<p>El cine chino siempre ha tenido cierto fetichismo hacia las películas bélicas que evocan sentimientos de patriotismo. Revivir en la gran pantalla una historia heroica y la victoria contra una potencia extranjera invasora es como una terapia colectiva: <strong>una manera de transformar viejas heridas del llamado </strong><i><strong>siglo de la humillación</strong></i><strong> en una ola de orgullo nacional</strong>. Además, muchas de estas películas son grandes éxitos en taquilla, sobre todo si los enemigos derrotados son los japoneses y el film desnuda las atrocidades cometidas durante la ocupación japonesa.</p>
‘Evil Unbound’ se estrenó el 19 de septiembre y aborda los crímenes de guerra biológica del ejército imperial japonés en Harbin, al noreste del país
El cine chino siempre ha tenido cierto fetichismo hacia las películas bélicas que evocan sentimientos de patriotismo. Revivir en la gran pantalla una historia heroica y la victoria contra una potencia extranjera invasora es como una terapia colectiva: una manera de transformar viejas heridas del llamado siglo de la humillación en una ola de orgullo nacional. Además, muchas de estas películas son grandes éxitos en taquilla, sobre todo si los enemigos derrotados son los japoneses y el film desnuda las atrocidades cometidas durante la ocupación japonesa.
En septiembre, para conmemorar el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, en China se estrenaron varias películas que recogen algunos episodios más oscuros de los 14 años de resistencia contra los invasores japoneses. La más esperada de todas era Evil Unbound, que se estrenó el 19 de septiembre y aborda los crímenes de guerra biológica perpetrados por el ejército imperial japonés en Harbin, al noreste del país asiático. Allí se encontraba la Unidad 731, una brigada que inyectaba a sus prisioneros, la mayoría campesinos chinos, patógenos letales buscando desarrollar nuevas cepas como un arma biológica para ganar la guerra.
La película se sitúa a principios de 1945 y el protagonista es un comerciante llamado Wang Yongzhang, quien, junto con otros civiles, es capturado por las fuerzas de ocupación y encerrado en un laboratorio donde se convierte en una cobaya humana para los científicos japoneses. Estos realizan todo tipo de experimentos con él, desde vivisecciones hasta a probar gases venenosos.
A medida que la guerra contra los aliados llega a su fin y la derrota de Japón es inminente, Wang lidera un plan de huida, convenciendo a otros reclusos de que traten de escapar con él porque, si mueren allí dentro, el mundo nunca conocerá los brutales crímenes que los japoneses están cometiendo.
Evil Unbound ya se encuentra entre los cinco mayores éxitos del año en la cartelera china y hace unos días se estrenó en otros países como Australia, Estados Unidos y Canadá. El fondo de la película expone una realidad que en China recuerdan a menudo: han sido los grandes olvidados de la gran guerra, quedando relegados a un frente muy secundario de la memoria colectiva por culpa del eurocentrismo y de la Guerra Fría.
Aprovechando el aniversario, los canales de propaganda del gobernante Partido Comunista Chino (PCCh) llevan semanas reclamando que al fin se reconozca el papel protagonista que el gigante asiático tuvo durante el conflicto, recordando que el sufrimiento del pueblo chino ha sido olvidado mientras que todo el mundo conoce el Holocausto o los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki.
Pero lo que más escuece a los líderes de Pekín es que Japón, además de honrar a sus criminales de guerra y de no disculparse públicamente, ha distorsionado las masacres del ejército imperial en territorio chino, promoviendo el revisionismo histórico en las escuelas y borrando episodios como los terribles experimentos de la Unidad 731, dirigida por un general llamado Shiro Ishii, un médico que consideraba biológicamente inferiores a los chinos.
En Harbin hay un museo que se levanta sobre una antigua base de investigación que funcionaba como un campo de concentración. Se estima que allí murieron alrededor de 12.000 personas. En agosto de 1945, justo antes de que el ejército soviético avanzara sobre la entonces región de Manchuria, los japoneses trataron de destruir todas las instalaciones para borrar cualquier evidencia.
Las autoridades locales, que rebautizaron a este lugar como el Auschwitz chino, reconstruyeron algunas de las salas donde a muchos de los prisioneros les inyectaban fiebre tifoidea, cólera, ántrax o la peste. Para criar nuevas cepas, usaban la sangre de aquellos que más enfermaban para hacer transfusiones a otros cautivos, buscando desarrollar cepas más mortales.
Los registros chinos señalan que a los hombres infectados con sífilis les obligaban a punta de pistola a violar a otros hombres y a mujeres para propagar la enfermedad. Las reclusas en edad fértil eran violadas constantemente hasta que se quedaban embarazadas. Luego, eran expuestas a armas químicas, lesiones por traumatismos o heridas de metralla con el propósito de estudiar los efectos en los fetos.
En el museo de Harbin también han simulado otras salas donde estaba la cámara de gas y una de aplastamientos que funcionaba con un mecanismo de presión que hacía que a los prisioneros se les salieran los ojos. Para estudiar las fuerzas de aceleración en combates aéreos y la resistencia de los paracaidistas, había además una enorme centrifugadora donde se metía a decenas de personas a la vez y giraba hasta que perdían el conocimiento.
Nunca se encontró a ningún superviviente que hubiera pasado por estos campos de concentración. Pero la película se alimenta de pruebas documentales que dan fe de las atrocidades que se cometieron, así como testimonios de familiares de las víctimas, científicos y soldados japoneses que estuvieron destinados en Harbin.
El Gobierno de Japón, aunque a regañadientes, acabó reconociendo en 1998, por orden de su Corte Suprema, la existencia de los experimentos que hacían los científicos de sus fuerzas imperiales. Pero los medios chinos insisten en que, tras el final de la guerra, Estados Unidos otorgó inmunidad a los oficiales de la Unidad 731 a cambio de acceder a toda su investigación.
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