Es un personaje de ficción, pero en el Ricardo Zamora de la película Valenciana hay muchas resonancias a Eduardo Zaplana. A pesar de unas escuchas sobre su ambición de ganar “mucho dinero”, logra ser elegido primero alcalde y después presidente de la Generalitat. Es apuesto, con hechuras de galán melódico finisecular. Sin complejos, seguro de sí mismo, declara a la Comunidad Valenciana tierra de promisión y proyecta en unos terrenos forestales quemados un parque temático de carácter mediterráneo — “Y a tomar por culo el pato Donald”, espeta el político a la influyente directora del periódico que lo promueve—. Nombra a su jefa de prensa municipal directora de la televisión y la cadena acaba convirtiéndose en el cortijo de un alto cargo del partido que agrede sexualmente a las trabajadoras.
Zamora, interpretado por Fernando Guallar, es uno de los protagonistas de esta película de ficción, pero tan pegada a la realidad de los noventa y años posteriores que se puede trazar un sucinto correlato: El parque público Terra Mítica de Benidorm acabó en los juzgados con 22 condenados por estafa y fraude en su construcción y vendido a un operador privado por cuatro veces menos de lo que costó. Y el que fuera secretario general del PP de Valencia y jefe de recursos humanos en Canal 9, Vicente Sanz —“Un cerdo, pero es nuestro cerdo”, se dice de su remedo en la película—, fue condenado a pagar 210.000 euros de indemnización por seis delitos sexuales contra tres trabajadoras de la cadena perpetrados entre 2007 y 2010. Esta es la realidad, sin entrar en detalles. En la película, una trabajadora recomienda a una compañera aterrorizada al ser llamada al despacho del agresor que coja del departamento de vestuario unas braguitas para dárselas como si fueran suyas.
El filme transita por varios géneros, desde la sátira hasta el drama, para narrar los estertores de la ruta del bakalao, la eclosión de la telebasura con la cobertura de un caso muy similar al de Alcàsser, el brutal asesinato en 1992 de tres adolescentes, y el posterior ascenso del PP al poder autonómico. La película, dirigida por el joven Jordi Núñez, es una adaptación de la obra teatral homónima de Jordi Casanovas, autor de incisivos montajes como Ruz-Bárcenas (sobre la relación entre el juez y el extesorero del PP), y Jauría (sobre la violación múltiple de la manada en Pamplona).
Se trata de una película coral, que entrelaza varias historias, pero la actualidad ha catapultado a un personaje por encima de todos, Ricardo Zamora. Casualmente, el estreno de la película este viernes ha tenido lugar tres días después de conocerse la sentencia que condena a 10 años de prisión por varios delitos de corrupción a Zaplana, exalcalde de Benidorm, expresidente valenciano y exministro del Gobierno de José María Aznar. “Y el rodaje del filme empezó justo cuando volvió a ganar el PP el año pasado en la Comunidad Valenciana”, apunta el director, que ya había dado más relevancia al personaje del presidente en la trama con respecto a la obra teatral.
“Zamora cobra más importancia dentro del relato. Aparece bajo el código de una fábula, de galán campechano, el lobo feroz, disfrazado de yerno perfecto”, señala Núñez. En la construcción de su personaje, confluyen características de diversos galanes de los noventa, como Bertín Osborne o el rey emérito, y también de políticos actuales como Pablo Casado, Albert Rivera o Pedro Sánchez, agrega el director. El gesto del trajeado Zamora tocándose los genitales en un espacio público remite, sin embargo, al Javier Bardem de la película Huevos de oro, de Bigas Luna.
Núñez, de 33 años, se muestra aún asombrado por la sincronía y confluencia entre la actualidad y su película, cuyo rodaje empezó justo un día después de que el PP volviera a tomar el poder en la Generalitat el pasado año. Fue a ver la obra de teatro en 2019 y le interesó la “visión fresca, desprejuiciada de una época que no se ha retratado apenas en el cine”. Compró los derechos y modificó algunas cosas de la obra teatral. Mucho antes de que se revelaran las escuchas sobre la relación entre Bárbara Rey y el rey Juan Carlos, introdujo en el guión unas grabaciones que podrían ser el salvoconducto de una de las tres amigas coprotagonistas, la jefe de prensa (encarnada por Conchi Espejo), que descubre la catadura moral de su amado político y su vida se derrumba. Las otras dos son una periodista de la televisión (la actriz Tania Fortea) a la que empujan a presentar un infame programa vespertino sobre el asesinato de las niñas, y una compositora lesbiana de música tecno (Ángela Cervantes), que se enfrenta el duelo por la muerte de su madre huyendo hacia la noche infinita de la ruta del bakalao y luego se instala en la escena ibicenca. “Me inspiró el relato de Nevenka para el personaje de Encarna en el que confluyen muchos perfiles de señoras y políticas valencianas”, apunta el cinestas, que se estrenó en la dirección de largometrajes con El que sabem.
Con experiencia como periodista y conocedor de la televisión valenciana, el cineastas solo ha “vivido la estela de la ruta del bakalao”, su decadencia a principios de los 90 y “su mitología”. Vive en la pedanía valenciana de Pinedo, donde se enclava uno de los templos de aquella sucesión de discotecas en la carretera de la costa al sur de Valencia, Spook. “Mi abuelo es arrocero y yo le he acompañado desde niño al campo, a quemar la paja. Allí escuchaba los comentarios de que nada bueno ocurría dentro de las discotecas, de cómo se culpabilizaba a las víctimas de los accidentes o al colectivo LTGBI. Me interesaba también mostrar esa Valencia de postal de la Albufera, junto con la Valencia cutre, la tensión entre el mundo tradicional y la modernidad de la ciudad, esa zona maltratada de las afueras de la ciudad; la belleza de sus heridas”, explica. Esas imágenes confieren un halo crepuscular a una película que hibrida varios géneros, premio del público de la última edición del festival Cinema Jove, y coproducida por Pegatum Transmedia, Dacsa Produccions y Life&Pictures, con ayudas de la Generalitat valenciana y la participación de las televisiones À Punt (valenciana), TV3 (catalana) e IB3 (balear).
Es un personaje de ficción, pero en el Ricardo Zamora de la película Valenciana hay muchas resonancias a Eduardo Zaplana. A pesar de unas escuchas sobre su ambición de ganar “mucho dinero”, logra ser elegido primero alcalde y después presidente de la Generalitat. Es apuesto, con hechuras de galán melódico finisecular. Sin complejos, seguro de sí mismo, declara a la Comunidad Valenciana tierra de promisión y proyecta en unos terrenos forestales quemados un parque temático de carácter mediterráneo — “Y a tomar por culo el pato Donald”, espeta el político a la influyente directora del periódico que lo promueve—. Nombra a su jefa de prensa municipal directora de la televisión y la cadena acaba convirtiéndose en el cortijo de un alto cargo del partido que agrede sexualmente a las trabajadoras.Zamora, interpretado por Fernando Guallar, es uno de los protagonistas de esta película de ficción, pero tan pegada a la realidad de los noventa y años posteriores que se puede trazar un sucinto correlato: El parque público Terra Mítica de Benidorm acabó en los juzgados con 22 condenados por estafa y fraude en su construcción y vendido a un operador privado por cuatro veces menos de lo que costó. Y el que fuera secretario general del PP de Valencia y jefe de recursos humanos en Canal 9, Vicente Sanz —“Un cerdo, pero es nuestro cerdo”, se dice de su remedo en la película—, fue condenado a pagar 210.000 euros de indemnización por seis delitos sexuales contra tres trabajadoras de la cadena perpetrados entre 2007 y 2010. Esta es la realidad, sin entrar en detalles. En la película, una trabajadora recomienda a una compañera aterrorizada al ser llamada al despacho del agresor que coja del departamento de vestuario unas braguitas para dárselas como si fueran suyas.El filme transita por varios géneros, desde la sátira hasta el drama, para narrar los estertores de la ruta del bakalao, la eclosión de la telebasura con la cobertura de un caso muy similar al de Alcàsser, el brutal asesinato en 1992 de tres adolescentes, y el posterior ascenso del PP al poder autonómico. La película, dirigida por el joven Jordi Núñez, es una adaptación de la obra teatral homónima de Jordi Casanovas, autor de incisivos montajes como Ruz-Bárcenas (sobre la relación entre el juez y el extesorero del PP), y Jauría (sobre la violación múltiple de la manada en Pamplona).Se trata de una película coral, que entrelaza varias historias, pero la actualidad ha catapultado a un personaje por encima de todos, Ricardo Zamora. Casualmente, el estreno de la película este viernes ha tenido lugar tres días después de conocerse la sentencia que condena a 10 años de prisión por varios delitos de corrupción a Zaplana, exalcalde de Benidorm, expresidente valenciano y exministro del Gobierno de José María Aznar. “Y el rodaje del filme empezó justo cuando volvió a ganar el PP el año pasado en la Comunidad Valenciana”, apunta el director, que ya había dado más relevancia al personaje del presidente en la trama con respecto a la obra teatral.“Zamora cobra más importancia dentro del relato. Aparece bajo el código de una fábula, de galán campechano, el lobo feroz, disfrazado de yerno perfecto”, señala Núñez. En la construcción de su personaje, confluyen características de diversos galanes de los noventa, como Bertín Osborne o el rey emérito, y también de políticos actuales como Pablo Casado, Albert Rivera o Pedro Sánchez, agrega el director. El gesto del trajeado Zamora tocándose los genitales en un espacio público remite, sin embargo, al Javier Bardem de la película Huevos de oro, de Bigas Luna.Núñez, de 33 años, se muestra aún asombrado por la sincronía y confluencia entre la actualidad y su película, cuyo rodaje empezó justo un día después de que el PP volviera a tomar el poder en la Generalitat el pasado año. Fue a ver la obra de teatro en 2019 y le interesó la “visión fresca, desprejuiciada de una época que no se ha retratado apenas en el cine”. Compró los derechos y modificó algunas cosas de la obra teatral. Mucho antes de que se revelaran las escuchas sobre la relación entre Bárbara Rey y el rey Juan Carlos, introdujo en el guión unas grabaciones que podrían ser el salvoconducto de una de las tres amigas coprotagonistas, la jefe de prensa (encarnada por Conchi Espejo), que descubre la catadura moral de su amado político y su vida se derrumba. Las otras dos son una periodista de la televisión (la actriz Tania Fortea) a la que empujan a presentar un infame programa vespertino sobre el asesinato de las niñas, y una compositora lesbiana de música tecno (Ángela Cervantes), que se enfrenta el duelo por la muerte de su madre huyendo hacia la noche infinita de la ruta del bakalao y luego se instala en la escena ibicenca. “Me inspiró el relato de Nevenka para el personaje de Encarna en el que confluyen muchos perfiles de señoras y políticas valencianas”, apunta el cinestas, que se estrenó en la dirección de largometrajes con El que sabem.Con experiencia como periodista y conocedor de la televisión valenciana, el cineastas solo ha “vivido la estela de la ruta del bakalao”, su decadencia a principios de los 90 y “su mitología”. Vive en la pedanía valenciana de Pinedo, donde se enclava uno de los templos de aquella sucesión de discotecas en la carretera de la costa al sur de Valencia, Spook. “Mi abuelo es arrocero y yo le he acompañado desde niño al campo, a quemar la paja. Allí escuchaba los comentarios de que nada bueno ocurría dentro de las discotecas, de cómo se culpabilizaba a las víctimas de los accidentes o al colectivo LTGBI. Me interesaba también mostrar esa Valencia de postal de la Albufera, junto con la Valencia cutre, la tensión entre el mundo tradicional y la modernidad de la ciudad, esa zona maltratada de las afueras de la ciudad; la belleza de sus heridas”, explica. Esas imágenes confieren un halo crepuscular a una película que hibrida varios géneros, premio del público de la última edición del festival Cinema Jove, y coproducida por Pegatum Transmedia, Dacsa Produccions y Life&Pictures, con ayudas de la Generalitat valenciana y la participación de las televisiones À Punt (valenciana), TV3 (catalana) e IB3 (balear). Seguir leyendo El actor Fernando Guallar encarnando al personaje de Ricardo Zamora en la película.
Es un personaje de ficción, pero en el Ricardo Zamora de la película Valencianahaymuchas resonancias a Eduardo Zaplana. A pesar de unas escuchas sobre su ambición de ganar “mucho dinero”, logra ser elegido primero alcalde y después presidente de la Generalitat. Es apuesto, con hechuras de galán melódico finisecular. Sin complejos, seguro de sí mismo, declara a la Comunidad Valenciana tierra de promisión y proyecta en unos terrenos forestales quemados un parque temático de carácter mediterráneo — “Y a tomar por culo el pato Donald”, espeta el político a la influyente directora del periódico que lo promueve—. Nombra a su jefa de prensa municipal directora de la televisión y la cadena acaba convirtiéndose en el cortijo de un alto cargo del partido que agrede sexualmente a las trabajadoras.
Zamora, interpretado por Fernando Guallar, es uno de los protagonistas de esta película de ficción, pero tan pegada a la realidad de los noventa y años posteriores que se puede trazar un sucinto correlato: El parque público Terra Mítica de Benidorm acabó en los juzgados con 22 condenados por estafa y fraude en su construcción y vendido a un operador privado por cuatro veces menos de lo que costó. Y el que fuera secretario general del PP de Valencia y jefe de recursos humanos en Canal 9, Vicente Sanz —“Un cerdo, pero es nuestro cerdo”, se dice de su remedo en la película—, fue condenado a pagar 210.000 euros de indemnización por seis delitos sexuales contra tres trabajadoras de la cadena perpetrados entre 2007 y 2010. Esta es la realidad, sin entrar en detalles. En la película, una trabajadora recomienda a una compañera aterrorizada al ser llamada al despacho del agresor que coja del departamento de vestuario unas braguitas para dárselas como si fueran suyas.
El filme transita por varios géneros, desde la sátira hasta el drama, para narrar los estertores de la ruta del bakalao, la eclosión de la telebasura con la cobertura de un caso muy similar al de Alcàsser, el brutal asesinato en 1992 de tres adolescentes, y el posterior ascenso del PP al poder autonómico. La película, dirigida por el joven Jordi Núñez, es una adaptación de la obra teatral homónima de Jordi Casanovas, autor de incisivos montajes como Ruz-Bárcenas (sobre la relación entre el juez y el extesorero del PP), y Jauría (sobre la violación múltiple de la manada en Pamplona).
La actriz Tania Fortea, en una secuencia de la película.
Se trata de una película coral, que entrelaza varias historias, pero la actualidad ha catapultado a un personaje por encima de todos, Ricardo Zamora. Casualmente, el estreno de la película este viernes ha tenido lugar tres días después de conocerse la sentencia que condena a 10 años de prisión por varios delitos de corrupción a Zaplana, exalcalde de Benidorm, expresidente valenciano y exministro del Gobierno de José María Aznar. “Y el rodaje del filme empezó justo cuando volvió a ganar el PP el año pasado en la Comunidad Valenciana”, apunta el director, que ya había dado más relevancia al personaje del presidente en la trama con respecto a la obra teatral.
“Zamora cobra más importancia dentro del relato. Aparece bajo el código de una fábula, de galán campechano, el lobo feroz, disfrazado de yerno perfecto”, señala Núñez. En la construcción de su personaje, confluyen características de diversos galanes de los noventa, como Bertín Osborne o el rey emérito, y también de políticos actuales como Pablo Casado, Albert Rivera o Pedro Sánchez, agrega el director. El gesto del trajeado Zamora tocándose los genitales en un espacio público remite, sin embargo, al Javier Bardem de la película Huevos de oro, de Bigas Luna.
Núñez, de 33 años, se muestra aún asombrado por la sincronía y confluencia entre la actualidad y su película, cuyo rodaje empezó justo un día después de que el PP volviera a tomar el poder en la Generalitat el pasado año. Fue a ver la obra de teatro en 2019 y le interesó la “visión fresca, desprejuiciada de una época que no se ha retratado apenas en el cine”. Compró los derechos y modificó algunas cosas de la obra teatral. Mucho antes de que se revelaran las escuchas sobre la relación entre Bárbara Rey y el rey Juan Carlos, introdujo en el guión unas grabaciones que podrían ser el salvoconducto de una de las tres amigas coprotagonistas, la jefe de prensa (encarnada por Conchi Espejo), que descubre la catadura moral de su amado político y su vida se derrumba. Las otras dos son una periodista de la televisión (la actriz Tania Fortea) a la que empujan a presentar un infame programa vespertino sobre el asesinato de las niñas, y una compositora lesbiana de música tecno (Ángela Cervantes), que se enfrenta el duelo por la muerte de su madre huyendo hacia la noche infinita de la ruta del bakalao y luego se instala en la escena ibicenca. “Me inspiró el relato de Nevenka para el personaje de Encarna en el que confluyen muchos perfiles de señoras y políticas valencianas”, apunta el cinestas, que se estrenó en la dirección de largometrajes con El que sabem.
Con experiencia como periodista y conocedor de la televisión valenciana, el cineastas solo ha “vivido la estela de la ruta del bakalao”, su decadencia a principios de los 90 y “su mitología”. Vive en la pedanía valenciana de Pinedo, donde se enclava uno de los templos de aquella sucesión de discotecas en la carretera de la costa al sur de Valencia, Spook. “Mi abuelo es arrocero y yo le he acompañado desde niño al campo, a quemar la paja. Allí escuchaba los comentarios de que nada bueno ocurría dentro de las discotecas, de cómo se culpabilizaba a las víctimas de los accidentes o al colectivo LTGBI. Me interesaba también mostrar esa Valencia de postal de la Albufera, junto con la Valencia cutre, la tensión entre el mundo tradicional y la modernidad de la ciudad, esa zona maltratada de las afueras de la ciudad; la belleza de sus heridas”, explica. Esas imágenes confieren un halo crepuscular a una película que hibrida varios géneros, premio del público de la última edición del festival Cinema Jove, y coproducida por Pegatum Transmedia, Dacsa Produccions y Life&Pictures, con ayudas de la Generalitat valenciana y la participación de las televisiones À Punt (valenciana), TV3 (catalana) e IB3 (balear).
EL PAÍS