<p>Siempre nos sentimos únicos en eso de ligar. Los únicos que nos encontramos con imbéciles; los únicos que mandamos <strong>ESE mensaje</strong> que nos hace sentir una pizca de vértigo y de pudor; los únicos que damos<strong> «</strong><i><strong>likes </strong></i><strong>furtivos» a fotos antiguas</strong> de quien nos gusta… </p>
Los mensajes directos de Instagram son la vía elegida por muchos famosos para ligar entre ellos. También del resto de los mortales.
Siempre nos sentimos únicos en eso de ligar. Los únicos que nos encontramos con imbéciles; los únicos que mandamos ESE mensaje que nos hace sentir una pizca de vértigo y de pudor; los únicos que damos «likes furtivos» a fotos antiguas de quien nos gusta…
Pero entonces suena Bad Bunny.
Me diste follow y te di followback; Me diste like y yo te di dos p’atrá. Lo que tú haces también lo hace Bad Bunny. No eres el único. Todos ligamos en Instagram. La red social de las fotos bonitas se ha convertido en el nuevo Tinder.
Bad Bunny sabe de ligar en Instagram. Y Chiara Ferragni. Y Vanessa Hudgens… Un artículo del New York Times revelaba hace unas semanas que sus DMs (mensajes directos) son la vía elegida por muchos famosos para ligar entre ellos. También del resto de los mortales. Rizz -un servicio que asesora con IA en chats amorosos- ya analiza más conversaciones de Instagram que de Tinder. Pantallazos subidos por usuarios en busca del amor… y de consejos de un chatbot.
Frente a la perfección algorítmica de Tinder, Instagram nos parece más casual. Frente a la edad óptima, a los kilómetros exactos, a «me interesan la música y las series», Instagram ofrece contexto. Una pequeña ventana al mundo del otro (o, al menos, a lo que el otro decide mostrar).
Tinder tiene todo lo malo de esa sociedad tan evidente, tan «transparente» de la que habla el filósofo Byung-chul Han. «Una relación transparente es una relación muerta, a la que le falta toda atracción, toda vitalidad«.
Instagram nos resulta menos obvio. Aunque todos sepamos por qué estamos ahí (como cuando ligábamos en los bares… aunque en teoría no íbamos a eso). En una ocasión, un chico con el que quedaba -guapo, interesante, con rollazo- se empeñó en saber lo evidente. «Dime por qué me agregaste a Instagram». La cosa no cuajó por múltiples razones, pero aquel día la magia empezó a perderse. «El conocer absoluto nos desencanta, paraliza la vitalidad de las relaciones», leemos en La sociedad de la transparencia.
Anoche empecé a ver Blossoms Shanghai. Amor con los tiempos de Wong Kar-wai. Una amiga se quejaba de lo lentas que avanzan las cosas en la serie: «Han pasado cinco capítulos y no es que los protagonistas no se hayan enrollado. ¡Es que ni siquiera han hablado!». Hoy queremos el amor y lo queremos ya. Y todo acaba siendo demasiado evidente. Lo sabe Bad Bunny. Ella quiere un mensaje que diga: «Ven»; Yo me paso mirando ese culito en internet.
Cultura