Siempre un poco pelilargo, nada canoso salvo en la barba, Silvio Caiozzi cumplió 80 años en junio y alguien diría que no los representa. Eso sí, la espaciosa oficina que desde la pandemia ocupa su empresa de producción, Andrea Films, cuenta cual museo el medio siglo transcurrido desde su debut en la realización cinematográfica.
En el undécimo piso de un edificio de exteriores vidriados, en el municipio de Providencia, en el sector oriente de Santiago, asoman los afiches de su celebrada y poco abundante filmografía. Y, antes que eso, el espectáculo de una moviola: una de esas máquinas en las que se montaban las películas cuando el soporte era una película de celuloide. Fue la moviola en la que se editaron sus propios filmes hasta Cachimba (2004), y dice hoy el director de Coronación (2000) que no funciona porque cierta pieza no anda y ya no quedan técnicos para ocuparse de esas cosas. Pero nunca se sabe.
En sí mismos, sus 80 años no son tema para Caiozzi. Más lo son los 50 transcurridos desde el estreno de A la sombra del sol, el 29 de noviembre de 1974, horas después de que su continuista y su director de fotografía, Carmen Bueno y Jorge Müller, fueran detenidos y hechos desaparecer por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), lo que llevó a que hasta hoy se celebre el Día del cine chileno en la fecha señalada. Basada en la historia real de dos reos fugitivos que cometen una violación en un pueblo altiplánico y son juzgados y ejecutados por los propios habitantes, fue codirigida por Pablo Perelman, acaba de ser restaurada y exhibida por la Cineteca Nacional, y el propio director se muestra feliz de haber participado en el proceso.
Pregunta. Machuca cumplió hace poco 20 años y Andrés Wood declaró que no la ha vuelto a ver desde que la terminó. ¿Es usted de revisitar sus películas?
Respuesta. Me da susto volver a verlas, lo cual no significa que no las vuelva a ver, cosa que hago cuando necesito. Y, de repente, las disfruto. Como A la sombra del sol, una película que no veía hacía tantos años y que ahora volví a ver.
P. Tuvo una exhibición bien acotada, ¿no?
R. La película fue desperfilada. Los medios de comunicación, con dictadura, no vieron con buenos ojos la película y no dijeron casi nada. Duró una semana en dos salas.
P. En el período que empezó tras el golpe, se dedicó al cine publicitario. ¿Incidió en sus películas?
R. Siempre tuve claro que eran dos temas totalmente distintos. El cine publicitario es una especie de panfleto en que tú recibes las exigencias de la agencia y las necesidades del cliente, y terminas haciendo un producto que logre vender más, para lo cual uno le mete lo que sabe de cine para transformarlo en un pequeño producto cinematográfico. Era para conseguir fondos, y Julio comienza en Julio [1979] está producida con plata de la publicidad. Con mis socios de la productora Telecinema [Alberto Célery y Nelson Fuentes] hicimos mucha publicidad, muchísima, pero la idea era siempre guardar todo lo que podíamos para comprar equipos para la película que íbamos a hacer algún día.
P. ¿Hizo siempre la separación entre estos mundos?
R. Completamente. Y cada vez que hacía una película, para cambiar de switch, veía la que para mí es la mejor de todos los tiempos: 8 1/2 [Federico Fellini, 1963]
P. ¿Hay películas recientes que le hayan dejado una gran impresión?
R. Hoy en día, poquísimo. Lamentablemente, el séptimo arte dejó ya de ser el séptimo arte.
P. Coronación [2000] tuvo su preestreno en el Teatro Municipal de Santiago, con la asistencia del recién asumido Ricardo Lagos. Era un tiempo en que las películas podían ser acontecimientos. Hoy hay mucho material, muchos formatos, pantallas de todo tipo.
R. A nivel internacional hubo un cambio: los talentos fueron destinados a ser técnicos, no más. Los productores comenzaron a manejar la producción de cine desde su punto de vista y terminaron ellos dirigiendo. Hubo un golpe que ha destruido el cine, porque, obviamente, cuando el cine está hecho por personas que no saben hacer cine, se destruye. Hay un pequeño porcentaje de películas —independientes — que queda fuera de esto, que gana premios. Pero, en la producción habitual —que es el 90% o más — los directores ya no dirigen. He sabido que les importa mucho más el director de fotografía que el director. Lo divertido es que eso también va a morir, porque con la inteligencia artificial ya ni siquiera vas a necesitar buenos directores de fotografía. Pero hoy los héroes son los directores de fotografía y los directores son reemplazables: a veces les dicen, “no vamos a seguir con usted porque es un poco lento”. Así se hace el cine hoy.
P. Como otros directores chilenos de perfil clásico (Orlando Lübbert, Ricardo Larraín), usted no tiene una filmografía muy copiosa. ¿A qué lo atribuye?
R. Tiene que ver con las épocas. La dictadura eliminó toda posibilidad de hacer cine, de tener apoyo. La mejor época en Chile fue, para mi gusto, la de Ricardo Lagos [presidente entre 2000 y 2006], en que se apoyó a las artes y al cine, con películas que recorrían el mundo y ganaban premios por todas partes. Lamentablemente, y poco a poco, eso empezó a corromperse. ¿Por qué? Porque la política invadió los fondos [estatales]. Y no estoy hablando de un gobierno en particular, sino de algo transversal. El gobierno de turno decía, el cine tiene que apoyar tales cosas y tales características para que apoye nuestras ideas. ¿Y qué pasó? Que los que participábamos, empezamos a pensar, ‘si llevo esta idea, no la van a aceptar, no me van a dar el fondo’. Y hoy eso está más fuerte que nunca. Hoy no te aprueban una película si propones algo que no tenga que ver con el feminismo o con…
P. ¿Con el espíritu de la época? ¿Con los temas que están arriba?
R. Políticamente, claro. En este momento, si no hay feminismo, si no hay diversidad de todo tipo, no te van a aceptar el proyecto. Es una cosa que nadie te dice, pero que todo el mundo sabe. Si tú no haces un proyecto que esté en la onda del momento, no vas a recibir fondos.
El director de ‘Coronación’, ‘Julio comienza en Julio’ y de la recién restaurada ‘A la sombra del sol’ (1974), mira su carrera en retrospectiva y se despacha algunas impresiones —nada alentadoras— sobre el estado del cine
Siempre un poco pelilargo, nada canoso salvo en la barba, Silvio Caiozzi cumplió 80 años en junio y alguien diría que no los representa. Eso sí, la espaciosa oficina que desde la pandemia ocupa su empresa de producción, Andrea Films, cuenta cual museo el medio siglo transcurrido desde su debut en la realización cinematográfica.
En el undécimo piso de un edificio de exteriores vidriados, en el municipio de Providencia, en el sector oriente de Santiago, asoman los afiches de su celebrada y poco abundante filmografía. Y, antes que eso, el espectáculo de una moviola: una de esas máquinas en las que se montaban las películas cuando el soporte era una película de celuloide. Fue la moviola en la que se editaron sus propios filmes hasta Cachimba (2004), y dice hoy el director de Coronación (2000) que no funciona porque cierta pieza no anda y ya no quedan técnicos para ocuparse de esas cosas. Pero nunca se sabe.
En sí mismos, sus 80 años no son tema para Caiozzi. Más lo son los 50 transcurridos desde el estreno de A la sombra del sol, el 29 de noviembre de 1974, horas después de que su continuista y su director de fotografía, Carmen Bueno y Jorge Müller, fueran detenidos y hechos desaparecer por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), lo que llevó a que hasta hoy se celebre el Día del cine chileno en la fecha señalada. Basada en la historia real de dos reos fugitivos que cometen una violación en un pueblo altiplánico y son juzgados y ejecutados por los propios habitantes, fue codirigida por Pablo Perelman, acaba de ser restaurada y exhibida por la Cineteca Nacional, y el propio director se muestra feliz de haber participado en el proceso.
Pregunta. Machuca cumplió hace poco 20 años y Andrés Wood declaró que no la ha vuelto a ver desde que la terminó. ¿Es usted de revisitar sus películas?
Respuesta. Me da susto volver a verlas, lo cual no significa que no las vuelva a ver, cosa que hago cuando necesito. Y, de repente, las disfruto. Como A la sombra del sol, una película que no veía hacía tantos años y que ahora volví a ver.
P. Tuvo una exhibición bien acotada, ¿no?
R. La película fue desperfilada. Los medios de comunicación, con dictadura, no vieron con buenos ojos la película y no dijeron casi nada. Duró una semana en dos salas.
P. En el período que empezó tras el golpe, se dedicó al cine publicitario. ¿Incidió en sus películas?
R. Siempre tuve claro que eran dos temas totalmente distintos. El cine publicitario es una especie de panfleto en que tú recibes las exigencias de la agencia y las necesidades del cliente, y terminas haciendo un producto que logre vender más, para lo cual uno le mete lo que sabe de cine para transformarlo en un pequeño producto cinematográfico. Era para conseguir fondos, y Julio comienza en Julio [1979] está producida con plata de la publicidad. Con mis socios de la productora Telecinema [Alberto Célery y Nelson Fuentes] hicimos mucha publicidad, muchísima, pero la idea era siempre guardar todo lo que podíamos para comprar equipos para la película que íbamos a hacer algún día.
P. ¿Hizo siempre la separación entre estos mundos?
R. Completamente. Y cada vez que hacía una película, para cambiar de switch, veía la que para mí es la mejor de todos los tiempos: 8 1/2 [Federico Fellini, 1963]
P. ¿Hay películas recientes que le hayan dejado una gran impresión?
R. Hoy en día, poquísimo. Lamentablemente, el séptimo arte dejó ya de ser el séptimo arte.
P. Coronación [2000] tuvo su preestreno en el Teatro Municipal de Santiago, con la asistencia del recién asumido Ricardo Lagos. Era un tiempo en que las películas podían ser acontecimientos. Hoy hay mucho material, muchos formatos, pantallas de todo tipo.
R. A nivel internacional hubo un cambio: los talentos fueron destinados a ser técnicos, no más. Los productores comenzaron a manejar la producción de cine desde su punto de vista y terminaron ellos dirigiendo. Hubo un golpe que ha destruido el cine, porque, obviamente, cuando el cine está hecho por personas que no saben hacer cine, se destruye. Hay un pequeño porcentaje de películas —independientes — que queda fuera de esto, que gana premios. Pero, en la producción habitual —que es el 90% o más — los directores ya no dirigen. He sabido que les importa mucho más el director de fotografía que el director. Lo divertido es que eso también va a morir, porque con la inteligencia artificial ya ni siquiera vas a necesitar buenos directores de fotografía. Pero hoy los héroes son los directores de fotografía y los directores son reemplazables: a veces les dicen, “no vamos a seguir con usted porque es un poco lento”. Así se hace el cine hoy.
P. Como otros directores chilenos de perfil clásico (Orlando Lübbert, Ricardo Larraín), usted no tiene una filmografía muy copiosa. ¿A qué lo atribuye?
R. Tiene que ver con las épocas. La dictadura eliminó toda posibilidad de hacer cine, de tener apoyo. La mejor época en Chile fue, para mi gusto, la de Ricardo Lagos [presidente entre 2000 y 2006], en que se apoyó a las artes y al cine, con películas que recorrían el mundo y ganaban premios por todas partes. Lamentablemente, y poco a poco, eso empezó a corromperse. ¿Por qué? Porque la política invadió los fondos [estatales]. Y no estoy hablando de un gobierno en particular, sino de algo transversal. El gobierno de turno decía, el cine tiene que apoyar tales cosas y tales características para que apoye nuestras ideas. ¿Y qué pasó? Que los que participábamos, empezamos a pensar, ‘si llevo esta idea, no la van a aceptar, no me van a dar el fondo’. Y hoy eso está más fuerte que nunca. Hoy no te aprueban una película si propones algo que no tenga que ver con el feminismo o con…
P. ¿Con el espíritu de la época? ¿Con los temas que están arriba?
R. Políticamente, claro. En este momento, si no hay feminismo, si no hay diversidad de todo tipo, no te van a aceptar el proyecto. Es una cosa que nadie te dice, pero que todo el mundo sabe. Si tú no haces un proyecto que esté en la onda del momento, no vas a recibir fondos.
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