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  Cine  Ubeimar Ríos, actor de ‘Un Poeta’: “Espero no me dé muy duro cuando la fama se acabe”
Cine

Ubeimar Ríos, actor de ‘Un Poeta’: “Espero no me dé muy duro cuando la fama se acabe”

octubre 13, 2025
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Ubeimar Ríos (54 años, Yarumal, Antioquia) interrumpe la entrevista para contestar una llamada urgente. Durante poco menos de un minuto, intenta conciliar una fecha con su interlocutor. “Es que en dos semanas me voy a Egipto. No, no, pero es que después me voy a Viña del Mar”, se le escucha decir. Semanas antes, rompió en llanto en el Festival de San Sebastián en España, donde Un Poeta, la película que él protagoniza, fue reconocida con el premio Horizontes Latinos, siendo la primera obra colombiana en ese lugar. El filme, dirigido por el director paisa Simón Mesa Soto, fue elegida para representar a Colombia en los premios Goya, y de la Academia, tras un éxito rotundo en taquillas.

Un año antes todas esas escenas hubiesen sido apenas una fantasía. Ríos, amante de la poesía y miembro de una banda de música metal, trabaja como profesor de bachillerato en el Instituto Educativo Liceo José María Córdoba, en Rionegro, un pequeño municipio del oriente antioqueño. Uno de sus grandes proyectos ha sido el Festival Internacional de Poesía; allí, un eco del personaje que interpretó. A la película llegó por casualidad, por recomendación de un amigo de la familia, y él, que no tenía idea de actuación, se embarcó en ese nuevo reto. En pocos meses, la decisión ha tomado giros inesperados. Ya ha ganado dos premios a mejor actuación, el primero en el Festival de Cine de Lima, y el segundo en el Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz. Ahora Ríos intenta a toda costa mantener su rutina.

La copia de Ubeimar Ríos del Guion de Un Poeta.

Pregunta: Lo vimos llorar en el Festival de Cine San Sebastián. ¿Qué sintió en ese momento?

Respuesta: A diferencia de otros miembros de la producción, yo no he podido ver tantas veces la película en un teatro. En San Sebastián me di cuenta de las risas, de los llantos de la gente. Es que yo soy muy lloroncito y sensible también, como Óscar. Y cuando se acabó, fue muy emocionante ver a la gente aplaudiéndonos. Ahí recordé algo que aprendí de los conciertos que doy con mi banda, que consiste en entablar conexión visual con el público, entonces en San Sebastián hice eso y vi a cuatro señoras llorando. Parece que a la gente le gustó eso, pero fue una reacción natural no planeada.

P. Menciona que se parece al personaje protagonista en la sensibilidad. ¿Cuánto hay de Ubeimar en Óscar Restrepo?

R. Las historias de vida de Óscar son muy distintas a las mías, es decir, no soy tan irresponsable como él, ni me pasan tantos infortunios. Si vamos a cuestiones en las que nos parecemos, podría decir que hay cierta nobleza, cierta ingenuidad que compartimos. Él es amante de la poesía, yo también; así él no quisiera, le tocó ser profesor y yo soy profesor; ambos somos fracasados en literatura, porque yo soy un fracasado en literatura en el sentido de que también me gané en los noventa el primer concurso de cuento de Navidad en la Casa de Cultura Sixto Arango Gallo en el Carmen. Después de eso no volvió a pasar nada conmigo en literatura. Óscar vivió algo parecido, y para acabar de ajustar, los dos somos gustadores del licor. Aunque él es muy borrachito, yo no tanto.

P. ¿Qué los diferencia?

R. Por un lado, la irresponsabilidad, pues yo toda la vida he trabajado y he sido responsable siempre. Óscar no quería hacer nada. Era pusilánime, o sea, él quería ser poeta, pero cuando los compañeros de la Casa de Poesía le proponían que hiciera un recital para promocionar el próximo libro, él se hacía el huevón. Él no quería hacer nada, solo quería vivir en su mundo poético. Yo, por el contrario, soy un permanente hacedor, eso nos distancia.

P. Usted no es actor que venga de los centros culturales urbanos. ¿De dónde viene?

R. Es una historia tremendamente larga porque es que yo nací en un municipio antioqueño que se llama Yarumal, la tierra de las tres efes: frío, faldudo y feo. Pero por cosas de la vida, nos mudamos y llegamos al municipio de Bello. En la juventud éramos futboleros y rockeros. También por esa época nos empezó a picar el bichito de la de la literatura. Inicialmente, estudié a distancia gerontología, pero yo no me veía ejerciendo, así que me pasé a Filosofía y en paralelo, terminé como locutor deportivo. Siempre tuve que estudiar y trabajar al tiempo para pagarme mis estudios.

P. ¿Y cómo llegó a la gestión cultural?

R. Sí, cuando me ubiqué en el oriente, montamos una corporación cultural. He sido muy inquieto siempre. En unos colegios me inventé el club de lector, el club del pensador en otro, el foro intercolegial de filosofía. Fundamos el Festival Rock al Río pensado para darle salida a las bandas ríonegreras.

P. ¿Cómo fue el proceso para darle vida al poeta?

R. Fue largo y complicado. Primero, hice una prueba donde me pidieron improvisar una escena, me pedían que no mirara a la cámara. Me repetían: nunca mire a la cámara. Eso fue lo que hice. Eso fueron cinco, seis minutos, hasta que dijera corte, y a mí me pareció toda una eternidad. Después, pasó como un año y medio, me llamaron para un segundo casting con libreto y ya me avisaron que era elegido y a partir de ahí empezaron los ensayos dos meses antes del rodaje. En noviembre y diciembre del año pasado le dimos duro. Fue muy bacano porque la formación que nos daban tenía que ver con el ejercicio de las escenas. Nos entregaban las escenas, uno leía y ahí lo que decía Simón era: ‘póngale lo que quieran. Si quieren, lo dicen al pie de la letra, o también si lo quieren decir de otra manera, lo hacen’. Nos pusieron a hacer varios ejercicios para agilizar la memoria sensitiva, este tema de llorar, etc. Yo todavía no me siento muy actor, pero recuerdo que Catalina Arroyave, justo antes de empezar el rodaje, le dijo a Simón: ahí le entrego a un actor.

P. Usted no había actuado antes

R. Sí. Y le dediqué cuatro meses enteros a la película, pedí un permiso no renumerado en el colegio. Luego, salía de trabajar a la una, y a las tres estaba en Medellín ensayando hasta las ocho de la noche. Enero y febrero lo dediqué de lleno al personaje, porque esa era la idea: tratar de ser él. Yo me convertí en Óscar. Un mes antes del rodaje yo ya no era Ubeimar, a Clara le daba mucha risa, pero también le preocupaba porque me veía ahí, todo deprimido y llorando. Hasta me regañaba, aunque eso era un ejercicio interno y una cosa mía.

Ubeimar Ríos y su esposa, Clara Elena Vélez, en El Carmen de Viboral.

P. ¿Vivía en una profunda tristeza?

R. (Risas) Con esta experiencia uno aprende a entender a los actores y lo difícil que es después dejar el papel. Es decir, como todo es tan reciente, a veces uno siente que Óscar lo habita. Le llegan como ciertas depresiones que no han sido muy de Ubeimar, entonces mi esposa siempre me trae al orden. Me dice, no hermano, usted no es así, relájese. Ella es mi moral.

P. ¿Cómo han recibido sus estudiantes y su entorno, un pueblo muy pequeño, el hecho de que ahora usted sea tan popular?

R. A mis estudiantes, cuando tengo que viajar, los molesto. Les digo: “ustedes se ponen más contentos porque no va a haber clase que por mis logros”. Ellos se ríen y son felices, que el profe famoso, que tráigame cositas. Lo más bonito es que la dinámica de la clase es la misma. Con los vecinos uno siente unas miraditas, pero nada más allá. Lo que pasa es que busco seguir siendo el mismo. Sigo visitando los mismos sitios, entonces hay como una camaradería muy bacana en el Carmen. Incluso con la gente que a veces nos pide fotos y autógrafos, lo que pasa es que mi letra es muy fea y me da pena.

P. ¿Qué ha sido lo más difícil de esa repentina popularidad?

R. Lo más abrumador es el cansancio. A veces hemos pasado jornadas enteras dando entrevistas y ya uno no sabe lo que responde. En general lo disfruto, a mí me gusta hablar con la gente y me han gustado los medios. En la cuestión de la fama lo que hago es tratar de respetar a todos los que quieren hablar conmigo, llámese emisora comunitaria o periodista de EL PAÍS. Trato de contestarle a todo el mundo. Creo que la vamos manejando.

P. La fama es efímera. ¿Está preparado para cuando pase el boom de la película?

R. Me preparo no creyéndomela mucho, llevándole la contraria a la mayoría de personas que me dice “se la tiene que creer” y no, yo no me la creo porque, al final, uno sigue siendo el mismo. En menos de lo que canta un gallo esto va a pasar y por más que uno piense que va a seguir actuando, va a pasar. Me estoy preparando, entendiendo que no soy un personaje famoso de toda la vida. A mí me tocó vivir esto, y espero que no me dé muy duro cuando se acabe. Pues, a pesar de que no me choca este rollo que estoy viviendo, también es cierto que siempre hemos sido medianamente reconocidos en Rionegro y el Carmen, sobre todo por lo que hemos hecho como profes y como gestores culturales. Así que seguramente volveremos a la vida misma que, intento, seguir llevando.

P. Para usted, ¿dónde está la poesía en un poeta?

R. En su sentir, en su emocionalidad, en su nobleza. Está en el querer a los poetas, y a la poesía, más allá de no escribir, pero ser capaz de proyectarla.

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P. ¿Le gustaría seguir actuando?

R. No sé, es como muy incierto todo. Lo cierto es que tuve un casting con una serie de Netflix para un pequeño papel. No sé si me van a llamar, y supone uno que van a haber propuestas, pero hasta ahora hay solo comentarios, nadie me ha propuesto nada en serio. Voy a esperar a ver qué pasa.

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 El profesor encargado de darle vida a Óscar Restrepo, en la película galardonada ‘Un Poeta’, habla con EL PAÍS sobre cómo ha llevado la repentina popularidad que le ha traído el filme  

Ubeimar Ríos (54 años, Yarumal, Antioquia) interrumpe la entrevista para contestar una llamada urgente. Durante poco menos de un minuto, intenta conciliar una fecha con su interlocutor. “Es que en dos semanas me voy a Egipto. No, no, pero es que después me voy a Viña del Mar”, se le escucha decir. Semanas antes, rompió en llanto en el Festival de San Sebastián en España, donde Un Poeta, la película que él protagoniza, fue reconocida con el premio Horizontes Latinos, siendo la primera obra colombiana en ese lugar. El filme, dirigido por el director paisa Simón Mesa Soto, fue elegida para representar a Colombia en los premios Goya, y de la Academia, tras un éxito rotundo en taquillas.

Un año antes todas esas escenas hubiesen sido apenas una fantasía. Ríos, amante de la poesía y miembro de una banda de música metal, trabaja como profesor de bachillerato en el Instituto Educativo Liceo José María Córdoba, en Rionegro, un pequeño municipio del oriente antioqueño. Uno de sus grandes proyectos ha sido el Festival Internacional de Poesía; allí, un eco del personaje que interpretó. A la película llegó por casualidad, por recomendación de un amigo de la familia, y él, que no tenía idea de actuación, se embarcó en ese nuevo reto. En pocos meses, la decisión ha tomado giros inesperados. Ya ha ganado dos premios a mejor actuación, el primero en el Festival de Cine de Lima, y el segundo en el Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz. Ahora Ríos intenta a toda costa mantener su rutina.

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La copia de Ubeimar Ríos del Guion de Un Poeta.CHELO CAMACHO

Pregunta: Lo vimos llorar en el Festival de Cine San Sebastián. ¿Qué sintió en ese momento?

Respuesta: A diferencia de otros miembros de la producción, yo no he podido ver tantas veces la película en un teatro. En San Sebastián me di cuenta de las risas, de los llantos de la gente. Es que yo soy muy lloroncito y sensible también, como Óscar. Y cuando se acabó, fue muy emocionante ver a la gente aplaudiéndonos. Ahí recordé algo que aprendí de los conciertos que doy con mi banda, que consiste en entablar conexión visual con el público, entonces en San Sebastián hice eso y vi a cuatro señoras llorando. Parece que a la gente le gustó eso, pero fue una reacción natural no planeada.

P. Menciona que se parece al personaje protagonista en la sensibilidad. ¿Cuánto hay de Ubeimar en Óscar Restrepo?

R. Las historias de vida de Óscar son muy distintas a las mías, es decir, no soy tan irresponsable como él, ni me pasan tantos infortunios. Si vamos a cuestiones en las que nos parecemos, podría decir que hay cierta nobleza, cierta ingenuidad que compartimos. Él es amante de la poesía, yo también; así él no quisiera, le tocó ser profesor y yo soy profesor; ambos somos fracasados en literatura, porque yo soy un fracasado en literatura en el sentido de que también me gané en los noventa el primer concurso de cuento de Navidad en la Casa de Cultura Sixto Arango Gallo en el Carmen. Después de eso no volvió a pasar nada conmigo en literatura. Óscar vivió algo parecido, y para acabar de ajustar, los dos somos gustadores del licor. Aunque él es muy borrachito, yo no tanto.

P. ¿Qué los diferencia?

R. Por un lado, la irresponsabilidad, pues yo toda la vida he trabajado y he sido responsable siempre. Óscar no quería hacer nada. Era pusilánime, o sea, él quería ser poeta, pero cuando los compañeros de la Casa de Poesía le proponían que hiciera un recital para promocionar el próximo libro, él se hacía el huevón. Él no quería hacer nada, solo quería vivir en su mundo poético. Yo, por el contrario, soy un permanente hacedor, eso nos distancia.

P. Usted no es actor que venga de los centros culturales urbanos. ¿De dónde viene?

R. Es una historia tremendamente larga porque es que yo nací en un municipio antioqueño que se llama Yarumal, la tierra de las tres efes: frío, faldudo y feo. Pero por cosas de la vida, nos mudamos y llegamos al municipio de Bello. En la juventud éramos futboleros y rockeros. También por esa época nos empezó a picar el bichito de la de la literatura. Inicialmente, estudié a distancia gerontología, pero yo no me veía ejerciendo, así que me pasé a Filosofía y en paralelo, terminé como locutor deportivo. Siempre tuve que estudiar y trabajar al tiempo para pagarme mis estudios.

P. ¿Y cómo llegó a la gestión cultural?

R. Sí, cuando me ubiqué en el oriente, montamos una corporación cultural. He sido muy inquieto siempre. En unos colegios me inventé el club de lector, el club del pensador en otro, el foro intercolegial de filosofía. Fundamos el Festival Rock al Río pensado para darle salida a las bandas ríonegreras.

P. ¿Cómo fue el proceso para darle vida al poeta?

R. Fue largo y complicado. Primero, hice una prueba donde me pidieron improvisar una escena, me pedían que no mirara a la cámara. Me repetían: nunca mire a la cámara. Eso fue lo que hice. Eso fueron cinco, seis minutos, hasta que dijera corte, y a mí me pareció toda una eternidad. Después, pasó como un año y medio, me llamaron para un segundo casting con libreto y ya me avisaron que era elegido y a partir de ahí empezaron los ensayos dos meses antes del rodaje. En noviembre y diciembre del año pasado le dimos duro. Fue muy bacano porque la formación que nos daban tenía que ver con el ejercicio de las escenas. Nos entregaban las escenas, uno leía y ahí lo que decía Simón era: ‘póngale lo que quieran. Si quieren, lo dicen al pie de la letra, o también si lo quieren decir de otra manera, lo hacen’. Nos pusieron a hacer varios ejercicios para agilizar la memoria sensitiva, este tema de llorar, etc. Yo todavía no me siento muy actor, pero recuerdo que Catalina Arroyave, justo antes de empezar el rodaje, le dijo a Simón: ahí le entrego a un actor.

P. Usted no había actuado antes

R. Sí. Y le dediqué cuatro meses enteros a la película, pedí un permiso no renumerado en el colegio. Luego, salía de trabajar a la una, y a las tres estaba en Medellín ensayando hasta las ocho de la noche. Enero y febrero lo dediqué de lleno al personaje, porque esa era la idea: tratar de ser él. Yo me convertí en Óscar. Un mes antes del rodaje yo ya no era Ubeimar, a Clara le daba mucha risa, pero también le preocupaba porque me veía ahí, todo deprimido y llorando. Hasta me regañaba, aunque eso era un ejercicio interno y una cosa mía.

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Ubeimar Ríos y su esposa, Clara Elena Vélez, en El Carmen de Viboral.CHELO CAMACHO

P. ¿Vivía en una profunda tristeza?

R. (Risas) Con esta experiencia uno aprende a entender a los actores y lo difícil que es después dejar el papel. Es decir, como todo es tan reciente, a veces uno siente que a veces Óscar lo habita. A veces le llegan como ciertas depresiones que no han sido muy de Ubeimar, entonces mi esposa siempre me trae al orden. Me dice, no hermano, usted no es así, relájese. Ella es mi moral.

P. ¿Cómo han recibido sus estudiantes y su entorno, un pueblo muy pequeño, el hecho de que ahora usted sea tan popular?

R. A mis estudiantes, cuando tengo que viajar, los molesto. Les digo: “ustedes se ponen más contentos porque no va a haber clase que por mis logros”. Ellos se ríen y son felices, que el profe famoso, que tráigame cositas. Lo más bonito es que la dinámica de la clase es la misma. Con los vecinos uno siente unas miraditas, pero nada más allá. Lo que pasa es que busco seguir siendo el mismo. Sigo visitando los mismos sitios, entonces hay como una camaradería muy bacana en el Carmen. Incluso con la gente que a veces nos pide fotos y autógrafos, lo que pasa es que mi letra es muy fea y me da pena.

P. ¿Qué ha sido lo más difícil de esa repentina popularidad?

R. Lo más abrumador es el cansancio. A veces hemos pasado jornadas enteras dando entrevistas y ya uno no sabe lo que responde. En general lo disfruto, a mí me gusta hablar con la gente y me han gustado los medios. En la cuestión de la fama lo que hago es tratar de respetar a todos los que quieren hablar conmigo, llámese emisora comunitaria o periodista de EL PAÍS. Trato de contestarle a todo el mundo. Creo que la vamos manejando.

P. La fama es efímera. ¿Está preparado para cuando pase el boom de la película?

R. Me preparo no creyéndomela mucho, llevándole la contraria a la mayoría de personas que me dice “se la tiene que creer” y no, yo no me la creo porque, al final, uno sigue siendo el mismo. En menos de lo que canta un gallo esto va a pasar y por más que uno piense que va a seguir actuando, va a pasar. Me estoy preparando, entendiendo que no soy un personaje famoso de toda la vida. A mí me tocó vivir esto, y espero que no me dé muy duro cuando se acabe. Pues, a pesar de que no me choca este rollo que estoy viviendo, también es cierto que siempre hemos sido medianamente reconocidos en Rionegro y el Carmen, sobre todo por lo que hemos hecho como profes y como gestores culturales. Así que seguramente volveremos a la vida misma que, intento, seguir llevando.

P. Para usted, ¿dónde está la poesía en un poeta?

R. En su sentir, en su emocionalidad, en su nobleza. Está en el querer a los poetas, y a la poesía, más allá de no escribir, pero ser capaz de proyectarla.

P. ¿Le gustaría seguir actuando?

R. No sé, es como muy incierto todo. Lo cierto es que tuve un casting con una serie de Netflix para un pequeño papel. No sé si me van a llamar, y supone uno que van a haber propuestas, pero hasta ahora hay solo comentarios, nadie me ha propuesto nada en serio. Voy a esperar a ver qué pasa.

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