<p>Se atribuye a <strong>Picasso </strong>la siguiente cita: <strong>»Desde Altamira, todo es decadencia»</strong>. La afirmación, en cualquier caso, encaja con la intuición que llevó a no pocos de los artistas que dictaron el destino de las vanguardias del siglo XX a considerar que, para romper sus convenciones, lo mejor que podía hacer el arte era atender a su origen. El interés por las pinturas rupestres y otras expresiones paleolíticas se convirtió así en <strong>un signo de modernidad, </strong>no por ganas de alimentar la paradoja sino porque aquellos testimonios ofrecían respuestas claras a cuestiones urgentes como la tensión entre figura y forma.</p>
El Thyssen de Málaga revisa en la exposición ‘Telúricos y primitivos’ la influencia del arte prehistórico y las pinturas rupestres en los artistas de vanguardia del siglo XX en España
Se atribuye a Picasso la siguiente cita: «Desde Altamira, todo es decadencia». La afirmación, en cualquier caso, encaja con la intuición que llevó a no pocos de los artistas que dictaron el destino de las vanguardias del siglo XX a considerar que, para romper sus convenciones, lo mejor que podía hacer el arte era atender a su origen. El interés por las pinturas rupestres y otras expresiones paleolíticas se convirtió así en un signo de modernidad, no por ganas de alimentar la paradoja sino porque aquellos testimonios ofrecían respuestas claras a cuestiones urgentes como la tensión entre figura y forma.
Esta mirada a las fuentes primigenias desde las vanguardias en el contexto español es la premisa de Telúricos y primitivos, la nueva exposición temporal del Museo Carmen Thyssen Málaga, del 7 de octubre al 1 de marzo. La muestra reúne unas sesenta obras en diversos formatos (pinturas, esculturas, dibujos, fotografías y grabados) de artistas como el propio Picasso, Guinovart, Torres-García, Mallo, Miró, Chillida, Canogar y Barceló, entre muchos otros.
Todos estos artistas «se remontaron a lo rupestre, lo indígena o lo primario en un trasfondo histórico que impelía a partir de cero para reencontrar una nueva identidad plástica. Como si el arte español comenzara otra vez, en la vanguardia, desde el origen más absoluto: el de la materia de que está hecha la naturaleza y los signos más ancestrales de la primera expresión humana», explica la directora artística del museo, Lourdes Moreno.
La exposición, comisariada por Bárbara García Menéndez y Alberto Gil, se distribuye en dos secciones significativamente conectadas: Telúricos pone el foco en los artistas que, durante los años 20 y 30, «se entregaron a la invención de un paisaje personal, radicalmente novedoso, surgido de las esencias primigenias de lo natural, del subconsciente o de los sueños», ya fuese desde la Escuela de Vallecas (Palencia, Alberto, Lekuona) o desde la periferia del surrealismo que conectaba lo onírico con el mundo rural (Miró, Domínguez, Esteban Francés, Moreno Villa, Mallo).
En Primitivos, los protagonistas son los artistas que desarrollaron las vanguardias durante el franquismo a partir de fuentes como las pinturas prehistóricas, las culturas indígenas, la abstracción primitivista de Paul Klee y el nuevo informalismo (de Saura a Chirino pasando por Millares, Lagunas, Aguayo, Canogar o Picasso).
En este paradigma, apunta Moreno, «el ser humano, asunto principal del arte durante siglos, es desplazado progresivamente del centro de los relatos, en favor de una determinada visión de la naturaleza o del mundo interior de los creadores». La exposición brinda así una perspectiva poco explorada del arte español del último siglo con la mirada puesta, claro, en el futuro.
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