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  Libros  La última polémica de Juan del Val: literatura “para la gente” frente a literatura “para la élite”
Libros

La última polémica de Juan del Val: literatura “para la gente” frente a literatura “para la élite”

octubre 16, 2025
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¿Literatura para el pueblo o literatura para las élites intelectuales? El escritor y polemista Juan del Val, muy conocido fuera del mundo literario por su participación en la tertulia televisiva de El hormiguero de Pablo Motos, famosamente casado con la presentadora Nuria Roca, ha ganado el Planeta, el premio gordo de la literatura en español, dotado con un millón de euros. En la propia entrega, la noche de este miércoles en Barcelona, adelantándose a las posibles críticas, Del Val se metió en un tema escabroso, que no deja de ser la vieja discusión entre la alta y la baja cultura, esa diferencia que la posmodernidad (y el premio Planeta) han puesto en solfa.

“Se escribe para la gente, no para una supuesta élite intelectual”, declaró el premiado. “Quiero dar las gracias a Planeta que convierta la literatura en un acontecimiento popular. Comercial y calidad son las bases de este premio. Considerarlo cosas distintas es faltarle a la gente”.

Durante los últimos años el Planeta ha causado resquemor por su apuesta por escritores comerciales, algunos de ellos provenientes del mundo televisivo, como Del Val o Sonsoles Ónega, ganadora en 2023. Un sector del lectorado recuerda con nostalgia cuando el premio se otorgaba a escritores considerados literarios: de Eduardo Mendoza a Rosa Regás, de Juan José Millás a Soledad Puértolas, también Antonio Muñoz Molina, Juan Marsé o dos autores que consiguieron nada menos que el premio Nobel: Mario Vargas Llosa y Camilo José Cela.

En los últimos años el palmarés se ha dedicado a esa literatura considerada comercial, con la excepción de 2019, cuando, como una sorpresa, ganó un autor del bando literario, Javier Cercas, y quedó finalista otro, Manuel Vilas. “Cada siete u ocho años”, dice el propio Vilas, “el Planeta elige escritores de verdad. Ya toca otra tanda. Propongo una: Sara Mesa y David Uclés. La buena literatura triunfa sola. El Quijote y Cien años de soledad son obras literarias y populares. La popularidad es un atributo de la gran literatura, pero la comercialidad es un concepto ridículo aplicado a la literatura”. El mismo Cercas explica por escrito: “Solo hay dos tipos de literatura: la buena y la mala; todo lo demás es palabrería”.

La periodista y escritora Sonsoles Ónega, la noche que ganó el 72º Premio Planeta, dotado con un millón de euros, con la novela

¿Entonces cuál es la diferencia entre lo comercial y lo literario? Una primera aproximación podría consistir en que lo literario tiende a concebir la literatura como una expresión artística, mientras que lo comercial suele poner la carne en el asador del entretenimiento. “No pretendo dejar ningún mensaje con mi novela. Propongo una forma de entretenerse a través de la emoción. No pretendo transcender con ningún mensaje”, ha dicho Del Val este jueves, ejemplificando este punto, en la rueda de prensa por el premio. Y las pretensiones se traducen en el estilo: la novela literaria trata de desplegar un estilo poético (sea la poética que sea), mientras que la comercial se preocupa en “enganchar” a los lectores con una trama trepidante. Estilo versus trama.

“La literatura comercial repite modelos conocidos, esa familiaridad puede hacer que llegue a muchos lectores, pero por eso no suele aportar nada a la historia de literatura”, dice Antonio Monegal, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Pompeu Fabra y autor de Como el aire que respiramos. El sentido de la cultura (Acantilado), entre otros. “Pero todo es literatura: el ecosistema literario es muy diverso y todo tiene su función. Yo soy un gran lector de las novelas policiacas de Georges Simenon, pero sé que no se hubiera merecido un premio Nobel”, añade.

El contraste, precisamente, entre el último Nobel, László Krasznahorkai, y el último Planeta, Juan del Val, ejemplifica bien esa diferencia. El húngaro practica una literatura densa, en ocasiones experimental, un oscuro bosque en el que solo se pueden adentrar los lectores más aguerridos, mientras que Del Val triunfa entre las masas. A los autores comerciales les aúpa el público masivo, a los literarios les encumbra el núcleo de lectores literarios, la crítica y la academia. Y ahí entra la distinción cultural que propuso el sociólogo Pierre Bourdieu: tener unos gustos refinados sirve para distinguir a aquellos que quieren gozar de un estatus superior en cuando a capital cultural se refiere. Hoy en día, los llamados omnívoros culturales, según Richard Peterson, pican de todo: lo mismo un monumento literario tipo Marcel Proust, que una entretenida novela de ciencia ficción sin más pretensiones. La discusión siempre está presente, ya sea en la longitud de las colas de la Feria del Libro (donde los comerciales ganan con diferencia) o en las discusiones de los últimos años entre los poetas literarios y la avalancha de jóvenes poetas naif que, desembarcando de internet, vendieron decenas de miles de poemarios (cosa harto infrecuente) y pusieron al mundo poético patas arriba.

El escritor húngaro László Krasznahorkai, premio Nobel en 2025, posa durante la presentación del Premio Estatal Austriaco de Literatura Europea 2021 en Salzburgo

Aunque como señala Monegal, hay un territorio gris. “Gabriel García Márquez vendía muchísimo y se le recuerda con un enorme reconocimiento”. Y tampoco podemos decir que los anteriores ganadores literarios del Planeta (los Millás, Pombo, Muñoz Molina o Torrente Ballester) fueran escritores malditos provenientes del underground. Su éxito también es enorme. En la actualidad, David Uclés está logrando un tremendo éxito con un texto muy literario, La península de las casas vacías (Siruela), que mezcla el relato histórico y el realismo mágico en torno a la Guerra Civil española. “No es lo mismo un fenómeno editorial que un fenómeno literario”, dice Uclés, al que le instruyó Iñaki Gabilondo a este respecto. “El primero implica diseñar una obra para que venda mucho. El segundo tiene detrás un fuerte trabajo literario y, de repente, se vende mucho. A mí me ha dado miedo que los críticos me minusvaloren por vender mucho sin haberme leído. Y creo que el éxito de ventas me ha alejado de algunos premios”.

Desde el punto de vista del negocio, estos dos mundos, comercial y literario, ya son separados al nacer. Los grandes grupos editoriales albergan sellos de corte comercial y otros más literarios, y el propio libro físico indica al lector qué puede esperar. Las colecciones literarias suelen lucir diseños austeros y regulares, más elegantes. Un libro ya concebido como best seller es más voluminoso, tiene letra más grande, tapa dura, una portada colorida, muchas veces con títulos dorados y en relieve. Se nota, se siente. La novela literaria trata de llegar al público lector, al que ya está ahí, leyendo. Al lector entrenado en la lectura. Los textos comerciales tratan de ir más allá e incluir a nuevos públicos (esa podría ser su mayor virtud): el Premio Planeta es un criterio utilizado por muchas personas no iniciadas en la literatura a la hora de elegir un libro para regalar. Si es el Planeta, será bueno: no se puede quedar mal. Y más si el autor es famoso.

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“Es curioso que estas diferencias nos sorprendan en la literatura, pero menos en el cine”, dice Monegal. Cita a importantísimos directores que son muy minoritarios, como Béla Tarr (del que el Nobel Krasznahorkai es guionista) o Abbas Kiarostami, pero también señala que nadie le niega el mérito a un cineasta como Steven Spielberg, creador de grandes películas para grandes públicos. Pero vuelve el asunto de la trascendencia: “Probablemente, Spielberg no ocupará en la historia del cine el mismo lugar que Buñuel o Fellini”, subraya Monegal.

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 El flamante ganador del premio Planeta reactiva el viejo debate entre la alta y la baja cultura. “No pretendo dar ningún mensaje con mi novela, solo entretener”, explica el galardonado  

¿Literatura para el pueblo o literatura para las élites intelectuales? El escritor y polemista Juan del Val, muy conocido fuera del mundo literario por su participación en la tertulia televisiva de El hormiguero de Pablo Motos, famosamente casado con la presentadora Nuria Roca, ha ganado el Planeta, el premio gordo de la literatura en español, dotado con un millón de euros. En la propia entrega, la noche de este miércoles en Barcelona, adelantándose a las posibles críticas, Del Val se metió en un tema escabroso, que no deja de ser la vieja discusión entre la alta y la baja cultura, esa diferencia que la posmodernidad (y el premio Planeta) han puesto en solfa.

“Se escribe para la gente, no para una supuesta élite intelectual”, declaró el premiado. “Quiero dar las gracias a Planeta que convierta la literatura en un acontecimiento popular. Comercial y calidad son las bases de este premio. Considerarlo cosas distintas es faltarle a la gente”.

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Durante los últimos años el Planeta ha causado resquemor por su apuesta por escritores comerciales, algunos de ellos provenientes del mundo televisivo, como Del Val o Sonsoles Ónega, ganadora en 2023. Un sector del lectorado recuerda con nostalgia cuando el premio se otorgaba a escritores considerados literarios: de Eduardo Mendoza a Rosa Regás, de Juan José Millás a Soledad Puértolas, también Antonio Muñoz Molina, Juan Marsé o dos autores que consiguieron nada menos que el premio Nobel: Mario Vargas Llosa y Camilo José Cela.

En los últimos años el palmarés se ha dedicado a esa literatura considerada comercial, con la excepción de 2019, cuando, como una sorpresa, ganó un autor del bando literario, Javier Cercas, y quedó finalista otro, Manuel Vilas. “Cada siete u ocho años”, dice el propio Vilas, “el Planeta elige escritores de verdad. Ya toca otra tanda. Propongo una: Sara Mesa y David Uclés. La buena literatura triunfa sola. El Quijote y Cien años de soledad son obras literarias y populares. La popularidad es un atributo de la gran literatura, pero la comercialidad es un concepto ridículo aplicado a la literatura”, añade Vilas.

La periodista y escritora Sonsoles Ónega, la noche del fallo del Premio Planeta en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el 16 de octubre pasado en Barcelona.
La periodista y escritora Sonsoles Ónega, la noche que ganó el 72º Premio Planeta, dotado con un millón de euros, con la novela «Las hijas de la criada», el 16 de octubre de 2023.ALEJANDRO GARCÍA ( EFE )

¿Entonces cuál es la diferencia entre lo comercial y lo literario? Una primera aproximación podría consistir en que lo literario tiende a concebir la literatura como una expresión artística, mientras que lo comercial suele poner la carne en el asador del entretenimiento. “No pretendo dejar ningún mensaje con mi novela. Propongo una forma de entretenerse a través de la emoción. No pretendo transcender con ningún mensaje”, ha dicho Del Val este jueves, ejemplificando este punto, en la rueda de prensa por el premio. Y las pretensiones se traducen en el estilo: la novela literaria trata de desplegar un estilo poético (sea la poética que sea), mientras que la comercial se preocupa en “enganchar” a los lectores con una trama trepidante. Estilo versus trama.

“La literatura comercial repite modelos conocidos, esa familiaridad puede hacer que llegue a muchos lectores, pero por eso no suele aportar nada a la historia de literatura”, dice Antonio Monegal, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Pompeu Fabra y autor de Como el aire que respiramos. El sentido de la cultura (Acantilado), entre otros. “Pero todo es literatura: el ecosistema literario es muy diverso y todo tiene su función. Yo soy un gran lector de las novelas policiacas de Georges Simenon, pero sé que no se hubiera merecido un premio Nobel”, añade.

El contraste, precisamente, entre el último Nobel, László Krasznahorkai, y el último Planeta, Juan del Val, ejemplifica bien esa diferencia. El húngaro practica una literatura densa, en ocasiones experimental, un oscuro bosque en el que solo se pueden adentrar los lectores más aguerridos, mientras que Del Val triunfa entre las masas. A los autores comerciales les aúpa el público masivo, a los literarios les encumbra el núcleo de lectores literarios, la crítica y la academia. Y ahí entra la distinción cultural que propuso el sociólogo Pierre Bourdieu: tener unos gustos refinados sirve para distinguir a aquellos que quieren gozar de un estatus superior en cuando a capital cultural se refiere. Hoy en día, los llamados omnívoros culturales, según Richard Peterson, pican de todo: lo mismo un momento literario tipo Marcel Proust, que una entretenida novela de ciencia ficción sin más pretensiones. La discusión siempre está presente, ya sea en la longitud de las colas de la Feria del Libro (donde los comerciales ganan con diferencia) o en las discusiones de los últimos años entre los poetas literarios y la avalancha de jóvenes poetas que, desembarcando de internet, vendieron decenas de miles de poemarios (cosa harto infrecuente) y pusieron al mundo poético patas arriba.

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El escritor húngaro László Krasznahorkai, premio Nobel en 2025, posa durante la presentación del Premio Estatal Austriaco de Literatura Europea 2021 en SalzburgoDPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

Aunque como señala Monegal, hay un territorio gris. “Gabriel García Márquez vendía muchísimo y se le recuerda con un enorme reconocimiento”. Y tampoco podemos decir que los anteriores ganadores literarios del Planeta (los Millás, Pombo, Muñoz Molina o Torrente Ballester) fueran escritores malditos provenientes del underground. Su éxito también es enorme. En la actualidad, David Uclés está logrando un tremendo éxito con un texto muy literario, La península de las casas vacías (Siruela), que mezcla el relato histórico y el realismo mágico en torno a la Guerra Civil española. “No es lo mismo un fenómeno editorial que un fenómeno literario”, dice Uclés, al que le instruyó Iñaki Gabilondo a este respecto. “El primero implica diseñar una obra para que venda mucho. El segundo tiene detrás un fuerte trabajo literario y, de repente, se vende mucho. A mí me ha dado miedo que los críticos me minusvaloren por vender mucho sin haberme leído. Y creo que el éxito de ventas me ha alejado de algunos premios”.

Desde el punto de vista del negocio, estos dos mundos, comercial y literario, a veces se segregan desde el principio. Los grandes grupos editoriales albergan sellos más comerciales y otros más literarios, y el propio libro físico indica al lector que puede esperar. Las colecciones literarias suelen tener diseños austeros y regulares, más elegantes. Un libro ya concebido como best seller es más voluminoso, tiene letra más grande, tapa dura, una portada colorida, muchas veces con letras doradas y en relieve. Se nota, se siente. La novela literaria trata de llegar al público lector, al que ya está ahí, leyendo. Al lector entrenado en la lectura. Los textos comerciales tratan de ir más allá e incluir a nuevos públicos (esa podría ser su mayor virtud): el premio Planeta es un criterio utilizado por muchas personas no iniciadas en la literatura a la hora de elegir un libro para regalar. Si es el Planeta, será bueno: no se puede quedar mal. Y más si el autor es famoso.

“Es curioso que estas diferencias nos sorprendan en la literatura, pero menos en el cine”, dice Monegal. Cita a importantísimos directores que son muy minoritarios, como Béla Tarr (del que el Nobel Krasznahorkai es guionista) o Abbas Kiarostami, pero también señala que nadie le niega el mérito a un cineasta como Steven Spielberg, creador de grandes películas para grandes públicos. Pero vuelve el asunto de la trascendencia: “Probablemente, Spielberg no ocupará en la historia del cine el mismo lugar que Buñuel o Fellini”, subraya Monegal.

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