Fundar y sostener una editorial independiente en España es casi una proeza. En un país que publica unos 80.000 títulos al año —más que muchos con mayor índice lector— y donde dos grandes grupos concentran la mayor parte de los recursos, sobrevivir 14 años fuera del circuito comercial es raro. Hacerlo, además, desde una perspectiva transfeminista y con un catálogo comprometido con las disidencias, es aún más excepcional. Continta me tienes, fundada en Carabanchel en 2011 por Sandra Cendal y Marina Beloki, es una rara avis. Desde A veces me pregunto por qué sigo bailando (2012), una exploración íntima desde las artes escénicas, hasta La abundancia del deseo (2025), una conversación entre Erika Lust y Sara Torres, su catálogo ha abierto espacio al pensamiento crítico, el placer y las relaciones no normativas desde una perspectiva LGTBQIA+. Con voz propia y colectiva —muchos de sus libros son conversaciones entre varias autoras—, la editorial amplía los márgenes del debate.
El cuidado como política y como práctica atraviesa el proyecto. También el diseño. En la serie (h)amor, una de las más reconocibles, la tipografía no es mero ornamento, sino discurso. “Los diseños son fruto de muchas conversaciones para desacralizar conceptos. Junto a Marta Azparren, una de las diseñadoras con más tiempo con nosotras, decidimos escribir amor en minúscula y la h entre paréntesis”, explica Cendal. Este gesto visual como cuestionamiento de la hegemonía de lo normativo es una declaración de principios. “El diseño, lejos de despistar, invita a pensar”, resume Beloki. Esa misma filosofía recorre bi(y)bollo, el décimo título de la colección. “Queríamos hermanar lo bi con lo bollo, sin borrar la diferencia”, explican. El volumen reúne a 13 autoras que trazan una genealogía compartida donde infancia, vergüenza, deseo y resistencia son territorios comunes. Lo que comenzó como el cierre simbólico de la colección se ha prolongado: “La conversación sigue viva. Llegaremos hasta donde llegue el interés”, anuncia Cendal. Este otoño, editarán (h)amor co(m)adre, un “fuera de colección” coordinado junto a Silvia Nanclares, escritora y activista en maternidades no hegemónicas. El volumen aborda la crianza como espacio político y creativo.
Frente al vértigo del mercado, Continta reivindica otra temporalidad. Tras varios años publicando entre 10 y 12 títulos anuales, han optado por ralentizar el ritmo. “Queremos decrecer. No porque no podamos crecer más, sino porque no queremos perder de vista lo importante: acompañar a los libros, cuidar a las autoras, estar presentes en librerías y ferias”, explica Cendal. El punto de inflexión económico llegó en 2020, cuando empezaron a trabajar con la distribuidora Machado. “Entrar en su catálogo ha significado poder vivir de esto”, reconocen. Desde entonces, ambas dedican todo su tiempo al proyecto.
Cada libro nace como una conversación. “Cada vez aumenta más la brecha entre los recursos de las grandes y las pequeñas editoriales. Nuestra capacidad es detectar las inquietudes de la comunidad. Pertenecemos a ella y a veces nos podemos anticipar. Ha sido gracias a observar las decisiones de las lectoras, que hemos aprendido a editar”, dice Beloki. No se trata solo de ventas. Publicaciones como Contra el feminismo blanco no han sido superventas, pero han abierto debates imprescindibles. Otros títulos de ecofeminismo como la autobiografía de Vandana Shiba se entienden como “libros del futuro”, adelantados a su tiempo. “(h)amor6 trans, (h)amor8 gordo, o (h)amor9 amigas coincidieron con el estallido de esos temas. Editar no es reflejar el mercado, sino anticiparse, sembrar conversación”, opina Cendal.
Esa misma lógica reflexiva se traslada a su vínculo personal. Sandra y Marina, expareja, comparten algo distinto a la amistad. “Hay un nivel de intimidad diferente. Conoces las vulnerabilidades y las habilidades de la otra de una manera que va más allá de la amistad. Nos discutimos mucho, nos cuestionamos. Pero si una logra convencer a la otra, es que ese proyecto merece la pena”, afirma Beloki. Entre diferencias y seducción, han forjado un modo de trabajo horizontal, sin jerarquías. Cada una se encarga de un libro de principio a fin. Aunque todos los proyectos pasan por ambas —lectura, sinopsis, portada—, la responsabilidad editorial se reparte. “Montamos esto sin saber del todo cómo se hacía. Yo venía del mundo comercial; Sandra, de una librería. Nos fuimos repartiendo funciones y aprendimos a confiar”, explica Beloki.
Publicar textos que las atraviesan es un proceso reparador. “Hay un vacío de representación de lo LGTBQIA+ en el que hemos puesto nuestro granito de arena. No solo queremos ver nuestras vidas reflejadas: queremos que merezcan ser escritas”, sentencia Cendal. El catálogo se ha convertido en refugio y espejo para muchas lectoras. “A menudo, adolescentes se acercan en ferias y dicen: ‘Quiero todos, pero no tengo dinero’. Nos dan ganas de regalárselos. Porque ojalá hubiéramos tenido nosotras estos libros, que estamos publicando las independientes a los 16 años”, añade Cendal. Más que una editorial activista, prefieren definirse como lo que son: una editorial, y por tanto, una empresa. No sustituyen lo que deberían hacer las instituciones. “Cuando nos hemos equivocado, hemos tenido la suerte de que nos lo han dicho. Una editorial es un proceso de escucha”, afirma Cendal. ¿Han dudado de las palabras elegidas? Beloki responde: “Queremos poner el lenguaje al servicio de que el mundo sea más ancho, y de que haya más capacidad de representación de todo tipo de opciones e identidades. Tenemos muy claro que ese es nuestro camino”.
Fundar y sostener una editorial independiente en España es casi una proeza. En un país que publica unos 80.000 títulos al año —más que muchos con mayor índice lector— y donde dos grandes grupos concentran la mayor parte de los recursos, sobrevivir 14 años fuera del circuito comercial es raro. Hacerlo, además, desde una perspectiva transfeminista y con un catálogo comprometido con las disidencias, es aún más excepcional. Continta me tienes, fundada en Carabanchel en 2011 por Sandra Cendal y Marina Beloki, es una rara avis. Desde A veces me pregunto por qué sigo bailando (2012), una exploración íntima desde las artes escénicas, hasta La abundancia del deseo (2025), una conversación entre Erika Lust y Sara Torres, su catálogo ha abierto espacio al pensamiento crítico, el placer y las relaciones no normativas desde una perspectiva LGTBQIA+. Con voz propia y colectiva —muchos de sus libros son conversaciones entre varias autoras—, la editorial amplía los márgenes del debate.El cuidado como política y como práctica atraviesa el proyecto. También el diseño. En la serie (h)amor, una de las más reconocibles, la tipografía no es mero ornamento, sino discurso. “Los diseños son fruto de muchas conversaciones para desacralizar conceptos. Junto a Marta Azparren, una de las diseñadoras con más tiempo con nosotras, decidimos escribir amor en minúscula y la h entre paréntesis”, explica Cendal. Este gesto visual como cuestionamiento de la hegemonía de lo normativo es una declaración de principios. “El diseño, lejos de despistar, invita a pensar”, resume Beloki. Esa misma filosofía recorre bi(y)bollo, el décimo título de la colección. “Queríamos hermanar lo bi con lo bollo, sin borrar la diferencia”, explican. El volumen reúne a 13 autoras que trazan una genealogía compartida donde infancia, vergüenza, deseo y resistencia son territorios comunes. Lo que comenzó como el cierre simbólico de la colección se ha prolongado: “La conversación sigue viva. Llegaremos hasta donde llegue el interés”, anuncia Cendal. Este otoño, editarán (h)amor co(m)adre, un “fuera de colección” coordinado junto a Silvia Nanclares, escritora y activista en maternidades no hegemónicas. El volumen aborda la crianza como espacio político y creativo. Frente al vértigo del mercado, Continta reivindica otra temporalidad. Tras varios años publicando entre 10 y 12 títulos anuales, han optado por ralentizar el ritmo. “Queremos decrecer. No porque no podamos crecer más, sino porque no queremos perder de vista lo importante: acompañar a los libros, cuidar a las autoras, estar presentes en librerías y ferias”, explica Cendal. El punto de inflexión económico llegó en 2020, cuando empezaron a trabajar con la distribuidora Machado. “Entrar en su catálogo ha significado poder vivir de esto”, reconocen. Desde entonces, ambas dedican todo su tiempo al proyecto. Cada libro nace como una conversación. “Cada vez aumenta más la brecha entre los recursos de las grandes y las pequeñas editoriales. Nuestra capacidad es detectar las inquietudes de la comunidad. Pertenecemos a ella y a veces nos podemos anticipar. Ha sido gracias a observar las decisiones de las lectoras, que hemos aprendido a editar”, dice Beloki. No se trata solo de ventas. Publicaciones como Contra el feminismo blanco no han sido superventas, pero han abierto debates imprescindibles. Otros títulos de ecofeminismo como la autobiografía de Vandana Shiba se entienden como “libros del futuro”, adelantados a su tiempo. “(h)amor6 trans, (h)amor8 gordo, o (h)amor9 amigas coincidieron con el estallido de esos temas. Editar no es reflejar el mercado, sino anticiparse, sembrar conversación”, opina Cendal. Esa misma lógica reflexiva se traslada a su vínculo personal. Sandra y Marina, expareja, comparten algo distinto a la amistad. “Hay un nivel de intimidad diferente. Conoces las vulnerabilidades y las habilidades de la otra de una manera que va más allá de la amistad. Nos discutimos mucho, nos cuestionamos. Pero si una logra convencer a la otra, es que ese proyecto merece la pena”, afirma Beloki. Entre diferencias y seducción, han forjado un modo de trabajo horizontal, sin jerarquías. Cada una se encarga de un libro de principio a fin. Aunque todos los proyectos pasan por ambas —lectura, sinopsis, portada—, la responsabilidad editorial se reparte. “Montamos esto sin saber del todo cómo se hacía. Yo venía del mundo comercial; Sandra, de una librería. Nos fuimos repartiendo funciones y aprendimos a confiar”, explica Beloki.Publicar textos que las atraviesan es un proceso reparador. “Hay un vacío de representación de lo LGTBQIA+ en el que hemos puesto nuestro granito de arena. No solo queremos ver nuestras vidas reflejadas: queremos que merezcan ser escritas”, sentencia Cendal. El catálogo se ha convertido en refugio y espejo para muchas lectoras. “A menudo, adolescentes se acercan en ferias y dicen: ‘Quiero todos, pero no tengo dinero’. Nos dan ganas de regalárselos. Porque ojalá hubiéramos tenido nosotras estos libros, que estamos publicando las independientes a los 16 años”, añade Cendal. Más que una editorial activista, prefieren definirse como lo que son: una editorial, y por tanto, una empresa. No sustituyen lo que deberían hacer las instituciones. “Cuando nos hemos equivocado, hemos tenido la suerte de que nos lo han dicho. Una editorial es un proceso de escucha”, afirma Cendal. ¿Han dudado de las palabras elegidas? Beloki responde: “Queremos poner el lenguaje al servicio de que el mundo sea más ancho, y de que haya más capacidad de representación de todo tipo de opciones e identidades. Tenemos muy claro que ese es nuestro camino”. Seguir leyendo
Fundar y sostener una editorial independiente en España es casi una proeza. En un país que publica unos 80.000 títulos al año —más que muchos con mayor índice lector— y donde dos grandes grupos concentran la mayor parte de los recursos, sobrevivir 14 años fuera del circuito comercial es raro. Hacerlo, además, desde una perspectiva transfeminista y con un catálogo comprometido con las disidencias, es aún más excepcional. Continta me tienes, fundada en Carabanchel en 2011 por Sandra Cendal y Marina Beloki, es una rara avis. Desde A veces me pregunto por qué sigo bailando (2012), una exploración íntima desde las artes escénicas, hasta La abundancia del deseo (2025), una conversación entre Erika Lust y Sara Torres, su catálogo ha abierto espacio al pensamiento crítico, el placer y las relaciones no normativas desde una perspectiva LGTBQIA+. Con voz propia y colectiva —muchos de sus libros son conversaciones entre varias autoras—, la editorial amplía los márgenes del debate.
El cuidado como política y como práctica atraviesa el proyecto. También el diseño. En la serie (h)amor, una de las más reconocibles, la tipografía no es mero ornamento, sino discurso. “Los diseños son fruto de muchas conversaciones para desacralizar conceptos. Junto a Marta Azparren, una de las diseñadoras con más tiempo con nosotras, decidimos escribir amor en minúscula y la h entre paréntesis”, explica Cendal. Este gesto visual como cuestionamiento de la hegemonía de lo normativo es una declaración de principios. “El diseño, lejos de despistar, invita a pensar”, resume Beloki. Esa misma filosofía recorre bi(y)bollo, el décimo título de la colección. “Queríamos hermanar lo bi con lo bollo, sin borrar la diferencia”, explican. El volumen reúne a 13 autoras que trazan una genealogía compartida donde infancia, vergüenza, deseo y resistencia son territorios comunes. Lo que comenzó como el cierre simbólico de la colección se ha prolongado: “La conversación sigue viva. Llegaremos hasta donde llegue el interés”, anuncia Cendal. Este otoño, editarán (h)amor co(m)adre, un “fuera de colección” coordinado junto a Silvia Nanclares, escritora y activista en maternidades no hegemónicas. El volumen aborda la crianza como espacio político y creativo.
Frente al vértigo del mercado, Continta reivindica otra temporalidad. Tras varios años publicando entre 10 y 12 títulos anuales, han optado por ralentizar el ritmo. “Queremos decrecer. No porque no podamos crecer más, sino porque no queremos perder de vista lo importante: acompañar a los libros, cuidar a las autoras, estar presentes en librerías y ferias”, explica Cendal. El punto de inflexión económico llegó en 2020, cuando empezaron a trabajar con la distribuidora Machado. “Entrar en su catálogo ha significado poder vivir de esto”, reconocen. Desde entonces, ambas dedican todo su tiempo al proyecto.

Cada libro nace como una conversación. “Cada vez aumenta más la brecha entre los recursos de las grandes y las pequeñas editoriales. Nuestra capacidad es detectar las inquietudes de la comunidad. Pertenecemos a ella y a veces nos podemos anticipar. Ha sido gracias a observar las decisiones de las lectoras, que hemos aprendido a editar”, dice Beloki. No se trata solo de ventas. Publicaciones como Contra el feminismo blanco no han sido superventas, pero han abierto debates imprescindibles. Otros títulos de ecofeminismo como la autobiografía de Vandana Shiba se entienden como “libros del futuro”, adelantados a su tiempo. “(h)amor6 trans, (h)amor8 gordo, o (h)amor9 amigas coincidieron con el estallido de esos temas. Editar no es reflejar el mercado, sino anticiparse, sembrar conversación”, opina Cendal.
Esa misma lógica reflexiva se traslada a su vínculo personal. Sandra y Marina, expareja, comparten algo distinto a la amistad. “Hay un nivel de intimidad diferente. Conoces las vulnerabilidades y las habilidades de la otra de una manera que va más allá de la amistad. Nos discutimos mucho, nos cuestionamos. Pero si una logra convencer a la otra, es que ese proyecto merece la pena”, afirma Beloki. Entre diferencias y seducción, han forjado un modo de trabajo horizontal, sin jerarquías. Cada una se encarga de un libro de principio a fin. Aunque todos los proyectos pasan por ambas —lectura, sinopsis, portada—, la responsabilidad editorial se reparte. “Montamos esto sin saber del todo cómo se hacía. Yo venía del mundo comercial; Sandra, de una librería. Nos fuimos repartiendo funciones y aprendimos a confiar”, explica Beloki.
Publicar textos que las atraviesan es un proceso reparador. “Hay un vacío de representación de lo LGTBQIA+ en el que hemos puesto nuestro granito de arena. No solo queremos ver nuestras vidas reflejadas: queremos que merezcan ser escritas”, sentencia Cendal. El catálogo se ha convertido en refugio y espejo para muchas lectoras. “A menudo, adolescentes se acercan en ferias y dicen: ‘Quiero todos, pero no tengo dinero’. Nos dan ganas de regalárselos. Porque ojalá hubiéramos tenido nosotras estos libros, que estamos publicando las independientes a los 16 años”, añade Cendal. Más que una editorial activista, prefieren definirse como lo que son: una editorial, y por tanto, una empresa. No sustituyen lo que deberían hacer las instituciones. “Cuando nos hemos equivocado, hemos tenido la suerte de que nos lo han dicho. Una editorial es un proceso de escucha”, afirma Cendal. ¿Han dudado de las palabras elegidas? Beloki responde: “Queremos poner el lenguaje al servicio de que el mundo sea más ancho, y de que haya más capacidad de representación de todo tipo de opciones e identidades. Tenemos muy claro que ese es nuestro camino”.
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