<p>Aunque <strong>Jep Gambardella</strong> -el protagonista de la película de Paolo Sorrentino ‘La gran belleza’ (2013)- le acompañe como una sombra hasta el día en que se muerta, <strong>Toni Servillo</strong> (Nápoles, 1959) es, por encima de todo, un hombre de teatro. No reniega del poder de la pantalla, pero él prefiere ese modo de contar las cosas que se produce cuando actor y público comparten el oxígeno que viaja del patio de butacas al escenario.</p>
El protagonista de ‘La gran belleza’ presenta ‘Tres maneras para no morir’, monólogo de canto a la vida a través de Grecia, Dante y Baudelaire en el festival Temporada Alta y, en enero, en la CNTC.
Aunque Jep Gambardella -el protagonista de la película de Paolo Sorrentino ‘La gran belleza’ (2013)- le acompañe como una sombra hasta el día en que se muerta, Toni Servillo (Nápoles, 1959) es, por encima de todo, un hombre de teatro. No reniega del poder de la pantalla, pero él prefiere ese modo de contar las cosas que se produce cuando actor y público comparten el oxígeno que viaja del patio de butacas al escenario.
En esa distancia corta, sostiene, se produce un nivel de comunicación que no se da en ningún otro lugar. La palabra declamada llega al cerebro de un modo diferente. Y sí: nos hace entender cosas que de otra forma no entenderíamos. En el caso de ‘Tre modi per non morire’ (‘Tres maneras para no morir’), los textos de los clásicos griegos, de Dante y de Baudelaire, pasan de la página a la voz de Servillo para contarnos que no, que la muerte no tiene por qué ganarnos la partida. La pieza se representa este viernes en el festival Temporada Alta de Girona y regresará a España del 23 al 26 de enero del año próximo, en el Teatro de la Comedia de Madrid, centro neurálgico de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC).
«Mi intención y la del autor Giuseppe Montesano», dice Servillo, «es mostrar cómo, a través de tres experiencias tan importantes como las de Baudelaire, Dante y los clásicos griegos, la poesía persigue la vida y se aleja del analfabetismo emocional y mental que nos asfixia». Unas cumbres del pensamiento, según él, que dan testimonio al público de hoy de cómo, «a través de la imaginación y de una mente abierta, se puede alejar de nosotros el riesgo de la muerte en vida».
Toni Servillo, la única persona sobre el escenario durante todo el espectáculo, señala que cada una de estas tres experiencias aporta un matiz diferente. En Baudelaire, «cómo la belleza se opone a la injusticia y a la depresión». En el caso de Dante, «el extraordinario poder de la imaginación activa que circula en sus versos». Y en los clásicos griegos, «un pensamiento desnudo y claro capaz de imaginar el futuro». Amor, trascendencia y resistencia son algunas de las ideas que se materializan en el montaje.
«Los grandes clásicos sólo llegan a ser nuestros si nos dejamos hechizar y asir por ellos, como por un espejo mágico», asegura Servillo. Así, Dante «es nuestro contemporáneo, una figura que ataca el corazón del siglo XX, sacudido por dramas y conflictos, pero también por extraordinarias esperanzas de progreso». Y señala que el autor de La Divina Comedia se ha convertido «en una valiosa guía para grandes poetas como Thomas Stearns Eliot, Ezra Pound, Jorge Luis Borges, Ósip Mandelshtam…». Además, está «su sueño de una nueva civilización europea más allá de las naciones individuales, pronunciadas las palabras ‘civilización’ y ‘Europa’ como lo que nos une en la diversidad y la singularidad de cada pueblo».
En su viaje a lo largo de 2.500 años, ‘Tres maneras para no morir’ se adentra en el principio mismo del arte teatral, que coincidió en el tiempo (y en el espacio)con el nacimiento de la democracia, un hecho que el actor no pasa por alto. «El teatro, a diferencia del cine, que a menudo lleva al espectador a una dimensión onírica o ilusoria, pide a éste una confrontación dialéctica, un debate sobre diferentes posiciones entre quien propone y quien asiste a esa propuesta, exactamente como debería ocurrir en democracia», afirma. «Es por ello que el arte teatral, en sus mejores manifestaciones, puede adoptar la forma de una asamblea democrática entre actores y público».
No es cosa menor, en una época en la que la falta de vínculos con el prójimo está provocando graves problemas en las sociedades. «Frente a ello, el teatro sigue siendo el lugar donde el público está llamado a experimentar esta dimensión asamblearia que, por su propia naturaleza, actúa contra la soledad», dice.
Y más aún: «Las palabras que leemos se confían a la interpretación que hacemos en soledad, mientras que las palabras que oímos van inevitablemente acompañadas de un impacto emocional que depende tanto de la escucha compartida con otros como del ritmo y las modulaciones sonoras que el intérprete da a las palabras, lo cual puede multiplicar sus significados».
Servillo tiene una frase que intenta definir este extraño alboroto que vivimos actualmente en la política: «La patente de Donald Trump la tiene Italia, por Silvio Berlusconi». Ahora que el ex primer ministro italiano ha fallecido y que el primero vuelve a gobernar Estados Unidos, el actor mueve la cabeza: «Es una idea que cada día que pasa está de mayor actualidad».
Algo sabe Servillo de la ‘performance’ del poder, gracias a su interpretación de Giulio Andreotti en ‘Il Divo’ (2008), también de Paolo Sorrentino, o por su papel como jefe de la Camorra napolitana en ‘Gomorra’ (2008), de Matteo Garrone. De hecho, también ha llegado a meterse en la piel del propio Berlusconi (y del magnate Ennio Doris) en ‘Loro’ (2018), igualmente de Sorrentino. Pero, insiste, es sobre las tablas donde se puede hablar mejor de estas grandes cuestiones que atañen a la humanidad. «Pienso y repito a menudo que el teatro es el lugar para una fiesta de los sentidos y de la inteligencia», proclama el italiano. «Y en un mundo cada vez más abrumado por la prepotencia digital, donde la infelicidad nos asedia, es muy importante activar estos dos aspectos: sentidos e inteligencia».
Alejado de los rituales habituales de la farándula, Servillo es un asceta de la interpretación que encontraría su análogo en el anglo-irlandés Daniel Day-Lewis. Ambos comparten un compromiso con el arte y el oficio que sitúan a la persona en la oscuridad, para que el personaje sea quien concite la atención. Más allá de las declaraciones personales que pueda hacer el actor, su verdadera capacidad para transformar el mundo, defiende, se sitúa en la puesta en escena que hace de los textos. «Creo que el arte y la cultura deben ser un espejo que refleje el horror del mundo, a veces voluntariamente y a veces involuntariamente», dice Servillo al respecto. Este aspecto negativo, abunda, «es indispensable para pensar y conmoverse y así seguir viviendo, o más bien como el título de nuestra obra ‘…para no morir’».
Él, más allá de la inmortalidad de Jep Gambardella, ha logrado desafiar a la parca con su trabajo.
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