En medio de la pandemia el director Simón Mesa Soto (Medellín, 39 años) encontró arrojo en el desencanto. El cineasta paisa, que estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad de Antioquia, e hizo una maestría becado en la Escuela de Cine de Londres, regresa el 28 de agosto a la pantallas colombianas con su última obra: Un poeta (2025), una tragicomedia que cuenta la historia de Oscar Restrepo, un hombre alcohólico de 54 años que atraviesa el fracaso tras haber sido una joven promesa de la poesía, un arte precarizado del que no puede vivir.
Mesa logró reconocimiento con su primer cortometraje, Leidi (2014), con el que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes y el Hugo de Oro en el Festival Internacional de Cine de Chicago, un premio que repitió con su siguiente corto, Madre (2018). Luego, incursionó en los largos con Amparo (2021), con la que participó en la Semana de la Crítica de Cannes de ese mismo año. Tras varios años dedicado a la docencia, Mesa llega con Un Poeta a su país, luego de recibir en medio de aplausos el Premio Especial del Jurado en la sección Un Certain Regard en Cannes. Antes del estreno oficial, el cineasta conversa con este periódico sobre lo que lo inspira y lo aterra.
Pregunta. Lo femenino ha tenido un papel central en su obra. Ahora, por primera vez, tiene a un protagonista masculino. ¿Por qué?
Respuesta. Por la necesidad de no quedarme en unas formas específicas. Cuando empecé a hacer cortos estaba explorando y no necesariamente estaba interesado en hacer personajes femeninos, no fue una decisión deliberada. Cuando hice Leidi (2014) quería retratar las causas de la violencia tan dura que vi mientras crecía en la Medellín de inicio de siglo. Así nació ese corto, que es sobre una madre adolescente que, para mí, es un personaje bastante profundo y que encerraba más violencia de lo que se veía. El arte se nutre de lo que sucede, es un reflejo de la sociedad. Ahora tenía la necesidad de tumbar mis propias restricciones a la hora de hacer cine.
P. ¿De dónde vino la inspiración para Un poeta? ¿El poeta es usted?
R. Pues, en un principio quería ponerme un espejo, ser yo quien fuese retratado y bajo esa idea surgió. Pero retratar a un cineasta no era tan interesante. Conocía a estos poetas, encontraba la comedia en ellos y su mundo. Es que son soñadores de verdad, siempre están hablando como si fueran Rimbaud, pero están en una mesita de una cantina en Medellín. Ese nivel de ensoñación me sorprendía mucho, quizá porque era muy parecido al mío con el cine. A eso se sumó que estaba en plena pandemia y sentía cierta frustración con mi oficio. O sea, a mí me encanta el cine, es hermoso y a veces muy gratificante, me siento muy afortunado de poder hacer películas. Teniendo en cuenta el entorno en el que crecí, o de donde soy, ser cineasta es un privilegio, aunque he trabajado mucho para poder lograrlo y he pasado por momentos donde se vuelve muy complicado. Recuerdo que varios de mis maestros intentaron hacer cine en los ochenta o noventa, y por la violencia de la época en Medellín, muchos artistas renunciaron al arte. Otros llegaban a clase con tragos, y a otros se los chupó la bohemia. Pareciera que si fracaso en el cine mi destino es la bohemia, el alcohol, terminar viviendo con mi mamá, y hablando de cuando pasé por Cannes hace veinte años. Me imaginé todo eso que no quería ser por lo que la peli resultó siendo una suerte de exorcismo de esos temores.
P. ¿Cómo fue esa transición de la tragedia a la tragicomedia?
R. Fue un ejercicio de soltarme, liberarme y aceptar hacia dónde iba la película. Al principio sí estuvo la duda de dar ese paso hacia hacer comedia o no. Pero con el tiempo y las versiones del guión que iban naciendo fui identificando las partes donde podía incluirse el chiste. A mí me encanta la comedia, pero nunca la había explorado.
P. Financiar una cinta en Colombia es un desafío. Más si es un tema impopular como el fracaso. Cuéntenos del proceso para materializar el proyecto
R. No fue fácil. Tuvimos que tocar muchas puertas, y la mayoría respondieron con un no. Pero lo logramos, y eso se lo debemos, de nuevo, a la obstinación. Estuvimos tres años tocando puertas. Al final, logramos reunir recursos suficientes para hacerla. Fue un riesgo y lo sabíamos desde el inicio, sabíamos que iba a ser rara, pero nos enfocamos en lo que podíamos tener control: conseguir un guión sólido. Trabajamos en hacer una buena película. Por eso estar en Cannes mostrándola y recibiendo una recepción tan bella, con tanta gente interesada en proyectarla en diferentes partes del mundo fue… Lloramos de emoción. Fue una apuesta que dio frutos.
P. El filme tiene un lenguaje muy local, ¿eso impactó la acogida fuera del país?
R. A mí me pareció muy sorprendente que pese a que puede llegar a ser muy local, la gente afuera lo entendía todo. Por eso estoy a la expectativa del recibimiento en Colombia…Si la gente se encuentra, si logra conectar con la historia y se divierte. Me pregunté: ¿Será que a la gente le interesa ver poetas en una situación así? No quería hacer una película ladrilluda [difícil de digerir] y estoy por descubrir si lo logré o no. Yo sí creo que todos tenemos una oveja negra en la familia. Además, la poesía es universal y muy humana.
P. La mitad de los actores son naturales, ¿esa decisión estuvo clara desde el inicio?
R. Buscamos en todas partes y fue también decisión de John Bedoya, el director de casting. Hicimos un llamado público por redes, en todos los colegios de todos los barrios y resultaron muchas peladas, actrices. Mi interés tampoco era buscar a la actriz formada, porque no necesariamente la habilidad de actuar está en las academias, sino que para mí está en cualquier parte. Por ejemplo, Rebeca Andrade, la coprotagonista, fue increíblemente buena desde la prueba uno. Los diálogos se los aprendía rápido, y a veces, ensayando a otros actores, a ellos se les olvidaban los diálogos y ella se los sabía.
P. El actor que hace de protagonista, Ubeimar Ríos, también ha sido una revelación, pero entiendo que el personaje originalmente era diferente.
R. Sí, cuando lo conocí yo no lo veía a él en ese personaje. Originalmente era menos cómico, más sobrio, pero él le creó una cosa muy especial, él genera mucha empatía. El personaje evolucionó porque al final el guión va mutando, se alimenta de mucha gente, de muchos lados. El cine es un organismo vivo
P. ¿Qué hay de Simón Mesa en el poeta llamado Oscar Restrepo?
R. Un poco la obstinación artística. Él es un soñador y un obstinado. Nadie vive de la poesía, es una locura pensar que se puede vivir de la poesía. Pero él sí lo cree, confía en que puede lograr ser un escritor reconocido y vivir de eso, algo un tanto absurdo. Aun así, cuando uno lo piensa detenidamente, pasa lo mismo con el cine. ¿Quién puede vivir del cine? Quizá encuentre las formas, pero no es fácil, lo fácil es renunciar. Cuando uno hace cine, música, lo que sea, siempre hay una extensión de uno. En el caso de Un poeta, yo tenía un montón de dilemas con el cine. Y, al final, encontré la manera de meterlos en esta historia. Quería retratar lo que soy, o sea, el artista.
P. ¿Y usted por qué no ha renunciado?
R. Precisamente por eso, por la obstinación. Por ser obstinado y apasionado. Además, soy muy austero, puedo vivir con muy poco. Eso me ha permitido estar desempleado, como me llama mi mamá cuando me siento a escribir un guión (Risas).
P. Ha mencionado que este proyecto surgió en un momento de desencanto que tuvo con el cine. ¿Ese desencanto se mantiene?
R. No. Estoy feliz. Un poeta tiene un montón de cosas que a mí me encantan, es algo muy único, muy libre, la estética de la fealdad, de lo que no se señala. A veces soy muy autocrítico. Por ejemplo, con mi primer largo la sufrí mucho y aún me cuesta verlo. Por eso ha sido importante tener claro que las películas no son perfectas ni buscan la perfección. En esta última abracé el error. Aquí el miedo se borró y por eso la hicimos, nos arrojamos. La filmamos entre enero y febrero, la editamos de una y la mandamos a Cannes. Incluso, el hecho de que se haya visto en ese festival nos sorprendió mucho porque la cinta también se ríe de esos circuitos de festivales y creo que ellos se rieron de ellos mismos. Eso es clave porque hay gente que le tiene miedo a reírse, vivimos en una sociedad muy implacable. Un poeta es una invitación: olvidémonos de eso y riámonos de todo, riámonos de nosotros mismos.
El director de ‘Un Poeta’, cinta premiada en el Festival de Cine en Cannes, se prepara para estrenar el largometraje en Colombia: “Es una invitación a que nos riamos de nosotros mismos”
En medio de la pandemia el director Simón Mesa Soto (Medellín, 39 años) encontró arrojo en el desencanto. El cineasta paisa, que estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad de Antioquia, e hizo una maestría becado en la Escuela de Cine de Londres, regresa el 28 de agosto a la pantallas colombianas con su última obra: Un poeta (2025), una tragicomedia que cuenta la historia de Oscar Restrepo, un hombre alcohólico de 54 años que atraviesa el fracaso tras haber sido una joven promesa de la poesía, un arte precarizado del que no puede vivir.
Mesa logró reconocimiento con su primer cortometraje, Leidi (2014), con el que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes y el Hugo de Oro en el Festival Internacional de Cine de Chicago, un premio que repitió con su siguiente corto, Madre (2018). Luego, incursionó en los largos con Amparo (2021), con la que participó en la Semana de la Crítica de Cannes de ese mismo año. Tras varios años dedicado a la docencia, Mesa llega con Un Poeta a su país, luego de recibir en medio de aplausos el Premio Especial del Jurado en la sección Un Certain Regard en Cannes. Antes del estreno oficial, el cineasta conversa con este periódico sobre lo que lo inspira y lo aterra.
Pregunta. Lo femenino ha tenido un papel central en su obra. Ahora, por primera vez, tiene a un protagonista masculino. ¿Por qué?
Respuesta. Por la necesidad de no quedarme en unas formas específicas. Cuando empecé a hacer cortos estaba explorando y no necesariamente estaba interesado en hacer personajes femeninos, no fue una decisión deliberada. Cuando hice Leidi (2014) quería retratar las causas de la violencia tan dura que vi mientras crecía en la Medellín de inicio de siglo. Así nació ese corto, que es sobre una madre adolescente que, para mí, es un personaje bastante profundo y que encerraba más violencia de lo que se veía. El arte se nutre de lo que sucede, es un reflejo de la sociedad. Ahora tenía la necesidad de tumbar mis propias restricciones a la hora de hacer cine.
P. ¿De dónde vino la inspiración para Un poeta? ¿El poeta es usted?
R. Pues, en un principio quería ponerme un espejo, ser yo quien fuese retratado y bajo esa idea surgió. Pero retratar a un cineasta no era tan interesante. Conocía a estos poetas, encontraba la comedia en ellos y su mundo. Es que son soñadores de verdad, siempre están hablando como si fueran Rimbaud, pero están en una mesita de una cantina en Medellín. Ese nivel de ensoñación me sorprendía mucho, quizá porque era muy parecido al mío con el cine. A eso se sumó que estaba en plena pandemia y sentía cierta frustración con mi oficio. O sea, a mí me encanta el cine, es hermoso y a veces muy gratificante, me siento muy afortunado de poder hacer películas. Teniendo en cuenta el entorno en el que crecí, o de donde soy, ser cineasta es un privilegio, aunque he trabajado mucho para poder lograrlo y he pasado por momentos donde se vuelve muy complicado. Recuerdo que varios de mis maestros intentaron hacer cine en los ochenta o noventa, y por la violencia de la época en Medellín, muchos artistas renunciaron al arte. Otros llegaban a clase con tragos, y a otros se los chupó la bohemia. Pareciera que si fracaso en el cine mi destino es la bohemia, el alcohol, terminar viviendo con mi mamá, y hablando de cuando pasé por Cannes hace veinte años. Me imaginé todo eso que no quería ser por lo que la peli resultó siendo una suerte de exorcismo de esos temores.
P. ¿Cómo fue esa transición de la tragedia a la tragicomedia?
R. Fue un ejercicio de soltarme, liberarme y aceptar hacia dónde iba la película. Al principio sí estuvo la duda de dar ese paso hacia hacer comedia o no. Pero con el tiempo y las versiones del guión que iban naciendo fui identificando las partes donde podía incluirse el chiste. A mí me encanta la comedia, pero nunca la había explorado.

P. Financiar una cinta en Colombia es un desafío. Más si es un tema impopular como el fracaso. Cuéntenos del proceso para materializar el proyecto
R. No fue fácil. Tuvimos que tocar muchas puertas, y la mayoría respondieron con un no. Pero lo logramos, y eso se lo debemos, de nuevo, a la obstinación. Estuvimos tres años tocando puertas. Al final, logramos reunir recursos suficientes para hacerla. Fue un riesgo y lo sabíamos desde el inicio, sabíamos que iba a ser rara, pero nos enfocamos en lo que podíamos tener control: conseguir un guión sólido. Trabajamos en hacer una buena película. Por eso estar en Cannes mostrándola y recibiendo una recepción tan bella, con tanta gente interesada en proyectarla en diferentes partes del mundo fue… Lloramos de emoción. Fue una apuesta que dio frutos.
P. El filme tiene un lenguaje muy local, ¿eso impactó la acogida fuera del país?
R. A mí me pareció muy sorprendente que pese a que puede llegar a ser muy local, la gente afuera lo entendía todo. Por eso estoy a la expectativa del recibimiento en Colombia…Si la gente se encuentra, si logra conectar con la historia y se divierte. Me pregunté: ¿Será que a la gente le interesa ver poetas en una situación así? No quería hacer una película ladrilluda [difícil de digerir] y estoy por descubrir si lo logré o no. Yo sí creo que todos tenemos una oveja negra en la familia. Además, la poesía es universal y muy humana.
P. La mitad de los actores son naturales, ¿esa decisión estuvo clara desde el inicio?
R. Buscamos en todas partes y fue también decisión de John Bedoya, el director de casting. Hicimos un llamado público por redes, en todos los colegios de todos los barrios y resultaron muchas peladas, actrices. Mi interés tampoco era buscar a la actriz formada, porque no necesariamente la habilidad de actuar está en las academias, sino que para mí está en cualquier parte. Por ejemplo, Rebeca Andrade, la coprotagonista, fue increíblemente buena desde la prueba uno. Los diálogos se los aprendía rápido, y a veces, ensayando a otros actores, a ellos se les olvidaban los diálogos y ella se los sabía.
P. El actor que hace de protagonista, Ubeimar Ríos, también ha sido una revelación, pero entiendo que el personaje originalmente era diferente.
R. Sí, cuando lo conocí yo no lo veía a él en ese personaje. Originalmente era menos cómico, más sobrio, pero él le creó una cosa muy especial, él genera mucha empatía. El personaje evolucionó porque al final el guión va mutando, se alimenta de mucha gente, de muchos lados. El cine es un organismo vivo
P. ¿Qué hay de Simón Mesa en el poeta llamado Oscar Restrepo?
R. Un poco la obstinación artística. Él es un soñador y un obstinado. Nadie vive de la poesía, es una locura pensar que se puede vivir de la poesía. Pero él sí lo cree, confía en que puede lograr ser un escritor reconocido y vivir de eso, algo un tanto absurdo. Aun así, cuando uno lo piensa detenidamente, pasa lo mismo con el cine. ¿Quién puede vivir del cine? Quizá encuentre las formas, pero no es fácil, lo fácil es renunciar. Cuando uno hace cine, música, lo que sea, siempre hay una extensión de uno. En el caso de Un poeta, yo tenía un montón de dilemas con el cine. Y, al final, encontré la manera de meterlos en esta historia. Quería retratar lo que soy, o sea, el artista.
P. ¿Y usted por qué no ha renunciado?
R. Precisamente por eso, por la obstinación. Por ser obstinado y apasionado. Además, soy muy austero, puedo vivir con muy poco. Eso me ha permitido estar desempleado, como me llama mi mamá cuando me siento a escribir un guión (Risas).
P. Ha mencionado que este proyecto surgió en un momento de desencanto que tuvo con el cine. ¿Ese desencanto se mantiene?
R. No. Estoy feliz. Un poeta tiene un montón de cosas que a mí me encantan, es algo muy único, muy libre, la estética de la fealdad, de lo que no se señala. A veces soy muy autocrítico. Por ejemplo, con mi primer largo la sufrí mucho y aún me cuesta verlo. Por eso ha sido importante tener claro que las películas no son perfectas ni buscan la perfección. En esta última abracé el error. Aquí el miedo se borró y por eso la hicimos, nos arrojamos. La filmamos entre enero y febrero, la editamos de una y la mandamos a Cannes. Incluso, el hecho de que se haya visto en ese festival nos sorprendió mucho porque la cinta también se ríe de esos circuitos de festivales y creo que ellos se rieron de ellos mismos. Eso es clave porque hay gente que le tiene miedo a reírse, vivimos en una sociedad muy implacable. Un poeta es una invitación: olvidémonos de eso y riámonos de todo, riámonos de nosotros mismos.
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