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  Cine  ‘Autos, mota y rocanrol’: el mítico y escandaloso Festival de Avándaro revive como comedia y falso documental
Cine

‘Autos, mota y rocanrol’: el mítico y escandaloso Festival de Avándaro revive como comedia y falso documental

junio 10, 2025
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Antes del Vive Latino y del Corona Capital, en 1971, surgió un festival que cambió la historia de México. Rock & Ruedas, lo bautizaron de “forma oficial”, pero pasó a la posteridad como el Festival de Avándaro, un Woodstock dos años después de Woodstock en el Estado de México. “Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos, sangre, muerte”, así lo definió uno de muchos diarios ese año. Autos, mota y rocanrol es el mockumentary (o falso documental), del director J. M. Cravioto, que, con toques de humor, irreverencia, realidad y ficción, viene a revivir la historia de un evento mítico y escandoloso en proporciones similares, según quién lo cuente.

Javier Nuño, uno de los productores de la película, le dijo a Cravioto, de 44 años y nacido en Ciudad de México, que debía hacer una película sobre Avándaro. De inicio le respondió que no. Porque no era de su interés y le parecía una “tarea monumental” por el respeto que le tenía a un tema “así de grande y complejo”. Nuño insistió y le dijo que tenía que conocer a Justino Compeán, quien hasta 2015 fue el presidente de la Federación Mexicana de Fútbol, ya que iba a presentar un libro sobre la historia de Avándaro con fotografías de Graciela Iturbide.

“Pensé, espera. ¿Graciela Iturbide tomó fotografías en Avándaro? Pero, todavía más interesante, Justino Compeán, ¿qué tiene que ver con eso? Nuño me respondió: ‘¿Que lo organizó?’. Ahí dije sí me interesa conocer a Justino. Me presenté. Me cóntó la historia de cómo surgió y dije, esa sí es la película que quiero hacer. De cómo dos amigos organizan accidentalmente el festival de contracultura más importante que ha visto México hasta el día de hoy», cuenta Cravioto durante una conversación en la Cineteca en Guadalajara.

El realizador presenta una película de aventuras en el inicio de los setenta, en la que dos amigos, Eduardo El Negro López Negrete (Alejandro Speitzer) y Justino Compeán (Emiliano Zurita), atrapados en sus respectivas circunstancias, deciden hacer (lo que esperan sea) el negocio de sus vidas: organizar y televisar una carrera de autos en Avándaro, amenizada con bandas de rock. Pero tendrán frente a ellos muchos obstáculos para lograrlo, desde buscar financiamiento, el gobierno, el clima, las bandas, decenas de fallas técnicas y, peor aún, su propia inexperiencia que resultó en la creación de un monstruo social y cultural imparable.

Justino Compeán, Emiliano Zurita y José Manuel Cravioto en el Festival internacional de cine de Guadalajara 2025.

Cravioto apela al formato del falso documental (o mockumentary), un género que se presenta como un documental, pero que en realidad es una obra de ficción, a menudo con fines cómicos o críticos. Este tipo de producciones imitan los códigos y convenciones de las producción de no ficción, como entrevistas, imágenes de archivo y narración en primera persona, pero el contenido en sí es inventado.

El también director de la serie Diablero, que recurrió a material audiovisual de la Filmoteca de la UNAM y a las fotografías del festival de Arnulfo Martínez Torres, era consciente que, “aún si tuviera todo el dinero para reconstruir Avándaro”, simplemente no iba a lograr hacerle justicia a la energía de las fotografías de Iturbide o a las imágenes de archivos fílmicos de cineastas que estuvieron en el sitio para documentar. Fue así que se las ingenió para plantear una solución creativa, inspirado también en productos similares como This is Spinal Tap, What We Do In The Shadows y con una semejanza en fragmentos a The Office —aunque el director admite que no vio la serie—, para acotar el presupuesto.

“Dicen que la necesidad es la madre de la creatividad. Esta es una película hija de la necesidad [se ríe]. A mí en particular me gustan mucho los mockumentaries y los rockumentaries [documentales sobre rock], que también están muy de moda. Fue muy interesante y lindo llegar a esa conclusión, que desde el falso documental y valiéndome de esas escenas y rescatándolas, integrando mi ficción a lo que ya existe, intentamos lograr la energía de la película que quería conseguir», recuerda Cravioto.

El cierre de una época en México

Zurita (Ciudad de México, 31 años), que acompaña durante la entrevista a su director, recuerda que tuvo muchas oportunidades de juntarse con Compeán para conocerlo y estudiar sus expresiones. Dice que al ser un falso documental, la cámara se convirtió como en un personaje más y parte de la dinámica de actuación durante el rodaje. Esto, “por el espíritu de la película”, los obligó a arriesgar y decir veamos qué sale para buscar generar la vida real del festival.

El actor cuenta que un par de detalles que les ayudó fue grabar en 16 milímetros y con cámaras Super 8, ya que en cuanto empezaban a escuchar el carrete a correr, no tenían la libertad de pensar “ahí voy a cortar”. Esa dinámica se convirtió en un “voy a seguir hasta que me corten”, cuenta. “Eso generaba muchas cosas. Había errores, pero también ayuda mucho este formato, porque pensaba, estos güeyes no son actores. No están intentando. La gente a veces hace furcios, no habla correctamente, se tropieza y eso le da una magia muy interesante que como actor tienes que aprender a soltar. Le decía a Cravioto: ‘Oye, no dije bien esto. Hagamos otra toma’. Él me decía: ‘No, no. Así quedó bien’. Yo confío que él sabe lo que quiere y lo hicimos. Me encanta ver cómo cobró vida al final”, profundiza Zurita.

Ambos coinciden en que era muy importante entender bien la época, lo que había por detrás de Avándaro, como la matanza estudiantil de Tlatelolco, en 1968, así como la matanza del Jueves de Corpus Christi en 1971 –también conocida como El Halconazo–, ambas bajo la sombra de Luis Echeverría, cuando era secretario de Gobernación en la Administración de Gustavo Díaz Ordaz y cuando ya era presidente de la República, respectivamente.

El tratamiento del humor en Autos, mota y rocanrol, según explica Cravioto, funciona por una retrospectiva de cómo ha evolucionado la sociedad. Desde que antes era mal visto y te podías meter en problemas por fumar marihuana en un concierto; o que exista presencia militar y parezca gracioso, desde la sátira y la ironía, cómo reaccionan las fuerzas del orden ante un evento masivo cultural.

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“Piensas qué chistosos los militares en la película. Después ves hoy en día lo que pasó en el Multiforo Alicia [cuando el Ejército desalojó un concierto en Ciudad de México] y dices no es chistoso, porque podría suceder. Quería hablar incluso con los militares, porque son mexicanos con uniforme, y en Avándaro estaba la policía, los jóvenes, desde fresas a jipitecas [como se llamaba a los hippies mexicanos]. Es el cierre de una época en México y de una era que prometía una cultura muy abierta, potente, donde los jóvenes tomarían el control y la libertad de expresión muere, queda en coma. Creo que hasta los 2000 es cuando vuelve un poco la sensación de un país libre. Para mí Avándaro significa eso”, finaliza el director.”

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 La película del director J. M. Cravioto sobre la organización del denominado ‘Woodstock mexicano’, protagonizada por Emiliano Zurita y Alejandro Speitzer, se presenta en la cita cinematográfica en Guadalajara  

Antes del Vive Latino y del Corona Capital, en 1971, surgió un festival que cambió la historia de México. Rock & Ruedas, lo bautizaron de “forma oficial”, pero pasó a la posteridad como el Festival de Avándaro, un Woodstock dos años después de Woodstock en el Estado de México. “Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos, sangre, muerte”, así lo definió uno de muchos diarios ese año. Autos, mota y rocanrol es el mockumentary (o falso documental), del director J. M. Cravioto, que, con toques de humor, irreverencia, realidad y ficción, viene a revivir la historia de un evento mítico y escandoloso en proporciones similares, según quién lo cuente.

Javier Nuño, uno de los productores de la película, le dijo a Cravioto que debía hacer una película sobre Avándaro. De inicio le respondió que no. Porque no era de su interés y le parecía una “tarea monumental” por el respeto que le tenía a un tema “así de grande y complejo”. Nuño insistió y le dijo que tenía que conocer a Justino Compeán, quien hasta 2015 fue el presidente de la Federación Mexicana de Fútbol, ya que iba a presentar un libro sobre la historia de Avándaro con fotografías de Graciela Iturbide.

“Pensé, espera. ¿Graciela Iturbide tomó fotografías en Avándaro? Pero, todavía más interesante, Justino Compeán, ¿qué tiene que ver con eso? Nuño me respondió: ‘¿Que lo organizó?’. Ahí dije sí me interesa conocer a Justino. Me presenté. Me cóntó la historia de cómo surgió y dije, esa sí es la película que quiero hacer. De cómo dos amigos organizan accidentalmente el festival de contracultura más importante que ha visto México hasta el día de hoy», cuenta Cravioto durante una conversación en la Cineteca en Guadalajara.

El realizador presenta una película de aventuras en el inicio de los setenta, en la que dos amigos, Eduardo El Negro López Negrete (Alejandro Speitzer) y Justino Compeán (Emiliano Zurita), atrapados en sus respectivas circunstancias, deciden hacer (lo que esperan sea) el negocio de sus vidas: organizar y televisar una carrera de autos en Avándaro, amenizada con bandas de rock. Pero tendrán frente a ellos muchos obstáculos para lograrlo, desde buscar financiamiento, el gobierno, el clima, las bandas, decenas de fallas técnicas y, peor aún, su propia inexperiencia que resultó en la creación de un monstruo social y cultural imparable.

Justino Compeán, Emiliano Zurita y José Manuel Cravioto en el Festival internacional de cine de Guadalajara 2025.
Justino Compeán, Emiliano Zurita y José Manuel Cravioto en el Festival internacional de cine de Guadalajara 2025.RS

Cravioto apela al formato del falso documental (o mockumentary), un género que se presenta como un documental, pero que en realidad es una obra de ficción, a menudo con fines cómicos o críticos. Este tipo de producciones imitan los códigos y convenciones de las producción de no ficción, como entrevistas, imágenes de archivo y narración en primera persona, pero el contenido en sí es inventado.

El también director de la serie Diablero, que recurrió a material audiovisual de la Filmoteca de la UNAM y a las fotografías del festival de Arnulfo Martínez Torres, era consciente que, “aún si tuviera todo el dinero para reconstruir Avándaro”, simplemente no iba a lograr hacerle justicia a la energía de las fotografías de Iturbide o a las imágenes de archivos fílmicos de cineastas que estuvieron en el sitio para documentar. Fue así que se las ingenió para plantear una solución creativa, inspirado también en productos similares como This is Spinal Tap, What We Do In The Shadowsy con una semejanza en fragmentos a The Office —aunque el director admite que no vio la serie—, para acotar el presupuesto.

“Dicen que la necesidad es la madre de la creatividad. Esta es una película hija de la necesidad [se ríe]. A mí en particular me gustan mucho los mockumentaries y los rockumentaries [documentales sobre rock], que también están muy de moda. Fue muy interesante y lindo llegar a esa conclusión, que desde el falso documental y valiéndome de esas escenas y rescatándolas, integrando mi ficción a lo que ya existe, intentamos lograr la energía de la película que quería conseguir», recuerda Cravioto.

El cierre de una época en México

Zurita (Ciudad de México, 31 años), que acompaña durante la entrevista a su director, recuerda que tuvo muchas oportunidades de juntarse con Compeán para conocerlo y estudiar sus expresiones. Dice que al ser un falso documental, la cámara se convirtió como en un personaje más y parte de la dinámica de actuación durante el rodaje. Esto, “por el espíritu de la película”, los obligó a arriesgar y decir veamos qué sale para buscar generar la vida real del festival.

El actor cuenta que un par de detalles que les ayudó fue grabar en 16 milímetros y con cámaras Super 8, ya que en cuanto empezaban a escuchar el carrete a correr, no tenían la libertad de pensar “ahí voy a cortar”. “Eso se convirtió en un ”voy a seguir hasta que me corten”. “Eso generaba muchas cosas. Había errores, pero también ayuda mucho este formato, porque pensaba, estos güeyes no son actores. No están intentando. La gente a veces hace furcios, no habla correctamente, se tropieza y eso le da una magia muy interesante que como actor tienes que aprender a soltar. Le decía a Cravioto: ‘Oye, no dije bien esto. Hagamos otra toma’. Él me decía: ‘No, no. Así quedó bien’. Yo confío que él sabe lo que quiere y lo hicimos. Me encanta ver cómo cobró vida al final”, profundiza Zurita.

Ambos coinciden en que era muy importante entender bien la época, lo que había por detrás de Avándaro, como la matanza estudiantil de Tlatelolco, en 1968, así como la matanza del Jueves de Corpus Christi en 1971 –también conocida como El Halconazo–, ambas bajo la sombra de Luis Echeverría, cuando era secretario de Gobernación en la Administración de Gustavo Díaz Ordaz y cuando ya era presidente de la República, respectivamente.

El tratamiento del humor en Autos, mota y rocanrol, según explica Cravioto, funciona por una retrospectiva de cómo ha evolucionado la sociedad. Desde que antes era mal visto y te podías meter en problemas por fumar marihuana en un concierto; o que exista presencia militar y parezca graciosa, desde la sátira y la ironía, cómo reaccionan las fuerzas del orden ante un evento masivo cultural.

“Piensas qué chistosos los militares en la película. Después ves hoy en día lo que pasó en el Multiforo Alicia [cuando el Ejército desalojó un concierto en Ciudad de México] y dices no es chistoso, porque podría suceder. Quería hablar incluso con los militares, porque son mexicanos con uniforme, y en Avándaro estaba la policía, los jóvenes, desde fresas a jipitecas [como se llamaba a los hippies mexicanos]. Es el cierre de una época en México y de una era que prometía una cultura muy abierta, potente, donde los jóvenes tomarían el control y la libertad de expresión muere, queda en coma. Creo que hasta los 2000 es cuando vuelve un poco la sensación de un país libre. Para mí Avándaro significa eso”, finaliza el director.”

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