<p>El último tigre de Singapur fue abatido en 1930 en la aldea de Choa Chu Kang, hoy un moderno distrito residencial con rascacielos y línea de metro aéreo. En poco más de un siglo de colonización británica los tigres, dueños de la región durante milenios, se extinguieron. A principios del siglo XIX, Singapur tan solo era una islita al sur de Malasia, cubierta de bosques y manglares, con una población autóctona de un millar de personas: un enclave estratégico para el Imperio Británico, que buscaba contrarrestar la creciente influencia holandesa en las Indias Orientales y estableció un puerto comercial libre de impuestos.</p>
Es uno de los artistas asiáticos con más proyección internacional. Su obra política se esconde tras la poesía para sortear la censura de su país y este verano expone en la Fundación LUMA de Arlés su muestra más ambiciosa en Europa
El último tigre de Singapur fue abatido en 1930 en la aldea de Choa Chu Kang, hoy un moderno distrito residencial con rascacielos y línea de metro aéreo. En poco más de un siglo de colonización británica los tigres, dueños de la región durante milenios, se extinguieron. A principios del siglo XIX, Singapur tan solo era una islita al sur de Malasia, cubierta de bosques y manglares, con una población autóctona de un millar de personas: un enclave estratégico para el Imperio Británico, que buscaba contrarrestar la creciente influencia holandesa en las Indias Orientales y estableció un puerto comercial libre de impuestos.
Solo tras un breve repaso histórico el público europeo puede entender el extraño y onírico vídeo One or Several Tigers (Uno o varios tigres, 2017) de Ho Tzu Nyen, el artista singapurense con mayor proyección internacional. En una especie de cine cual ring de boxeo -salvo que es el espectador quien está en el centro- dos pantallas enfrentan a dos personajes, un tigre y un explorador con aires de Indiana Jones, que libran una batalla cósmica, épica y algo surrealista. El Indiana Jones es George Drumgoole Coleman, arquitecto irlandés que diseñó el primer mapa urbano de Singapur en 1822. El duelo con el tigre remite tanto a una danza ancestral animista (cuando era venerado como un animal totémico), como a una batalla de Street Fighter que se libra en el cosmos y la selva. En 30 minutos, con una estética de animación cercana a un videojuego y toques del teatro de sombras asiático, Ho Tzu Nyen condensa la historia de su país en esta especie de vídeo-cuento simbólico. «La historia de Singapur no es solo la de un país, representa la de toda la región, con la complejidad de los procesos de colonización: desde el Imperio británico hasta la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, la independencia, la influencia de Estados Unidos…», explica Ho Tzu Nyen en la Fundación LUMA de Arlés, donde acaba de inaugurar su exposición más ambiciosa en Europa, Día espectral y cuentos extraños.
Hace justo 10 años, el Guggenheim de Bilbao nos descubría a Ho Tzu Nyen con el vídeo La nube del nosaber sobre la vida en un bloque de pisos de protección oficial en Singapur, un lugar abandonado y humilde, en paralelo a la exploración de una nube como concepto filosófico. A la sombra de otro edificio de Frank Gehry,la impresionante torre LUMA, Ho Tzu Nyen despliega una fascinante retrospectiva de cinco vídeoinstalaciones, aunque parecen 50 por la profundidad y densidad de cada pieza. En esta década, ya se ha consolidado como uno de los grandes artistas y cineastas asiáticos, participando en los festivales de Cannes, Locarno o Sundance; y con exposiciones en medio mundo, del M+ de Hong Kong a los principales museos de Japón, Shanghái o Estados Unidos. Recientemente, ha sido nombrado director artístico de la Bienal de Gwangju (Corea del Sur), la más importante de Asia.
«Cuando empecé a exponer en el extranjero, me sorprendía que mucha gente creyera que Singapur era parte de China…», ríe. «Ahora existe mucha más conciencia del multiculturalismo y un mayor interés por las narrativas del sudeste asiático. Realmente creo que va más allá de una moda pero, al mismo tiempo, a veces siento que quizás la gente aún no está lista para escuchar ciertas historias», añade.
Historias que él cuenta con un pie en la tradición occidental y otro en la oriental, entre los blockbusters de Hollywood y el cine clásico de la Escuela de Hong Kong, añadiendo una gran dosis de filosofía, del taoísmo al estructuralismo («leer a Deleuze me cambió la vida», confiesa). «Esta mezcla es muy natural en Singapur. Desde niño estás expuesto a ambos mundos. El inglés es el idioma oficial en el colegio y al crecer tu imaginación está constituida por imágenes e historias de la tradición occidental tanto como de la oriental. Para nosotros, Asia siempre mira y está en conversación con Occidente, aunque a veces creo que no se da a la inversa», explica.
Ho Tzu Nyen lleva años construyendo un abecedario fílmico para explorar la idea artificial del sudeste asiático. «Es una invención relativamente reciente, básicamente de Estados Unidos, para unir a territorios muy dispares que no comparten ni una lengua, ni una cultura, ni una religión… Tras la invasión japonesa en la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas crearon una organización llamada Comando del Sudeste Asiático (SEAC por sus iniciales en inglés). Después, en las universidades estadounidenses comenzaron a proliferar departamentos de estudios del sudeste asiático, muchos financiados por la CIA que, en el contexto de la Guerra Fría, quería detener la propagación del comunismo en la región. Y para eso tenía que entender la región. El apogeo llegó con la guerra de Vietnam…», explica. Hace una pausa y reflexiona: «Mi interés en el sudeste asiático viene por esta paradoja: después de más de 50 años esta construcción se ha vuelto real, ahora se ha convertido en algún tipo de región».
Entre las paradojas de la propia Singapur, uno de los países más seguros y ricos del mundo, con una sorprendente ratio de millonarios, se impone un sistema político supuestamente democrático pero con una férrea censura y un Partido de Acción Popular (PAP) que gobierna desde 1959, ganando siempre las elecciones. A pesar de ser una república, en la calle se habla de la dinastía Lee, ya que todos los presidentes han sido miembros de esa todopoderosa familia, salvo el actual, Lawrence Wong, escogido este mismo año. «El proceso de censura es algo con lo que crecí. Cada pieza que muestras en público tienes que enviarla previamente a la censura. Por eso nunca hay una crítica directa en mi obra, aunque sí mucho contenido político», admite el artista que, sin embargo, no pudo sortear la censura china.
En la Bienal de Shanghái, su obra The Nameless fue cancelada por exponer las atrocidades del comunismo en Malasia. «Hablar del comunismo en China siempre es complicado», suspira. Y, por supuesto, se puede ver en Arlés. «Cada vez se dan más casos de censura en Estados Unidos o Europa. La diferencia es que en Occidente hay la noción de que la democracia y la libertad de expresión existen, que están protegidas por una constitución. Pero en Oriente no hay pretensiones de que haya libertad de expresión, todos saben que la censura es real…», expone Ho Tzu Nyen, que recurre a la poesía y la cosmogonía ancestral para sortearla. Y a la protección del tigre.
En Arlés, el artista presenta su última obra, la cruda y bellísima Phantoms of Endless Day (Fantasmas de un día sin fin), una suerte de Apocalipsis Now artístico y poético, a pesar de la brutalidad de los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. En cuatro grandes pantallas rodeadas por 18 altavoces -y, de nuevo, el espectador en medio- el filme sigue a cuatro grupos distintos por la selva de Singapur, cada uno con sus propios credos: un escuadrón de soldados japoneses con la misión de construir una Gran Asia, los guerrilleros comunistas que luchan contra la invasión nipona para instaurar su sociedad ideal, unos agentes británicos abandonados por su gobierno y dos seres místicos, un espíritu del bosque y un hombre-tigre chamán (sí, los tigres se pasean por prácticamente todas las obras de Ho Tzu Nyen). «La instalación está basada en una película que hice en 2011, Endless Day, pero que quedó inacabada. Con un complejo vídeo algorítmico generado con inteligencia artificial por fin ha quedado terminada», señala el artista sobre las cerca de diez horas de imágenes, que van de los paisajes tropicales más hermosos hasta las escenas más violentas de tortura y muerte.
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