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  Cine  Sebastián Lelio, director de ‘La Ola’: “Estamos en un momento de venganza particularmente contra las mujeres”
Cine

Sebastián Lelio, director de ‘La Ola’: “Estamos en un momento de venganza particularmente contra las mujeres”

julio 29, 2025
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Al director chileno Sebastián Lelio (Santiago, 51 años) le rondaba hace años en su cabeza realizar una película musical, un género prácticamente sin tradición latinoamericana por su alto coste. Pero la idea comenzó a tomar forma lentamente. Tres meses después de ganar su primer Oscar por Una mujer fantástica en 2018, el cineasta iba andando por la calle cuando vio la tapa de un periódico una fotografía que llamó su atención: un grupo de jóvenes estudiantes encapuchadas, con los brazos en alto, desbordando energía. Eran las protagonistas del mayo feminista que demandaban, principalmente, una educación no sexista.

Tras el premio de Hollywood, el cineasta tenía una cierta claridad de que estaba en una posición excepcional de que en su próximo proyecto podría “hacer algo parecido a lo que sueñas”. Así que armó un equipo, mayoritariamente femenino, y durante siete años desarrolló La Ola, una osada película musical de gran escala, que retrata la revolución de las universitarias chilenas, mezclando la política con el espectáculo. “La película es un juego. Creo que los espectadores que la ven en serio no van a poder entrar”, plantea en una cafetería en Providencia, a un mes del estreno en las salas de cine en Chile.

Pregunta. ¿Cómo construyó esta historia sobre un abuso a una estudiante en el mayo feminista?

Respuesta. Junto a Manuela Infante, Josefina Fernández y Paloma Salas trabajamos cinco años el guion. Lo primero fue la intuición de que era importante que mi participación fuera en minoría. Era escribirlo con tres mujeres pertenecientes a distintas zonas del espectro del feminismo, pero todas super instruidas, talentosas y que quiero mucho. Al principio tomó tiempo entender la forma, la historia, por qué iba a entrar la música. En un momento también paramos de escribir y nos pusimos a entrevistar a las mujeres que habían estado ahí. Yo no quería hacer una película sobre lo que yo eventualmente podía pensar sobre las demandas de las mujeres, sino que encontrar mecanismos de co-creación en los cuales la película pudiese escribirse con las mujeres. Ese primer año aprendí mucho, y por supuesto que ellas tenían todo que decir y yo tenía todo que escuchar.

P. ¿Qué aprendió?

R. En un ejercicio tan profundo y largo como escribir un guion sobre un tema como este, las co-guionistas exponían sus puntos de vista, sus experiencias y las de otras, y fue como la dolorosa confirmación de la profundidad y estructural del problema. Y cuánto ellas, las mujeres que conozco, todas las que marcharon, han sido formadas en esta fricción, en esta injusticia, en este desprecio. Eso fue interesante, potente.

P. La película se planta sobre el cuestionamiento a temas como el patriarcado, las funas [actos públicos de denuncia], el trato a las víctimas, algunas posiciones desde las caricaturas. ¿Por qué desde ahí?

R. La película es un juego. Creo que los espectadores que la ven en serio no van a poder entrar, pero los que se entregan al juego de la comedia musical, puede que la pasen ‘súper bien’. Y lo digo entre comillas porque aborda también la zona más dolorosa de manera bien directa. Esa es la provocación de la película. La estrategia oblicua de utilizar el canto y el baile, la inventiva que el musical demanda, para hablar de lo que es difícil de hablar. Y también para darle espacio a la mayor cantidad de voces. Entonces, independientemente del espectro político al que pertenezca tal o cual espectador, creo que en algún momento va a decir ¡Ah, estoy de acuerdo con eso! Y la película está llena de cosas con las que estoy en desacuerdo, pero creo que hacer una sobre aquello en lo que uno está de acuerdo es súper aburrido. Por supuesto que el corazón de la película está con las mujeres, pero está mirando más holísticamente el problema. Y es una especie de colisión de máximas políticas, de verdades, de sentencias definitivas, de ideología, de ideas del mundo preconcebidas.

P. Sin contar cómo, también se hace cargo de que usted como hombre dirige una película sobre el movimiento feminista.

R. Es que si no lo hacía, iba a pasarme dos años respondiendo esa pregunta. Y si alguien me dice ‘¿cómo es posible que tú como hombre hayas osado meterte en este tema?’ Yo le puedo decir ‘ajá, de eso se trata la película’. Porque la película está llena de eso. Hicimos unos foros y la mostramos a distintos tipos de mujeres, feministas extremas, liberales, académicas, más mayores. Y se armó una discusión entre ellas que era como seguir viendo la película. Era muy interesante eso porque no se quiere dejar encasillar. Es elusiva, pilla [pícara], como un multiregistro al que puedes entrarle por demasiados ángulos. Va a depender mucho de cuál es la visión del espectador. Lo que sí creo, es que es un viaje y un espectáculo que tiene escala, ambición, esplendor.

El cineasta Sebastián Lelio.

P. ¿Y qué le pasa con que la idea le surge cuando el movimiento feminista estaba en todo lo alto y ahora la estrena con un candidato presidencial de extrema derecha liderando las encuestas?

R. Sólo prueba que hacer cine no es hacer campañas políticas. Uno no tiene forma de saber qué va a estar pasando cuando tu película, que no sabes cuándo va a filmar y mucho menos estrenar en el mundo. En este momento, mi sensación es que se habla de que hay un backlash contra el progresismo. La guerra cultural está abiertamente declarada y el desmantelamiento de las universidades en Estados Unidos es una señal terminal. No creo que esté por llegar, ya está aquí, descendió en la arena pública y penetró el tejido social de manera descarada, con una risotada de payaso. Eso es lo que está pasando. Como ciudadano veo que luego del Me Too del 2017, y de los avances que ese sacudón trajo consigo y también de sus luces y sus oscuridades, de sus excesos, lo que hay ahora es un acallamiento y yo iría más lejos: es un momento de venganza.

P. ¿De venganza hacia el movimiento feminista?

R. Hacia los avances de los derechos sociales y en particular hacia las mujeres. El movimiento feminista como punta de lanza, pero hacia las mujeres en general. Y eso se sintió muy fuerte cuando empecé a terminar la película y la temperatura se empezó a enrevesar. Por supuesto que la película usa como soporte elementos del mayo feminista, pero es sobre cómo todo intento de cambio humano es fagocitado por el poder. O sea, hay una energía social que se acumula, una cierta noción de que las cosas pueden cambiar, un momento en que se instala esa crisis, surgen las demandas, la atención política y entonces entra el poder, la política y estos movimientos son apropiados, neutralizados. Se ofrecen soluciones gatopardistas y quizás el cerco se mueva un poco, pero todo sigue más o menos igual. Algo que sí me emociona es que la política y el mundo son demasiado lentos, pero la conciencia cambia.

P. ¿Qué le decían las mujeres a usted y su equipo en su trabajo de investigación sobre lo que ocurrió?

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R. Cuando comenzamos al final de 2018 el proceso de luto estaba todavía un poco en la etapa de negación. Pero fue súper duro ver las otras etapas: aceptación, despedida, incorporación… Mientras más alta es la esperanza, más dura es la caída. Y hubo esperanza. Es lo mismo que con Chile. Y aclaro que no creo que todo intento de cambio sea bueno per se. Ahí está el siglo XX para demostrar que no porque hay que cambiar las cosas, aquellos grupos, esas categorías, tienen la razón. Ni al pueblo como categoría, ni a la mujer como categoría, las veo como sacrosantas, puras, de luz. Lo que pasa es que en el caso de las demandas de mis amigas, la mayoría son un asunto de sentido común. Pero también la película, con su alegría y su delirio, se mete en la locura de la revolución, en su fiebre.

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 El galardonado cineasta chileno estrena su primer músical político basado en la revolución del mayo feminista en el país sudamericano. “Hacer cine no es hacer campañas políticas”, sostiene  

Al director chileno Sebastián Lelio (Santiago, 51 años) le rondaba hace años en su cabeza realizar una película musical, un género prácticamente sin tradición latinoamericana por su alto coste. Pero la idea comenzó a tomar forma lentamente. Tres meses después de ganar su primer Oscar por Una mujer fantástica en 2018, el cineasta iba andando por la calle cuando vio la tapa de un periódico una fotografía que llamó su atención: un grupo de jóvenes estudiantes encapuchadas, con los brazos en alto, desbordando energía. Eran las protagonistas del mayo feminista que demandaban, principalmente, una educación no sexista.

Tras el premio de Hollywood, el cineasta tenía una cierta claridad de que estaba en una posición excepcional de que en su próximo proyecto podría “hacer algo parecido a lo que sueñas”. Así que armó un equipo, mayoritariamente femenino, y durante siete años desarrolló La Ola, una osada película musical de gran escala, que retrata la revolución de las universitarias chilenas, mezclando la política con el espectáculo. “La película es un juego. Creo que los espectadores que la ven en serio no van a poder entrar”, plantea en una cafetería en Providencia, a un mes del estreno en las salas de cine en Chile.

Pregunta. ¿Cómo construyó esta historia sobre un abuso a una estudiante en el mayo feminista?

Respuesta. Junto a Manuela Infante, Josefina Fernández y Paloma Salas trabajamos cinco años el guion. Lo primero fue la intuición de que era importante que mi participación fuera en minoría. Era escribirlo con tres mujeres pertenecientes a distintas zonas del espectro del feminismo, pero todas super instruidas, talentosas y que quiero mucho. Al principio tomó tiempo entender la forma, la historia, por qué iba a entrar la música. En un momento también paramos de escribir y nos pusimos a entrevistar a las mujeres que habían estado ahí. Yo no quería hacer una película sobre lo que yo eventualmente podía pensar sobre las demandas de las mujeres, sino que encontrar mecanismos de co-creación en los cuales la película pudiese escribirse con las mujeres. Ese primer año aprendí mucho, y por supuesto que ellas tenían todo que decir y yo tenía todo que escuchar.

P. ¿Qué aprendió?

R. En un ejercicio tan profundo y largo como escribir un guion sobre un tema como este, las co-guionistas exponían sus puntos de vista, sus experiencias y las de otras, y fue como la dolorosa confirmación de la profundidad y estructural del problema. Y cuánto ellas, las mujeres que conozco, todas las que marcharon, han sido formadas en esta fricción, en esta injusticia, en este desprecio. Eso fue interesante, potente.

P. La película se planta sobre el cuestionamiento a temas como el patriarcado, las funas [actos públicos de denuncia], el trato a las víctimas, algunas posiciones desde las caricaturas. ¿Por qué desde ahí?

R. La película es un juego. Creo que los espectadores que la ven en serio no van a poder entrar, pero los que se entregan al juego de la comedia musical, puede que la pasen ‘súper bien’. Y lo digo entre comillas porque aborda también la zona más dolorosa de manera bien directa. Esa es la provocación de la película. La estrategia oblicua de utilizar el canto y el baile, la inventiva que el musical demanda, para hablar de lo que es difícil de hablar. Y también para darle espacio a la mayor cantidad de voces. Entonces, independientemente del espectro político al que pertenezca tal o cual espectador, creo que en algún momento va a decir ¡Ah, estoy de acuerdo con eso! Y la película está llena de cosas con las que estoy en desacuerdo, pero creo que hacer una sobre aquello en lo que uno está de acuerdo es súper aburrido. Por supuesto que el corazón de la película está con las mujeres, pero está mirando más holísticamente el problema. Y es una especie de colisión de máximas políticas, de verdades, de sentencias definitivas, de ideología, de ideas del mundo preconcebidas.

P. Sin contar cómo, también se hace cargo de que usted como hombre dirige una película sobre el movimiento feminista.

R. Es que si no lo hacía, iba a pasarme dos años respondiendo esa pregunta. Y si alguien me dice ‘¿cómo es posible que tú como hombre hayas osado meterte en este tema?’ Yo le puedo decir ‘ajá, de eso se trata la película’. Porque la película está llena de eso. Hicimos unos foros y la mostramos a distintos tipos de mujeres, feministas extremas, liberales, académicas, más mayores. Y se armó una discusión entre ellas que era como seguir viendo la película. Era muy interesante eso porque no se quiere dejar encasillar. Es elusiva, pilla [pícara], como un multiregistro al que puedes entrarle por demasiados ángulos. Va a depender mucho de cuál es la visión del espectador. Lo que sí creo, es que es un viaje y un espectáculo que tiene escala, ambición, esplendor.

El cineasta Sebastián Lelio.
El cineasta Sebastián Lelio.Fernanda Requena

P. ¿Y qué le pasa con que la idea le surge cuando el movimiento feminista estaba en todo lo alto y ahora la estrena con un candidato presidencial de extrema derecha liderando las encuestas?

R. Sólo prueba que hacer cine no es hacer campañas políticas. Uno no tiene forma de saber qué va a estar pasando cuando tu película, que no sabes cuándo va a filmar y mucho menos estrenar en el mundo. En este momento, mi sensación es que se habla de que hay un backlash contra el progresismo. La guerra cultural está abiertamente declarada y el desmantelamiento de las universidades en Estados Unidos es una señal terminal. No creo que esté por llegar, ya está aquí, descendió en la arena pública y penetró el tejido social de manera descarada, con una risotada de payaso. Eso es lo que está pasando. Como ciudadano veo que luego del Me Too del 2017, y de los avances que ese sacudón trajo consigo y también de sus luces y sus oscuridades, de sus excesos, lo que hay ahora es un acallamiento y yo iría más lejos: es un momento de venganza.

P. ¿De venganza hacia el movimiento feminista?

R. Hacia los avances de los derechos sociales y en particular hacia las mujeres. El movimiento feminista como punta de lanza, pero hacia las mujeres en general. Y eso se sintió muy fuerte cuando empecé a terminar la película y la temperatura se empezó a enrevesar. Por supuesto que la película usa como soporte elementos del mayo feminista, pero es sobre cómo todo intento de cambio humano es fagocitado por el poder. O sea, hay una energía social que se acumula, una cierta noción de que las cosas pueden cambiar, un momento en que se instala esa crisis, surgen las demandas, la atención política y entonces entra el poder, la política y estos movimientos son apropiados, neutralizados. Se ofrecen soluciones gatopardistas y quizás el cerco se mueva un poco, pero todo sigue más o menos igual. Algo que sí me emociona es que la política y el mundo son demasiado lentos, pero la conciencia cambia.

P. ¿Qué le decían las mujeres a usted y su equipo en su trabajo de investigación sobre lo que ocurrió?

R. Cuando comenzamos al final de 2018 el proceso de luto estaba todavía un poco en la etapa de negación. Pero fue súper duro ver las otras etapas: aceptación, despedida, incorporación… Mientras más alta es la esperanza, más dura es la caída. Y hubo esperanza. Es lo mismo que con Chile. Y aclaro que no creo que todo intento de cambio sea bueno per se. Ahí está el siglo XX para demostrar que no porque hay que cambiar las cosas, aquellos grupos, esas categorías, tienen la razón. Ni al pueblo como categoría, ni a la mujer como categoría, las veo como sacrosantas, puras, de luz. Lo que pasa es que en el caso de las demandas de mis amigas, la mayoría son un asunto de sentido común. Pero también la película, con su alegría y su delirio, se mete en la locura de la revolución, en su fiebre.

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