Conviene cuidarse mentalmente con las películas y series que seleccionas para ver en tu casa antes de encontrar el bendito refugio del sueño. No es grato irte a la cama con gesto de hastío o de insoportable aburrimiento contemplando cosas nuevas, intentando descubrir algún oasis en medio del desierto. Es entendible si lo haces por obligación profesional, pero el cine que puedes programar en tu casa, obedeciendo a tu exclusivo placer, aunque te lo sepas de memoria, debe excluir la decepción y el sopor. Es jugar sobre seguro, es Arcadia todas las noches, como así tituló Cabrera Infante un memorable libro sobre el cine que amaba.
En los últimos tiempos he vuelto a ver cosas tan apasionantes y sin fecha de envejecimiento, como la química, la inteligencia, el estilo, la mordacidad, el coqueteo mutuo e incesante que desprenden las películas que interpretaron juntos Bogart y Bacall. También el perdurable aroma y la gracia de las añoradas y grandes comedias del cine clásico parido en Estados Unidos.
Y, cómo no, varias muestras del cine de juicios. O sea, la compleja y honesta Doce hombres sin piedad; o Testigo de cargo, que no es el mejor Wilder pero en la que resulta inolvidable la inmensa interpretación de Charles Laughton acompañado de su artero monóculo; Veredicto final, con un Paul Newman en estado de gracia interpretando a un abogado alcohólico, hundido desde hace mucho tiempo en el fracaso personal y profesional que acaba improbablemente ganando un caso frente a los más poderosos pero en el que fue utilizado por la mujer que suponía su última tabla de salvación; y la insuperable obra maestra que ha parido este género, o sea Anatomía de un asesinato, en la que el culpable sale libre y se larga sin pagar a su abogado, con un James Stewart antológico y la fantástica Lee Remick dando clases de provocativa sensualidad.
No puedo dejar de pensar en esos gloriosos antecedentes cuando soporto a duras penas la inane Presunción de inocencia. Cine de juicios en el que durante todo el metraje resulta absolutamente indiferente si el presunto asesino de su borracha esposa es culpable o inocente. Ninguna tensión por mi parte, ninguna angustia, ningún interés porque me descubran la verdad, aunque el desenlace pretenda ser tan turbio como tenebroso. Visualmente es muy fea, el guion y los diálogos pretenden imitar en vano las características del género, los intérpretes son anodinos, tanto los protagonistas como los secundarios. No es larga, pero me resulta interminable. Por grisácea, por mediocre, por inútil.
Me informan de que se proyectó en el último festival de Cannes. Para mis criterios cinematográficos, y después de haberme pasado media vida en los certámenes de cine, eso no supone ninguna garantía. Sí entiendo que existiera en el mercado francés cierta expectación porque la escribe, la dirige y la protagoniza Daniel Auteuil, señor que lleva disfrutando desde hace mucho tiempo del respeto, el amor y la admiración del público francés. Durante los ochenta y noventa del pasado siglo, este hombre encabezaba frecuentemente los repartos de las películas “importantes” en ese país. Y utilizo las comillas.
A mí siempre me pareció un actor muy correcto y con un punto de sobriedad. Incluyo su personaje en la tan triste como admirable Un corazón en invierno, una de mis películas favoritas del cine francés. En los últimos tiempos parecía desaparecido. Al parecer, Presunción de inocencia es la quinta película que ha dirigido este hombre. Espero que las anteriores fueran mejores que esta.
Conviene cuidarse mentalmente con las películas y series que seleccionas para ver en tu casa antes de encontrar el bendito refugio del sueño. No es grato irte a la cama con gesto de hastío o de insoportable aburrimiento contemplando cosas nuevas, intentando descubrir algún oasis en medio del desierto. Es entendible si lo haces por obligación profesional, pero el cine que puedes programar en tu casa, obedeciendo a tu exclusivo placer, aunque te lo sepas de memoria, debe excluir la decepción y el sopor. Es jugar sobre seguro, es Arcadia todas las noches, como así tituló Cabrera Infante un memorable libro sobre el cine que amaba. En los últimos tiempos he vuelto a ver cosas tan apasionantes y sin fecha de envejecimiento, como la química, la inteligencia, el estilo, la mordacidad, el coqueteo mutuo e incesante que desprenden las películas que interpretaron juntos Bogart y Bacall. También el perdurable aroma y la gracia de las añoradas y grandes comedias del cine clásico parido en Estados Unidos. Y, cómo no, varias muestras del cine de juicios. O sea, la compleja y honesta Doce hombres sin piedad; o Testigo de cargo, que no es el mejor Wilder pero en la que resulta inolvidable la inmensa interpretación de Charles Laughton acompañado de su artero monóculo; Veredicto final, con un Paul Newman en estado de gracia interpretando a un abogado alcohólico, hundido desde hace mucho tiempo en el fracaso personal y profesional que acaba improbablemente ganando un caso frente a los más poderosos pero en el que fue utilizado por la mujer que suponía su última tabla de salvación; y la insuperable obra maestra que ha parido este género, o sea Anatomía de un asesinato, en la que el culpable sale libre y se larga sin pagar a su abogado, con un James Stewart antológico y la fantástica Lee Remick dando clases de provocativa sensualidad. No puedo dejar de pensar en esos gloriosos antecedentes cuando soporto a duras penas la inane Presunción de inocencia. Cine de juicios en el que durante todo el metraje resulta absolutamente indiferente si el presunto asesino de su borracha esposa es culpable o inocente. Ninguna tensión por mi parte, ninguna angustia, ningún interés porque me descubran la verdad, aunque el desenlace pretenda ser tan turbio como tenebroso. Visualmente es muy fea, el guion y los diálogos pretenden imitar en vano las características del género, los intérpretes son anodinos, tanto los protagonistas como los secundarios. No es larga, pero me resulta interminable. Por grisácea, por mediocre, por inútil. Me informan de que se proyectó en el último festival de Cannes. Para mis criterios cinematográficos, y después de haberme pasado media vida en los certámenes de cine, eso no supone ninguna garantía. Sí entiendo que existiera en el mercado francés cierta expectación porque la escribe, la dirige y la protagoniza Daniel Auteuil, señor que lleva disfrutando desde hace mucho tiempo del respeto, el amor y la admiración del público francés. Durante los ochenta y noventa del pasado siglo, este hombre encabezaba frecuentemente los repartos de las películas “importantes” en ese país. Y utilizo las comillas.A mí siempre me pareció un actor muy correcto y con un punto de sobriedad. Incluyo su personaje en la tan triste como admirable Un corazón en invierno, una de mis películas favoritas del cine francés. En los últimos tiempos parecía desaparecido. Al parecer, Presunción de inocencia es la quinta película que ha dirigido este hombre. Espero que las anteriores fueran mejores que esta. Seguir leyendo
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia
Dirige y protagoniza esta drama judicial Daniel Auteuil, que lleva disfrutando desde hace mucho tiempo del respeto, el amor y la admiración del público francés
Tráiler de ‘Presunción de inocencia’
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Conviene cuidarse mentalmente con las películas y series que seleccionas para ver en tu casa antes de encontrar el bendito refugio del sueño. No es grato irte a la cama con gesto de hastío o de insoportable aburrimiento contemplando cosas nuevas, intentando descubrir algún oasis en medio del desierto. Es entendible si lo haces por obligación profesional, pero el cine que puedes programar en tu casa, obedeciendo a tu exclusivo placer, aunque te lo sepas de memoria, debe excluir la decepción y el sopor. Es jugar sobre seguro, es Arcadia todas las noches, como así tituló Cabrera Infante un memorable libro sobre el cine que amaba.
En los últimos tiempos he vuelto a ver cosas tan apasionantes y sin fecha de envejecimiento, como la química, la inteligencia, el estilo, la mordacidad, el coqueteo mutuo e incesante que desprenden las películas que interpretaron juntos Bogart y Bacall. También el perdurable aroma y la gracia de las añoradas y grandes comedias del cine clásico parido en Estados Unidos.
Y, cómo no, varias muestras del cine de juicios. O sea, la compleja y honesta Doce hombres sin piedad; o Testigo de cargo, que no es el mejor Wilder pero en la que resulta inolvidable la inmensa interpretación de Charles Laughton acompañado de su artero monóculo; Veredicto final, con un Paul Newman en estado de gracia interpretando a un abogado alcohólico, hundido desde hace mucho tiempo en el fracaso personal y profesional que acaba improbablemente ganando un caso frente a los más poderosos pero en el que fue utilizado por la mujer que suponía su ultima tabla de salvación; y la insuperable obra maestra que ha parido este género, o sea Anatomía de un asesinato, en la que el culpable sale libre y se larga sin pagar a su abogado, con un James Stewart antológico y la fantástica Lee Remick dando clases de provocativa sensualidad.

No puedo dejar de pensar en esos gloriosos antecedentes cuando soporto a duras penas la inane Presunción de inocencia. Cine de juicios en el que durante todo el metraje resulta absolutamente indiferente si el presunto asesino de su borracha esposa es culpable o inocente. Ninguna tensión por mi parte, ninguna angustia, ningún interés por que me descubran la verdad, aunque el desenlace pretenda ser tan turbio como tenebroso. Visualmente es muy fea, el guion y los diálogos pretenden imitar en vano las características del género, los intérpretes son anodinos, tanto los protagonistas como los secundarios. No es larga, pero me resulta interminable. Por grisácea, por mediocre, por inútil.
Me informan de que se proyectó en el último festival de Cannes. Para mis criterios cinematográficos, y después de haberme pasado media vida en los certámenes de cine, eso no supone ninguna garantía. Sí entiendo que existiera en el mercado francés cierta expectación porque la escribe, la dirige y la protagoniza Daniel Auteuil, señor que lleva disfrutando desde hace mucho tiempo del respeto, el amor y la admiración del público francés. Durante los ochenta y noventa del pasado siglo, este hombre encabezaba frecuentemente los repartos de las películas “importantes” en ese país. Y utilizo las comillas.
A mí siempre me pareció un actor muy correcto y con un punto de sobriedad. Incluyo su personaje en la tan triste como admirable Un corazón en invierno, una de mis películas favoritas del cine francés. En los últimos tiempos parecía desaparecido. Al parecer, Presunción de inocencia es la quinta película que ha dirigido este hombre. Espero que las anteriores fueran mejores que esta.
Presunción de inocencia
Dirección: Daniel Auteuil.
Intérpretes: Daniel Auteuil, Grégory Gadebois, Sidse Babett Knudsen, Alice Belaïdi, Suliane Brahim.
Género: drama judicial. Francia, 2024.
Duración: 114 minutos.
Estreno: 9 de mayo.
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Crítico de cine y columnista en EL PAÍS.
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