nadie podrá decir que fuese una opción oscura ni inapropiada. Que el viento arrastra allá o aquí / Que te sonríen tristes y / Nos hacen que / Lloremos cuandoNadie nos ve dice la letra de la canción, compuesta en 1971. ¿Qué más se puede decir de la ceremonia que de verdad vaya a ser recordado?
Algo hubo, empezando por la imagen de la madre de Carolina llorando cuando su hija recibía el premio del Deporte Con ella, los fotógrafos de Magnum, los investigadores especializados en el tratamiento de la diabetes y los representantes de la Organización de Estados Iberoamericanos recogieron sus galardones. Sus otros cuatro colegas en el palmarés leyeron cuatro discursos de aceptación significativos, sobre todo si se consideran en conjunto. Dos de las intervenciones fueron algo así como autorretratos en esbozo. Los otros dos fueron casi-ensayos sobre la libertad y la dignidad humana.
En la primera ronda, Michael Ignatieff, el ganador del Premio Princesa de Asturias de Humanidades, partió de un aforismo de su biografiado Isiah Berlin, de la famosa distinción entre «el zorro que sabe muchas cosas y el erizo que sabe una única cosa importante», para explicar su vida en relación con el conocimiento.
¿Qué soy yo?, se preguntó el historiador canadiense. ¿Zorro o erizo? «Cualquiera que haya sido ensayista, periodista, cineasta, profesor de historia, biógrafo, teórico de los derechos humanos, incluso -Dios no lo quiera- político, no puede ser otra cosa que un zorro. Pero existe una tercera posibilidad: algunos zorros envidian la tenacidad constante y resuelta del erizo, junto con su capacidad de enroscarse como una bola y mostrar sus púas cuando se enfrenta a quienes lo atacan. Soy uno de esos zorros que siempre deseó ser un erizo. […] Honradamente, no puedo decir que he tenido una única preocupación fundamental. El trabajo creativo es como escalar en la oscuridad. La mayor parte del tiempo no sabes dónde vas. Algunas veces ni siquiera sabes por qué lo estás haciendo. Solo en un momento como este, cuando las nubes se abren y te encuentras en la cima, empiezas a comprender el camino que has emprendido«.
El discurso de Joan Manuel Serrat no citó a Berlin ni a nadie más que al encargado del teléfono público en una empresa en la que trabajó cuando era estudiante, pero sus palabras sonaron a la vieja ética machadianamente buena que marcó una parte de su obra. «Soy una persona que se siente querida y respetada, a la que le gusta su oficio. Cantar y escribir canciones», dijo el Premio Princesa de Asturias de las Artes. «Soy un hombre partidario de la vida».
«Prefiero los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y el instinto a la urbanidad. Soy un animal social y racional que necesita del hombre mas allá de la tribu. Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única maner de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son. Tal vez por eso no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario donde los valores democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del mercado, donde todo tiene un precio. No me gusta ser testigo de atrocidades sin unánimes y contundentes respuestas. No me conformo al ver los sueños varados en la otra orilla del rio. ¿Cuándo llegará el tiempo de vendimiar los sueños?, me pregunto de mala gana, al ver partir a los amigos sin cosechar. Quiero dejar el recuerdo de un buen hombre, justo y agradecido».
El discurso de Ana Blandiana, la poeta rumana que recibió el Premio Princesa de Asturias de las Letras, también tuvo una parte autobiográfica pero se resumió, al final, en una pregunta y una respuesta. La pregunta fue «¿Puede la poesía salvar al mundo?». Y la respuesta fue formidable: «Por increíble que parezca, durante las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, en las cárceles comunistas de Rumanía se produjo una auténtica resistencia a través de la poesía. El primer Memorial a las Víctimas del Comunismo del mundo incluye una sala con las paredes y el techo enteramente cubiertos de poemas nacidos durante las detenciones. A falta de lápiz y papel, que estaban prohibidos, todo poema necesitaba para su existencia de tres personas: la que lo componía, la que lo memorizaba y la que lo transmitía a través del alfabeto morse, En circunstancias extremas, cuando sentían peligrar su propia esencia, los hombres recurrían a la poesía como medio de salvación«.
La escritora rumana Ana Blandiana.EFE
Blandiana terminó su discurso con un mensaje para España: «A partir del siglo XX se ha impuesto el odio (de clase o de raza, entre hombres y mujeres, entre hios y padres). La poesía moderna es la expresión desgarradora de este desequilibrio existencial. Me alegra poder afirmar, ante una sala llena de españoles, la importancia que la exclamación de Miguel de Unamuno ‘¡Me duele España!’ ha tenido en mi formación intelectual y espiritual. He utilizado la angustia del filósofo español ante el destrozo de su país como un punto de apoyo en el universo actual, en el que las naciones se difuminan ante las ideologías, como un ancla en la profundidad del tiempo, en cuya superficie se estrellan las olas siempre cambiantes de la posmodernidad, a las que me resisto porque me duele España, me duele Rumanía, me duele el mundo«.
Marjane Satrapi y Joan Manuel Serrat.EFE
Marjane Satrapi, escritora, cineasta y pintora iraní exiliada en París dio el cuarto discurso de la tarde, el más desgarrado y esencial de todos. «Hablemos de la humanidad», dijo la autora de Persépolis. «Entre los que los biólogos denominan animales auténticos, es decir los mamíferos, el hombre es el único que mata a su hembra. Y calificamos ese acto como bestial, siendo así que ninguna otra bestia, fuera de nosotros, lo comete. Eso es la humanidad. Pero también hay humanos que pierden la vida a manos de sus torturadores para proteger a sus semejantes, para no denunciarlos, y sé muy bien de lo que estoy hablando. Esto también se llama humanidad. No tengo una visión idealizada de lo humano. Yo, en mí misma, experimento esa dualidad. Acepto tanto mi violencia como mi benevolencia, esperando siempre que la segunda prevalezca sobre la primera».
Satrapi había llegado a Oviedo a última hora, cuando no se le esperaba por un inconveniente familiar. En sus pablabras habló de educación y de humanismo y tuvo tiempo de hacer un poco de humor negro: «A nuestros hijos deberíamos enseñarles ética, civismo y sobre todo compasión y bondad. Y les aseguro que no soy de las que ponen la otra mejilla. Por una bofetada recibida devolvería 10, pero trato de no ser nunca yo quien pega la primera«. Para terminar, leyó unos versos de Saadi, poeta iraní del siglo XIII, que sonaron más a Unamuno que a Machado pero que no sobraron, ni mucho menos: Tú que eres indiferente al sufrimiento de los demás, /No mereces llamarte humano.
Después habló el Rey Don Felipe, habló la Princesa de Asturias, Doña Leonor y recitó unos versos de Serrat en catalán (Serrat rio aparentemente complacido) y se acabó la ceremonia, que fue la misma de todos los años pero diferente.
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