<p>En la <strong>parábola bíblica del hijo pródigo</strong>, este vuelve a casa arrepentido tras gastar toda su herencia, y su padre lo recibe con alegría y perdón. En <i><strong>Pródigo</strong></i>, estrenada ayer en la <strong>Nave 10 de Matadero Madrid</strong>, <strong>Eva Mir</strong> (Valencia, 1996), <strong>una de las dramaturgas más prometedoras de nuestro país</strong>, da un giro al relato y convierte al hijo en símbolo de una toda generación en permanente huida hacia delante.</p>
La joven dramaturga y directora Eva Mir actualiza la parábola bíblica en su nueva obra para hablar de unos jóvenes en permanente huida hacia delante
En la parábola bíblica del hijo pródigo, este vuelve a casa arrepentido tras gastar toda su herencia, y su padre lo recibe con alegría y perdón. En Pródigo, estrenada ayer en la Nave 10 de Matadero Madrid, Eva Mir (Valencia, 1996), una de las dramaturgas más prometedoras de nuestro país, da un giro al relato y convierte al hijo en símbolo de una toda generación en permanente huida hacia delante.
Tiempo atrás, uno de los intérpretes de su compañía le contó su historia de «divorcio» con su padre. De ahí salió la inspiración de usar la parábola y todas sus versiones. Como Mir no se sentía del todo interpelada por estas interpretaciones más arcaicas, se encendió en ella una voluntad de trasladar al teatro contemporáneo aquellos textos. «Me encanta tener una premisa de la que partir. Que me den un estímulo y no toda la vía libre, que me digan: ‘Este es el mínimo argumento, ahora juega con estas piezas'», dice.
En su versión, con la madre como eje central, usa una familia que dirige una exitosa empresa cárnica para hacer una metáfora entre familia y trabajo y cómo los personajes -como reflejo del resto del mundo- intentan que cada aspecto de su vida se enfoque en la productividad. «Tú dices que esta familia es una empresa», le dice el hijo al padre. «Pues, si lo es, yo me quiero ir al paro». Para la directora, Pródigo dialoga mucho con la idea de «querer que tus hijos respondan a tus expectativas. Y cómo a veces esas imposiciones crean adultos muy dependientes e infelices».
«Hay un momento vital en el que sientes que nada está respondiendo a las expectativas que te habían sembrado sobre tu futuro»
En su obra eligió vincular la huida del hijo con la huida de toda una generación ante la incertidumbre del porvenir. «Pensaba en este momento vital en el que sientes que nada está respondiendo a las expectativas que te habían sembrado sobre tu futuro y sientes esa necesidad de huir y encontrar a la vuelta el abrazo de alguien que te diga: ‘Aquí puedes estar tranquilo, puedes descansar’. En un momento que es tan complicado encontrar refugio«, reflexiona.
Con ese hijo que se plantea salir empiezan a plantearse en la cabeza del espectador preguntas: «¿Salir de qué? De una manera de hacer que hemos aprendido erróneamente. ¿Y cuál es la alternativa? ¿Es posible ya o estamos abocados a seguir una inercia en la que el trabajo, el dinero y esa esperanza de éxito sean las que nos rijan?«. Ese es el verdadero viaje de su Pródigo.
En su caso, a Eva Mir las expectativas le pesan más en la sala de ensayo. Su obra aborda y critica frontalmente temas como la gentrificación o el cierre de comercios locales, pero para Mir es inevitable mezclar asuntos. «No puedo hablar de algunas cosas sin hablar de otras», comenta. «En una época en la que tenemos la capacidad de pasar tan rápidamente de unas imágenes a otras, de unos discursos a otros, de unas noticias a otras, para mí es imposible pensar en un monotema. Todo se filtra sin querer».
La obra, que se estrenó primero en Valencia usando como escenario un edificio entero, juega mucho con la interacción con el público. «Quería que el espectador tuviera por momentos la sensación de estar haciendo el viaje con el hijo, componiendo la historia en directo con los personajes». Mir intenta que el público se sitúe en medio entre el padre y el hijo, los dos grandes bloques en disputa, y para ello en ciertas escenas, incluso, los sitúa físicamente, espacialmente, de este modo, «para que, en ese limbo, esté casi decidiendo dónde se encuentra mejor«.
En esta inmersión juega otro papel fundamental la música, diseñada y ejecutada en directo por Marcos Nadie. Estas canciones tratan de hacer un viaje entre generaciones. «Hay desde referencias a Serrat o los Beatles, más de nuestra infancia y nuestros padres, a Carolina Durante o Los Punsetes, sampleados«. Mir trata de apelar a nuestros imaginarios de infancia o madurez a través de la sonoridad.
Precisamente por ser una obra que se ha adaptado ahora al escenario madrileño, Mir ha podido ir ajustándose, condensándola y dándose cuenta de que a veces se necesita poco para conectar. «Es un proceso que casi nunca se hace, y es muy bonito. A mí es lo que me parece orgánico y lo que me parece el teatro realmente, una negociación continua entre la escritura, la escena, los actores…«, asegura.
En Pródigo, lo esencial no es la peripecia del viaje, sino el gesto de regresar. La directora desplaza la parábola hacia el presente y la convierte en espejo de toda una generación que, entre incertidumbre y expectativas heredadas, se pregunta qué significa volver y a qué lugar se regresa. «Lo importante es el hecho de volver», resume la autora. En esa decisión, sin redención fácil ni respuestas cerradas, se abre un espacio donde intérpretes y público comparten la duda de qué queda de nosotros cuando retornamos.
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