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  Cine  ‘El Padrino’, la película-milagro que cambió Hollywood ahora es una serie
Cine

‘El Padrino’, la película-milagro que cambió Hollywood ahora es una serie

junio 7, 2025
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Los primeros fotogramas de El Padrino (Max) se proyectaron el martes 14 de marzo de 1972 en el Loew’s State Theatre, en Nueva York. Cuando acabó el pase —al que acudieron el secretario de estado Henry Kissinger, miembros de la familia Kennedy, Cher, Groucho Marx, Liza Minnelli y Michael Jackson, entre muchos otros— se hizo un silencio de hielo, casi aterrador.

Considerada como la mejor película jamás realizada, el film de Coppola explica, a través de la historia de una familia, la verdad del imperio americano, construido a base de una violencia extrema y el empuje de única divinidad en una sociedad multirreligiosa como pocas: el dinero.

La impronta de la obra maestra de Coppola adquiere un tono aún más heroico y desquiciado tras ver La oferta (SkyShowtime). La serie, basada en hechos reales e inspirada en las memorias de Mario Puzo, autor de la novela, las de Robert Evans, el revolucionario productor de la Paramount, y el libro Leave the Gun, Take de Cannoli. The Epic Story of the Making of The Godfather (Simon & Schuster, 2021) del periodista Mark Seal, detalla el papel de la mafia en los inicios de la película y los obstáculos a los que se enfrentó el filme, un camino artístico difícil y turbio como pocos. Tanto, que tras ver La oferta, El Padrino queda coronada, también, como una película-milagro.

Creada por Michael Tolkin y la guionista Nikki Toscano y Leslie Greif, a la serie le sobra metraje y tiene momentos mediocres, pero engancha por los entresijos reales de un rodaje casi tan fascinante y perturbador como la película.

La recreación del rodaje de 'El Padrino', en 'La oferta'.

Desayuno con el capo

La oferta utiliza la figura de Albert S. Ruddy (interpretado por Miles Teller), productor del filme de Coppola —y ganador de un Oscar por ello—, como hilo conductor para explicar esta asombrosa historia de amenazas, engaños, perseverancia y miles de horas de obsesivo trabajo por plasmar la visionaria mirada de Coppola sobre los putrefactos cimientos del sueño americano.

Ruddy era un novato, un tipo que había escrito el guion de La fuga de Logan para televisión, y que pocos años atrás trabajaba como supervisor de obras en una empresa de construcción de Nueva Jersey (lo que le ayudó para lidiar después con la mafia). Al productor-jefazo de la Paramount Robert Evans (Matthew Goode en la serie) le gustó su estilo de conseguidor-de-todo-lo-que-haga-falta y le dio el encargo de producir El Padrino.

Justin Chambers como Marlon Brando y Miles Teller como Albert Ruddy, en 'La oferta'.

Acompañado por Coppola (interpretado por Dan Fogler), su asistente Bettye McCartt (Juno Temple), Mario Puzo (Patrick Gallo) y, a veces, con el apoyo del propio Evans, Ruddy pelea por llevar la película adelante. Y es una lucha de tintes épicos, porque se enfrentaron a los jefes de la Paramount —su propio estudio—, pendientes de repetir fórmulas que den dinero, y se las vieron también con la mafia, que consideraba que la obra humillaba a la población italoamericana.

La oferta revela que Ruddy se reunió con Joseph Colombo (interpretado por Giovanni Ribisi), el supercapo de una de las cinco famiglias de Nueva York, y fundador la Liga Italoamericana contra la Difamación, para allanar el camino a la película. Un hecho real que sucedió en 1971 y en el que Colombo le exigió a Ruddy eliminar los nombres de mafia y cosa nostra del guion (en el libreto original solo aparecían un par de veces, pero Colombo no lo sabía), supervisar dicho guion (el productor se lo facilitó, pero el mafioso no pasó de la primera página), y la recaudación del día del estreno para un hospital relacionado con la Liga Italoamericana (una demanda que no queda claro si prosperó, porque Colombo fue tiroteado en un ajuste de cuentas entre familias mafiosas).

Hasta ese encuentro todo fueron trabas. Ruddy y Evans sufrieron serias amenazas físicas, los permisos de rodaje en las calles Little Italy se rechazaban una y otra vez y algunos miembros de la mafia lucharon por controlar el sindicato de trabajadores. De hecho, algunos también presionaron por participar en ella, y unos pocos lo consiguieron. Es el caso de Gianni Russo —el personaje de Carlo Rizzi, yerno del Padrino—, que había trabajado para el supermafioso Frank Costello (modelo de Don Vito Corleone), y es también el caso del cantante Al Martino —Johnny Fontane—, con conexiones con Colombo.

Giovanni Ribisi como Joe Colombo en 'La oferta'.

Las batallas también se daban en las salas de reuniones. Algunos jefes de la Paramount se negaron a que Marlon Brando, considerado entonces “veneno para la taquilla”, interpretara a Don Corleone, y tampoco querían que un actor tan desconocido como era entonces Al Pacino obtuviera el papel protagonista. Ofrecieron los nombres de Robert Redford, Ryan O’Neal, Dustin Hoffman o Jack Nicholson, pero Coppola no dio su brazo a torcer.

El rodaje fue sonado, y acaparó titulares desde el primer fotograma. Un reportaje de The New York Times de verano de 1971 narra un día de grabación —la escena del tiroteo de Don Corleone frente a una tienda, entre naranjas—, en el que detalla que un puñado de mafiosos asistieron a las repeticiones de la escena, explicando que Brando no estaba mal como capo, pero que Anthony Quinn o Ernest Borgnine lo hubieran interpretado mucho mejor.

La recreación del rodaje de 'El Padrino', en 'La oferta'.

Carne de caballo

La serie muestra el insondable peso del azar en toda empresa humana. Si Coppola, Puzo y Brando no hubieran estados cargados de deudas no se habrían embarcado en el proyecto. Ruddy consiguió convencer a la esposa de Puzo para llevarse a su marido a trabajar a Hollywood prometiéndole vigilar su alimentación (el escritor comía pizza y macarrones compulsivamente y tenía diabetes), y Frank Sinatra también fue un obstáculo para la película: el escritor se encontró casualmente con él en el restaurante Chasen’s de Hollywood, y este lo maltrató públicamente por retratar en su libro y en el guion a un cantante italoamericano con conexiones con la mafia.

Matthew Goode como Robert Evans, en 'La oferta'.

La oferta relata otro tenebroso hecho real: la cabeza cortada de caballo que un mandamás de Hollywood encuentra en su cama —una de las escenas más icónicas de la película— no era fake, sino verdadera. Tal y como revela Mark Seal en su libro, la cabeza se consiguió gracias a una empresa de comida para perros hecha de carne de caballo.

Contra viento y marea, contra los estudios y contra la mafia, Coppola, Ruddy y compañía consiguieron ganar sucesivamente la batalla del casting, la de las localizaciones (el estudio en principio también denegó el permiso para rodar en Sicilia), la del presupuesto (se gastó mucho más de lo previsto), la del tipo de filmación (era una película muy oscura, literal y metafóricamente para la época), la de la edición (en un principio los estudios quisieron cortar 40 minutos de metraje), la de la imagen promocional de la película (se intentó imponer la imagen de Brando como Don Corleone, pero finalmente se cedió a la idea de usar la portada del libro de Puzo), y la de la banda sonora (Evans quería a Henry Mancini, pero Coppola impuso a Nino Rota, que supo dar con la perfecta nota sombría que envuelve el filme).

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Aun así, hasta el mismo día del estreno en el Loew’s State Theatre aquel martes de marzo de 1972, Coppola no estaba del todo convencido con su película. Le parecía algo aburrida.

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The Epic Story of the Making of The Godfather (Simon & Schuster, 2021) del periodista Mark Seal, detalla el papel de la mafia en los inicios de la película y los obstáculos a los que se enfrentó el filme, un camino artístico difícil y turbio como pocos. Tanto, que tras ver La oferta, El Padrino queda coronada, también, como una película-milagro. Creada por Michael Tolkin y la guionista Nikki Toscano y Leslie Greif, a la serie le sobra metraje y tiene momentos mediocres, pero engancha por los entresijos reales de un rodaje casi tan fascinante y perturbador como la película.Desayuno con el capo La oferta utiliza la figura de Albert S. Ruddy (interpretado por Miles Teller), productor del filme de Coppola —y ganador de un Oscar por ello—, como hilo conductor para explicar esta asombrosa historia de amenazas, engaños, perseverancia y miles de horas de obsesivo trabajo por plasmar la visionaria mirada de Coppola sobre los putrefactos cimientos del sueño americano. Ruddy era un novato, un tipo que había escrito el guion de La fuga de Logan para televisión, y que pocos años atrás trabajaba como supervisor de obras en una empresa de construcción de Nueva Jersey (lo que le ayudó para lidiar después con la mafia). Al productor-jefazo de la Paramount Robert Evans (Matthew Goode en la serie) le gustó su estilo de conseguidor-de-todo-lo-que-haga-falta y le dio el encargo de producir El Padrino. Acompañado por Coppola (interpretado por Dan Fogler), su asistente Bettye McCartt (Juno Temple), Mario Puzo (Patrick Gallo) y, a veces, con el apoyo del propio Evans, Ruddy pelea por llevar la película adelante. Y es una lucha de tintes épicos, porque se enfrentaron a los jefes de la Paramount —su propio estudio—, pendientes de repetir fórmulas que den dinero, y se las vieron también con la mafia, que consideraba que la obra humillaba a la población italoamericana.La oferta revela que Ruddy se reunió con Joseph Colombo (interpretado por Giovanni Ribisi), el supercapo de una de las cinco famiglias de Nueva York, y fundador la Liga Italoamericana contra la Difamación, para allanar el camino a la película. Un hecho real que sucedió en 1971 y en el que Colombo le exigió a Ruddy eliminar los nombres de mafia y cosa nostra del guion (en el libreto original solo aparecían un par de veces, pero Colombo no lo sabía), supervisar dicho guion (el productor se lo facilitó, pero el mafioso no pasó de la primera página), y la recaudación del día del estreno para un hospital relacionado con la Liga Italoamericana (una demanda que no queda claro si prosperó, porque Colombo fue tiroteado en un ajuste de cuentas entre familias mafiosas). Hasta ese encuentro todo fueron trabas. Ruddy y Evans sufrieron serias amenazas físicas, los permisos de rodaje en las calles Little Italy se rechazaban una y otra vez y algunos miembros de la mafia lucharon por controlar el sindicato de trabajadores. De hecho, algunos también presionaron por participar en ella, y unos pocos lo consiguieron. Es el caso de Gianni Russo —el personaje de Carlo Rizzi, yerno del Padrino—, que había trabajado para el supermafioso Frank Costello (modelo de Don Vito Corleone), y es también el caso del cantante Al Martino —Johnny Fontane—, con conexiones con Colombo.Las batallas también se daban en las salas de reuniones. Algunos jefes de la Paramount se negaron a que Marlon Brando, considerado entonces “veneno para la taquilla”, interpretara a Don Corleone, y tampoco querían que un actor tan desconocido como era entonces Al Pacino obtuviera el papel protagonista. Ofrecieron los nombres de Robert Redford, Ryan O’Neal, Dustin Hoffman o Jack Nicholson, pero Coppola no dio su brazo a torcer.El rodaje fue sonado, y acaparó titulares desde el primer fotograma. Un reportaje de The New York Times de verano de 1971 narra un día de grabación —la escena del tiroteo de Don Corleone frente a una tienda, entre naranjas—, en el que detalla que un puñado de mafiosos asistieron a las repeticiones de la escena, explicando que Brando no estaba mal como capo, pero que Anthony Quinn o Ernest Borgnine lo hubieran interpretado mucho mejor.Carne de caballoLa serie muestra el insondable peso del azar en toda empresa humana. Si Coppola, Puzo y Brando no hubieran estados cargados de deudas no se habrían embarcado en el proyecto. Ruddy consiguió convencer a la esposa de Puzo para llevarse a su marido a trabajar a Hollywood prometiéndole vigilar su alimentación (el escritor comía pizza y macarrones compulsivamente y tenía diabetes), y Frank Sinatra también fue un obstáculo para la película: el escritor se encontró casualmente con él en el restaurante Chasen’s de Hollywood, y este lo maltrató públicamente por retratar en su libro y en el guion a un cantante italoamericano con conexiones con la mafia. La oferta relata otro tenebroso hecho real: la cabeza cortada de caballo que un mandamás de Hollywood encuentra en su cama —una de las escenas más icónicas de la película— no era fake, sino verdadera. Tal y como revela Mark Seal en su libro, la cabeza se consiguió gracias a una empresa de comida para perros hecha de carne de caballo. Contra viento y marea, contra los estudios y contra la mafia, Coppola, Ruddy y compañía consiguieron ganar sucesivamente la batalla del casting, la de las localizaciones (el estudio en principio también denegó el permiso para rodar en Sicilia), la del presupuesto (se gastó mucho más de lo previsto), la del tipo de filmación (era una película muy oscura, literal y metafóricamente para la época), la de la edición (en un principio los estudios quisieron cortar 40 minutos de metraje), la de la imagen promocional de la película (se intentó imponer la imagen de Brando como Don Corleone, pero finalmente se cedió a la idea de usar la portada del libro de Puzo), y la de la banda sonora (Evans quería a Henry Mancini, pero Coppola impuso a Nino Rota, que supo dar con la perfecta nota sombría que envuelve el filme). Aun así, hasta el mismo día del estreno en el Loew’s State Theatre aquel martes de marzo de 1972, Coppola no estaba del todo convencido con su película. Le parecía algo aburrida. 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Ruddy era un novato, un tipo que había escrito el guion de La fuga de Logan para televisión, y que pocos años atrás trabajaba como supervisor de obras en una empresa de construcción de Nueva Jersey (lo que le ayudó para lidiar después con la mafia). Al productor-jefazo de la Paramount Robert Evans (Matthew Goode en la serie) le gustó su estilo de conseguidor-de-todo-lo-que-haga-falta y le dio el encargo de producir El Padrino.

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