Año 1990. Kathleen Hanna, cantante de la banda Bikini Kill, al ver a un par de sujetos violentos en las primeras filas de su concierto pidió al público: “Todas las chicas al frente. Chicos, por una vez en vuestras vidas sed majos y dejad a las chicas delante. ¡Chicas al frente!”. Este acto inédito hasta la fecha se convirtió en un grito de guerra. No fue solo una consigna, sino una redefinición radical de los espacios de la escena punk y hardcore dominados por hombres. En Rebel Girl: Mi vida como una feminista punk (edita Liburuak), Hanna cuenta en primera persona cómo se convirtió en una fuerza cultural que ha dejado una huella imborrable en la historia de la música y de la cultura. “Necesitaba dejar los noventa detrás. Si te interesa algo de lo que me sucedió en esta época aquí lo tienes”, confiesa Hanna desde su casa de Los Ángeles, vía Zoom. Y es que en los noventa pasaron muchísimas cosas en el universo Hanna. En un mundo donde la música ha sido tradicionalmente dominada por voces masculinas, Kathleen Hanna emergió como un huracán, desafiando las normas y redefiniendo lo que significa ser una mujer en la escena musical. Su figura fue un catalizador para el cambio. Con su primer grupo, Bikini Kill, revolvió y pateó el establishment alternativo a base de verdades como puños y hits que relataban historias de maltratos, racismo y homofobia con las que muchas mujeres se identificaron. “Mi amiga Tobi Vail dice que lo más universal que puedes hacer es hablar sobre tu situación concreta. Espero que gente que haya sufrido como yo problemas de abuso, sexismo u homofobia pueda leer este libro; reconocerse y decir: ‘No estoy sola, y algo así no te puede joder la vida’. Por lo que he hablado con mis amigas es algo normal haber sufrido algún abuso en casa y luego que se repita fuera de ella. No es que te lo busques, sino que no eres tan propensa a detectar las red flags porque tu intuición se ha apagado simplemente al tener que sobrevivir a tu abuso familiar. Podemos liberarnos de toda esa rabia que acumulamos en nuestros cuerpos hablando abiertamente, incluso podemos bromear con el trauma, es como yo lo he superado”.
Junto a otros grupos de chicas como Bratmobile o Heavens to Betsy y una comunidad artística basada en las ciudades de Olympia y Washington D.C. lideró y propulsó el movimiento Riot Grrrl, una de las corrientes musicales modernas y feministas más influyentes de la historia. El Riot Grrrl surgió como respuesta al machismo en la música alternativa y a la invisibilidad de las mujeres en la escena. Las Bikini Kill decidieron dejar de hablar con la prensa lo que elevó todavía más su polémica existencia. “La realidad es que dejamos de hablar con la prensa sin más, sin comunicados ni nada parecido. Como una medida de autoprotección y para evitar volvernos locas. La prensa alternativa solo quería hablar de los abusos que sufrí, de mi trabajo como stripper o de mi relación con Kurt Cobain. Sentí que no debía perder una hora de mi vida haciendo una entrevista con un periodista abusador que me estaba diciendo en mi cara que era una feminazi. También dejé de hacer entrevistas con fanzines punk por exactamente los mismos motivos”. A Hanna la han vilipendiado una y mil veces por su supuesto amateurismo: “Siempre nos atacaron tachándonos de ser artistas fake por no ser virtuosas; la realidad es que nunca nos preocupamos por la autenticidad, creo que eso les jodía todavía más”. El impacto de Bikini Kill y del movimiento Riot Grrrl no puede subestimarse.
El libro es un maravilloso anecdotario de sus andanzas. Después de una noche de borrachera junto a su amigo Kurt Cobain, Kathleen al irse para su apartamento, le dejó pintada en una pared de su casa “Kurt Smells like Teen Spirit”, Kurt se acordó de esta frase y escribió un hit para la historia que cambió positivamente la música para siempre. Hay más, mucho más, como cuando aceptó aparecer en el mítico vídeo de Sonic Youth Bull in the Heather sabiendo que la iban a sepultar en los círculos indies por salir en la MTV, o su historia de amor-odio con la escritora Kathy Acker o sus mediáticos enfrentamientos con estrellas como Courtney Love. Como aquella vez, que supuestamente colocada se puso delante de Hanna frente a frente y le dijo que se apartara de su vista y se fuera a casa a dar de comer a los pobres para después noquearla.
En los 2000 formó The Julie Ruin y Le Tigre que la llevaron a otro nivel. “Pasé de gritar proclamas en un mundo hostil de hombres enfadados a encontrar mi comunidad, así que cuando formé Le Tigre todo cobró un matiz más festivo y seguro. Empecé a priorizar lo que sonaba versus lo que contaba y todo fue fluyendo más”. A esta banda le fue muy bien a nivel mundial, pero de la noche a la mañana se tuvo que retirar de los escenarios al ser diagnosticada con la enfermedad de Lyme. Un retiro obligado donde empezó a gestar este libro, pero tuvo que abandonarlo porque estaba sin fuerzas. Su marido, Adam Horovitz, de los Beastie Boys, cuidó de ella noche y día y decidieron mudarse a Los Ángeles para recuperarse y así con el tiempo fue encontrándose mejor, retomó la idea del libro y reactivó Bikini Kill.
La vuelta de Bikini Kill avivó el interés por la banda. Todos sus discos se reeditaron, tocaron en los principales festivales del mundo y una nueva generación de superestrellas la reconocieron como una influencia capital. Kathleen se encontró con una legión de nuevos y nuevas fans y con una comunidad de grupos de chicas que la recibieron como el icono que es. “La realidad es que me siento afortunada y para mí es un honor que bandas jóvenes, como The Linda-Lindas o Trap Girl, hagan versiones de mis canciones. Es muy generoso por su parte, mucha gente nueva descubre quiénes somos por ellas”.
Incluso Miley Cyrus versionó una de sus canciones. Charli xcx confesó en la revista Esquire que Kathleen es la número uno y que debería ser una heroína para cualquier persona de este mundo. Olivia Rodrigo la ha citado como una influencia crucial en su vida e incluso la escritora Vivian Gornick ha reconocido el tremendo impacto que fue para ella aquello de “las chicas al frente”. La gira de salida de su libro en Estados Unidos se convirtió en todo un acontecimiento y lo presentaron, entre otras, la actriz Molly Ringwald (El club de los 5, La chica de rosa), la actriz, cómica y escritora Amy Poehler, el músico Questlove o el actor David Duchovny. Este bendito revival viene a corroborar la realidad: su legado es innegable y ella es una fuente de inspiración atemporal para miles de creadoras, músicas y artista.
Rebel Girl es, en definitiva, un relato personal y político que captura la esencia de una revolucionaria que comparte sus triunfos y fracasos, en un recordatorio de que el activismo no es lineal ni fácil. El título es también el nombre de una de sus más célebres canciones: “No quería llamar a mi libro así, pero es la canción que la gente conoce. Tiene un mensaje positivo sobre la comunidad y el poder feminista. Además es marketiniano, cuanta más gente lo lea mejor”. Esta primavera presentó en el Lincoln Center de Nueva York un proyecto comisariado por ella llamado Singer Outsiders junto a la cantante y compositora Tamar-kali, que incluyó un concierto homenaje a las pioneras del punk The Slits y otro a la cantante Poly Styrene, de X-Ray Spex. Está preparando un documental nuevo (ya tiene uno biográfico titulado The Punk Singer), otro libro y lleva tres años ensayando con un nuevo proyecto. Su vida, sin duda, daría para una serie: “Lo he pensado. Tengo 300 páginas extra que quedaron fuera del libro. ¿Te imaginas? Una serie para supervivientes de los noventa. Creo que sería una serie con la que mucha gente empatizaría, en el fondo lo de tener un grupo es como tener cualquier otro trabajo. Tienes que lidiar con un montón de mierda y obstáculos todos los días, reinventarte…”. Solo que por su reinvención han pasado Joan Jett (“la hermana que nunca tuve”), Ian MacKaye, mítico miembro de Minor Threat y Fugazi, a quien define como su modelo de conducta y la persona que la respaldó dentro de la escena alternativa. “Ser famoso en el underground es muy raro, es como un científico célebre al que nadie conoce en la vida común pero cuando va a una convención de científicos todos los que son de su ramo flipan. Me ayudó a sobrevivir y a entender que crear es lo único importante cuando te dedicas a esto y que quemar energías por gente idiota que solo sabe criticar es una pérdida de tiempo”. Hanna es una enciclopedia musical viviente que atesora cientos de anécdotas: una simple mención al grupo Pylon le lleva a mil desvíos más: recomienda a unos amigos suyos llamados Sweeping Promises, rememora momentos grandiosos de las Babes in Toyland, de Bratmobile, de Huggy Bear…
Kathleen Hanna es mucho más que una cantante punk; es una pionera, una activista y una voz que ha cambiado la historia de la música. Su libro es un testimonio de su lucha y su visión, pero también es una llamada a la acción. En un momento en el que muchos derechos fundamentales están bajo amenaza en muchas partes del mundo, la historia de Hanna nos recuerda que la resistencia es posible y que la música puede ser una herramienta poderosa para el cambio. Tal y como ella dice: “No se trata de ser perfecta; se trata de ser valiente”.
Año 1990. Kathleen Hanna, cantante de la banda Bikini Kill, al ver a un par de sujetos violentos en las primeras filas de su concierto pidió al público: “Todas las chicas al frente. Chicos, por una vez en vuestras vidas sed majos y dejad a las chicas delante. ¡Chicas al frente!”. Este acto inédito hasta la fecha se convirtió en un grito de guerra. No fue solo una consigna, sino una redefinición radical de los espacios de la escena punk y hardcore dominados por hombres. En Rebel Girl: Mi vida como una feminista punk (edita Liburuak), Hanna cuenta en primera persona cómo se convirtió en una fuerza cultural que ha dejado una huella imborrable en la historia de la música y de la cultura. “Necesitaba dejar los noventa detrás. Si te interesa algo de lo que me sucedió en esta época aquí lo tienes”, confiesa Hanna desde su casa de Los Ángeles, vía Zoom. Y es que en los noventa pasaron muchísimas cosas en el universo Hanna. En un mundo donde la música ha sido tradicionalmente dominada por voces masculinas, Kathleen Hanna emergió como un huracán, desafiando las normas y redefiniendo lo que significa ser una mujer en la escena musical. Su figura fue un catalizador para el cambio. Con su primer grupo, Bikini Kill, revolvió y pateó el establishment alternativo a base de verdades como puños y hits que relataban historias de maltratos, racismo y homofobia con las que muchas mujeres se identificaron. “Mi amiga Tobi Vail dice que lo más universal que puedes hacer es hablar sobre tu situación concreta. Espero que gente que haya sufrido como yo problemas de abuso, sexismo u homofobia pueda leer este libro; reconocerse y decir: ‘No estoy sola, y algo así no te puede joder la vida’. Por lo que he hablado con mis amigas es algo normal haber sufrido algún abuso en casa y luego que se repita fuera de ella. No es que te lo busques, sino que no eres tan propensa a detectar las red flags porque tu intuición se ha apagado simplemente al tener que sobrevivir a tu abuso familiar. Podemos liberarnos de toda esa rabia que acumulamos en nuestros cuerpos hablando abiertamente, incluso podemos bromear con el trauma, es como yo lo he superado”.Junto a otros grupos de chicas como Bratmobile o Heavens to Betsy y una comunidad artística basada en las ciudades de Olympia y Washington D.C. lideró y propulsó el movimiento Riot Grrrl, una de las corrientes musicales modernas y feministas más influyentes de la historia. El Riot Grrrl surgió como respuesta al machismo en la música alternativa y a la invisibilidad de las mujeres en la escena. Las Bikini Kill decidieron dejar de hablar con la prensa lo que elevó todavía más su polémica existencia. “La realidad es que dejamos de hablar con la prensa sin más, sin comunicados ni nada parecido. Como una medida de autoprotección y para evitar volvernos locas. La prensa alternativa solo quería hablar de los abusos que sufrí, de mi trabajo como stripper o de mi relación con Kurt Cobain. Sentí que no debía perder una hora de mi vida haciendo una entrevista con un periodista abusador que me estaba diciendo en mi cara que era una feminazi. También dejé de hacer entrevistas con fanzines punk por exactamente los mismos motivos”. A Hanna la han vilipendiado una y mil veces por su supuesto amateurismo: “Siempre nos atacaron tachándonos de ser artistas fake por no ser virtuosas; la realidad es que nunca nos preocupamos por la autenticidad, creo que eso les jodía todavía más”. El impacto de Bikini Kill y del movimiento Riot Grrrl no puede subestimarse.El libro es un maravilloso anecdotario de sus andanzas. Después de una noche de borrachera junto a su amigo Kurt Cobain, Kathleen al irse para su apartamento, le dejó pintada en una pared de su casa “Kurt Smells like Teen Spirit”, Kurt se acordó de esta frase y escribió un hit para la historia que cambió positivamente la música para siempre. Hay más, mucho más, como cuando aceptó aparecer en el mítico vídeo de Sonic Youth Bull in the Heather sabiendo que la iban a sepultar en los círculos indies por salir en la MTV, o su historia de amor-odio con la escritora Kathy Acker o sus mediáticos enfrentamientos con estrellas como Courtney Love. Como aquella vez, que supuestamente colocada se puso delante de Hanna frente a frente y le dijo que se apartara de su vista y se fuera a casa a dar de comer a los pobres para después noquearla.En los 2000 formó The Julie Ruin y Le Tigre que la llevaron a otro nivel. “Pasé de gritar proclamas en un mundo hostil de hombres enfadados a encontrar mi comunidad, así que cuando formé Le Tigre todo cobró un matiz más festivo y seguro. Empecé a priorizar lo que sonaba versus lo que contaba y todo fue fluyendo más”. A esta banda le fue muy bien a nivel mundial, pero de la noche a la mañana se tuvo que retirar de los escenarios al ser diagnosticada con la enfermedad de Lyme. Un retiro obligado donde empezó a gestar este libro, pero tuvo que abandonarlo porque estaba sin fuerzas. Su marido, Adam Horovitz, de los Beastie Boys, cuidó de ella noche y día y decidieron mudarse a Los Ángeles para recuperarse y así con el tiempo fue encontrándose mejor, retomó la idea del libro y reactivó Bikini Kill.La vuelta de Bikini Kill avivó el interés por la banda. Todos sus discos se reeditaron, tocaron en los principales festivales del mundo y una nueva generación de superestrellas la reconocieron como una influencia capital. Kathleen se encontró con una legión de nuevos y nuevas fans y con una comunidad de grupos de chicas que la recibieron como el icono que es. “La realidad es que me siento afortunada y para mí es un honor que bandas jóvenes, como The Linda-Lindas o Trap Girl, hagan versiones de mis canciones. Es muy generoso por su parte, mucha gente nueva descubre quiénes somos por ellas”.Incluso Miley Cyrus versionó una de sus canciones. Charli xcx confesó en la revista Esquire que Kathleen es la número uno y que debería ser una heroína para cualquier persona de este mundo. Olivia Rodrigo la ha citado como una influencia crucial en su vida e incluso la escritora Vivian Gornick ha reconocido el tremendo impacto que fue para ella aquello de “las chicas al frente”. La gira de salida de su libro en Estados Unidos se convirtió en todo un acontecimiento y lo presentaron, entre otras, la actriz Molly Ringwald (El club de los 5, La chica de rosa), la actriz, cómica y escritora Amy Poehler, el músico Questlove o el actor David Duchovny. Este bendito revival viene a corroborar la realidad: su legado es innegable y ella es una fuente de inspiración atemporal para miles de creadoras, músicas y artista.Rebel Girl es, en definitiva, un relato personal y político que captura la esencia de una revolucionaria que comparte sus triunfos y fracasos, en un recordatorio de que el activismo no es lineal ni fácil. El título es también el nombre de una de sus más célebres canciones: “No quería llamar a mi libro así, pero es la canción que la gente conoce. Tiene un mensaje positivo sobre la comunidad y el poder feminista. Además es marketiniano, cuanta más gente lo lea mejor”. Esta primavera presentó en el Lincoln Center de Nueva York un proyecto comisariado por ella llamado Singer Outsiders junto a la cantante y compositora Tamar-kali, que incluyó un concierto homenaje a las pioneras del punk The Slits y otro a la cantante Poly Styrene, de X-Ray Spex. Está preparando un documental nuevo (ya tiene uno biográfico titulado The Punk Singer), otro libro y lleva tres años ensayando con un nuevo proyecto. Su vida, sin duda, daría para una serie: “Lo he pensado. Tengo 300 páginas extra que quedaron fuera del libro. ¿Te imaginas? Una serie para supervivientes de los noventa. Creo que sería una serie con la que mucha gente empatizaría, en el fondo lo de tener un grupo es como tener cualquier otro trabajo. Tienes que lidiar con un montón de mierda y obstáculos todos los días, reinventarte…”. Solo que por su reinvención han pasado Joan Jett (“la hermana que nunca tuve”), Ian MacKaye, mítico miembro de Minor Threat y Fugazi, a quien define como su modelo de conducta y la persona que la respaldó dentro de la escena alternativa. “Ser famoso en el underground es muy raro, es como un científico célebre al que nadie conoce en la vida común pero cuando va a una convención de científicos todos los que son de su ramo flipan. Me ayudó a sobrevivir y a entender que crear es lo único importante cuando te dedicas a esto y que quemar energías por gente idiota que solo sabe criticar es una pérdida de tiempo”. Hanna es una enciclopedia musical viviente que atesora cientos de anécdotas: una simple mención al grupo Pylon le lleva a mil desvíos más: recomienda a unos amigos suyos llamados Sweeping Promises, rememora momentos grandiosos de las Babes in Toyland, de Bratmobile, de Huggy Bear…Kathleen Hanna es mucho más que una cantante punk; es una pionera, una activista y una voz que ha cambiado la historia de la música. Su libro es un testimonio de su lucha y su visión, pero también es una llamada a la acción. En un momento en el que muchos derechos fundamentales están bajo amenaza en muchas partes del mundo, la historia de Hanna nos recuerda que la resistencia es posible y que la música puede ser una herramienta poderosa para el cambio. Tal y como ella dice: “No se trata de ser perfecta; se trata de ser valiente”. Seguir leyendo
Año 1990. Kathleen Hanna, cantante de la banda Bikini Kill, al ver a un par de sujetos violentos en las primeras filas de su concierto pidió al público: “Todas las chicas al frente. Chicos, por una vez en vuestras vidas sed majos y dejad a las chicas delante. ¡Chicas al frente!”. Este acto inédito hasta la fecha se convirtió en un grito de guerra. No fue solo una consigna, sino una redefinición radical de los espacios de la escena punk y hardcore dominados por hombres. En Rebel Girl: Mi vida como una feminista punk (edita Liburuak), Hanna cuenta en primera persona cómo se convirtió en una fuerza cultural que ha dejado una huella imborrable en la historia de la música y de la cultura. “Necesitaba dejar los noventa detrás. Si te interesa algo de lo que me sucedió en esta época aquí lo tienes”, confiesa Hanna desde su casa de Los Ángeles, vía Zoom. Y es que en los noventa pasaron muchísimas cosas en el universo Hanna. En un mundo donde la música ha sido tradicionalmente dominada por voces masculinas, Kathleen Hanna emergió como un huracán, desafiando las normas y redefiniendo lo que significa ser una mujer en la escena musical. Su figura fue un catalizador para el cambio. Con su primer grupo, Bikini Kill, revolvió y pateó el establishment alternativo a base de verdades como puños y hits que relataban historias de maltratos, racismo y homofobia con las que muchas mujeres se identificaron. “Mi amiga Tobi Vail dice que lo más universal que puedes hacer es hablar sobre tu situación concreta. Espero que gente que haya sufrido como yo problemas de abuso, sexismo u homofobia pueda leer este libro; reconocerse y decir: ‘No estoy sola, y algo así no te puede joder la vida’. Por lo que he hablado con mis amigas es algo normal haber sufrido algún abuso en casa y luego que se repita fuera de ella. No es que te lo busques, sino que no eres tan propensa a detectar las red flags porque tu intuición se ha apagado simplemente al tener que sobrevivir a tu abuso familiar. Podemos liberarnos de toda esa rabia que acumulamos en nuestros cuerpos hablando abiertamente, incluso podemos bromear con el trauma, es como yo lo he superado”.

Junto a otros grupos de chicas como Bratmobile o Heavens to Betsy y una comunidad artística basada en las ciudades de Olympia y Washington D.C. lideró y propulsó el movimiento Riot Grrrl, una de las corrientes musicales modernas y feministas más influyentes de la historia. El Riot Grrrl surgió como respuesta al machismo en la música alternativa y a la invisibilidad de las mujeres en la escena. Las Bikini Kill decidieron dejar de hablar con la prensa lo que elevó todavía más su polémica existencia. “La realidad es que dejamos de hablar con la prensa sin más, sin comunicados ni nada parecido. Como una medida de autoprotección y para evitar volvernos locas. La prensa alternativa solo quería hablar de los abusos que sufrí, de mi trabajo como stripper o de mi relación con Kurt Cobain. Sentí que no debía perder una hora de mi vida haciendo una entrevista con un periodista abusador que me estaba diciendo en mi cara que era una feminazi. También dejé de hacer entrevistas con fanzines punk por exactamente los mismos motivos”. A Hanna la han vilipendiado una y mil veces por su supuesto amateurismo: “Siempre nos atacaron tachándonos de ser artistas fake por no ser virtuosas; la realidad es que nunca nos preocupamos por la autenticidad, creo que eso les jodía todavía más”. El impacto de Bikini Kill y del movimiento Riot Grrrl no puede subestimarse.
El libro es un maravilloso anecdotario de sus andanzas. Después de una noche de borrachera junto a su amigo Kurt Cobain, Kathleen al irse para su apartamento, le dejó pintada en una pared de su casa “Kurt Smells like Teen Spirit”, Kurt se acordó de esta frase y escribió un hit para la historia que cambió positivamente la música para siempre. Hay más, mucho más, como cuando aceptó aparecer en el mítico vídeo de Sonic Youth Bull in the Heather sabiendo que la iban a sepultar en los círculos indies por salir en la MTV, o su historia de amor-odio con la escritora Kathy Acker o sus mediáticos enfrentamientos con estrellas como Courtney Love. Como aquella vez, que supuestamente colocada se puso delante de Hanna frente a frente y le dijo que se apartara de su vista y se fuera a casa a dar de comer a los pobres para después noquearla.

En los 2000 formó The Julie Ruin y Le Tigre que la llevaron a otro nivel. “Pasé de gritar proclamas en un mundo hostil de hombres enfadados a encontrar mi comunidad, así que cuando formé Le Tigre todo cobró un matiz más festivo y seguro. Empecé a priorizar lo que sonaba versus lo que contaba y todo fue fluyendo más”. A esta banda le fue muy bien a nivel mundial, pero de la noche a la mañana se tuvo que retirar de los escenarios al ser diagnosticada con la enfermedad de Lyme. Un retiro obligado donde empezó a gestar este libro, pero tuvo que abandonarlo porque estaba sin fuerzas. Su marido, Adam Horovitz, de los Beastie Boys, cuidó de ella noche y día y decidieron mudarse a Los Ángeles para recuperarse y así con el tiempo fue encontrándose mejor, retomó la idea del libro y reactivó Bikini Kill.
La vuelta de Bikini Kill avivó el interés por la banda. Todos sus discos se reeditaron, tocaron en los principales festivales del mundo y una nueva generación de superestrellas la reconocieron como una influencia capital. Kathleen se encontró con una legión de nuevos y nuevas fans y con una comunidad de grupos de chicas que la recibieron como el icono que es. “La realidad es que me siento afortunada y para mí es un honor que bandas jóvenes, como The Linda-Lindas o Trap Girl, hagan versiones de mis canciones. Es muy generoso por su parte, mucha gente nueva descubre quiénes somos por ellas”.
Incluso Miley Cyrus versionó una de sus canciones. Charli xcx confesó en la revista Esquire que Kathleen es la número uno y que debería ser una heroína para cualquier persona de este mundo. Olivia Rodrigo la ha citado como una influencia crucial en su vida e incluso la escritora Vivian Gornick ha reconocido el tremendo impacto que fue para ella aquello de “las chicas al frente”. La gira de salida de su libro en Estados Unidos se convirtió en todo un acontecimiento y lo presentaron, entre otras, la actriz Molly Ringwald (El club de los 5, La chica de rosa), la actriz, cómica y escritora Amy Poehler, el músico Questlove o el actor David Duchovny. Este bendito revival viene a corroborar la realidad: su legado es innegable y ella es una fuente de inspiración atemporal para miles de creadoras, músicas y artista.
Rebel Girl es, en definitiva, un relato personal y político que captura la esencia de una revolucionaria que comparte sus triunfos y fracasos, en un recordatorio de que el activismo no es lineal ni fácil. El título es también el nombre de una de sus más célebres canciones: “No quería llamar a mi libro así, pero es la canción que la gente conoce. Tiene un mensaje positivo sobre la comunidad y el poder feminista. Además es marketiniano, cuanta más gente lo lea mejor”. Esta primavera presentó en el Lincoln Center de Nueva York un proyecto comisariado por ella llamado Singer Outsiders junto a la cantante y compositora Tamar-kali, que incluyó un concierto homenaje a las pioneras del punk The Slits y otro a la cantante Poly Styrene, de X-Ray Spex. Está preparando un documental nuevo (ya tiene uno biográfico titulado The Punk Singer), otro libro y lleva tres años ensayando con un nuevo proyecto. Su vida, sin duda, daría para una serie: “Lo he pensado. Tengo 300 páginas extra que quedaron fuera del libro. ¿Te imaginas? Una serie para supervivientes de los noventa. Creo que sería una serie con la que mucha gente empatizaría, en el fondo lo de tener un grupo es como tener cualquier otro trabajo. Tienes que lidiar con un montón de mierda y obstáculos todos los días, reinventarte…”. Solo que por su reinvención han pasado Joan Jett (“la hermana que nunca tuve”), Ian MacKaye, mítico miembro de Minor Threat y Fugazi, a quien define como su modelo de conducta y la persona que la respaldó dentro de la escena alternativa. “Ser famoso en el underground es muy raro, es como un científico célebre al que nadie conoce en la vida común pero cuando va a una convención de científicos todos los que son de su ramo flipan. Me ayudó a sobrevivir y a entender que crear es lo único importante cuando te dedicas a esto y que quemar energías por gente idiota que solo sabe criticar es una pérdida de tiempo”. Hanna es una enciclopedia musical viviente que atesora cientos de anécdotas: una simple mención al grupo Pylon le lleva a mil desvíos más: recomienda a unos amigos suyos llamados Sweeping Promises, rememora momentos grandiosos de las Babes in Toyland, de Bratmobile, de Huggy Bear…
Kathleen Hanna es mucho más que una cantante punk; es una pionera, una activista y una voz que ha cambiado la historia de la música. Su libro es un testimonio de su lucha y su visión, pero también es una llamada a la acción. En un momento en el que muchos derechos fundamentales están bajo amenaza en muchas partes del mundo, la historia de Hanna nos recuerda que la resistencia es posible y que la música puede ser una herramienta poderosa para el cambio. Tal y como ella dice: “No se trata de ser perfecta; se trata de ser valiente”.

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