<p>Cuando Sonic Youth empezó a tocar en garitos de Nueva York a principios de los 80, las primeras críticas no fueron muy halagüeñas: aquellos chicos liderados por <strong>Thurston Moore</strong> (y aquella chica de aires <i>punk</i>, <strong>Kim Gordon</strong>) solo hacían ruido. Era la época del<i> noise rock, </i>del <i>no wave, </i>un poco al estilo de lo que propugnaban los Sex Pistols en Reino Unido: «No nos va la música, preferimos el caos». Pero Sonic Youth evolucionó hacia <strong>un caos sofisticado y vanguardista, alérgico para las masas,</strong> que influyó a bandas como <strong>Nirvana, My Bloody Valentine o Pavement</strong>. «O se nos adoraba de forma fetichista o caíamos mal. La indiferencia, veneno para cualquier artista, nunca había sido una amenaza», admite Thurston Moore, que acaba de publicar unas monumentales memorias de casi 600 páginas, <i>Sonic Life</i> (Editorial Contra). En ellas cuenta la génesis del grupo, las giras por todo el mundo (de la Unión Soviética a China), los conciertos de<strong> Kurt Cobain</strong> en los que todo el escenario quedaba destrozado, su boda con Kim (en vez de una alianza él se tatuó una cruz con las palabras Sonic Life)… Pero la historia termina de forma abrupta en 2011, cuando el grupo, ya convertido en una banda de culto, se disuelve tras la separación de Kim y Thurston (él se enamoró de otra).</p>
El colíder de Sonic Youth, hoy un grupo de culto, publica unas monumentales memorias sobre la génesis de la banda en la Nueva York de los 80 y el espíritu contestario del ‘punk’
Cuando Sonic Youth empezó a tocar en garitos de Nueva York a principios de los 80, las primeras críticas no fueron muy halagüeñas: aquellos chicos liderados por Thurston Moore (y aquella chica de aires punk, Kim Gordon) solo hacían ruido. Era la época del noise rock, del no wave, un poco al estilo de lo que propugnaban los Sex Pistols en Reino Unido: «No nos va la música, preferimos el caos». Pero Sonic Youth evolucionó hacia un caos sofisticado y vanguardista, alérgico para las masas, que influyó a bandas como Nirvana, My Bloody Valentine o Pavement. «O se nos adoraba de forma fetichista o caíamos mal. La indiferencia, veneno para cualquier artista, nunca había sido una amenaza», admite Thurston Moore, que acaba de publicar unas monumentales memorias de casi 600 páginas, Sonic Life (Editorial Contra). En ellas cuenta la génesis del grupo, las giras por todo el mundo (de la Unión Soviética a China), los conciertos de Kurt Cobain en los que todo el escenario quedaba destrozado, su boda con Kim (en vez de una alianza él se tatuó una cruz con las palabras Sonic Life)… Pero la historia termina de forma abrupta en 2011, cuando el grupo, ya convertido en una banda de culto, se disuelve tras la separación de Kim y Thurston (él se enamoró de otra).
- Sus memorias no son las típicas de un músico. Su editor se quejó de que había escrito dos Ulises de James Joyce…
- Al principio tenía más de 800 páginas. Tuve que sacar tantas cosas… Este libro es muy ligero en comparación con la anterior versión, ¡había toneladas de información!
- Las primeras 200 páginas parecen una novela iniciática sobre un chico de Connecticut que llega a Nueva York. Hasta la 209 no aparece Sonic Youth. ¿El grupo está indisolublemente ligado a esa atmósfera punk de la NY de los 70?
- Define gran parte de la estética de Sonic Youth, completamente. En la época, NY no solo era un patio de juegos para gente que no necesitaba mucho dinero para hacer arte y música, también era un teatro. ¡Había tantos personajes interesantes en las calles! Era como una película de Fellini o algo por el estilo. Me gustaba la naturaleza subversiva del arte y la música, nos interesaban mucho las ideas experimentales.
- Las primeras 200 páginas parecen una novela iniciática sobre un chico de Connecticut que llega a Nueva York (NY). Hasta la 209 no aparece Sonic Youth. ¿El grupo está indisolublemente ligado a esa atmósfera punk de la NY de los 70?
- Define gran parte de la estética de Sonic Youth, completamente. En la época, NYno solo era un patio de juegos para gente que no necesitaba mucho dinero para hacer arte y música, también era un teatro. ¡Había tantos personajes interesantes en las calles! Era como una película de Fellini o algo por el estilo. Me gustaba la naturaleza subversiva del arte y la música, nos interesaban mucho las ideas experimentales.
- Esas ideas experimentales estuvieron en la génesis de Sonic Youth, cercana al art rock, el noise y el punk. ¿Cree que su propuesta se entendía en los primeros años? Tuvieron críticas tan demoledoras como esta: : «No hay forma humana de recomendar esta banda, o incluso tolerar estar en la misma sala con ellos… Sonic Youth es/son la música que hace el torno de un dentista».
- (ríe) Sí, e incluimos la expresión de «música del torno de un dentista» en nuestro dosier de prensa. Nuestra propuesta fue entendida por nuestra comunidad, que era muy pequeña, por debajo de la calle 14, el distrito donde existíamos. Al principio, solo queríamos gustar a esa comunidad. Pensábamos que ese era nuestro universo, nuestro mundo. Luego obviamente eso cambiaría. Cogimos una camioneta sin ventanas y empezamos a hacer giras por el país. Luego a coger aviones para ir a la Unión Soviética, a Japón… Escucho a jóvenes chinos que estuvieron en esos conciertos que hicimos en Shanghái y me dijeron ‘¿te das cuenta de que después del concierto de Sonic Youth comenzaron a salir todas estas bandas por toda China?’
- Hay muchos momentos épicos en su libro: el concierto con Patti Smith en Central Park, tocar con Paul McCartney, su gira a dúo con Yoko Ono… Sobre su gira con Neil Young en 1991, mientras Bush lanzaba la Operación Tormenta del Desierto en Oriente Medio, cuenta que cada noche Young tocaba el himno nacional al estilo de Jimi Hendrix (que hizo una dura versión rock como protesta por Vietnam) y Sonic Youth ponía War Pigs (Cerdos de la guerra) de Black Sabbath en medio del set.
- No lo tocamos, poníamos la cinta de Black Sabbath a todo volumen a través de un amplificador (ríe).
- Era un gesto muy político… Con todos los conflictos actuales, no solo en Oriente Medio, ¿cómo ve el activismo y compromiso político de los músicos?
- Tienes grupos como Kneecap o Bob Vylan que hablan sobre los crímenes y los genocidios que están ocurriendo a una escala internacional y tienen mucho impacto.
- Son grupos punk y de hip hop…
- Sí, creo que muy pocas personas en los escenarios del entretenimiento se atreven a denunciar lo mismo en el ámbito público. Hay mucho miedo a las represalias por parte de estos supuestos gobiernos democráticos. Por ejemplo, EEUU no permite que ciertas personas entren al país debido a lo que ven en sus redes sociales o revoca las visas de artistas que dicen algo en el escenario en protesta contra este tipo de régimen de asesinatos. Y creo que va a ir a más. Hay festivales que han llegado a expulsar a grupos por sus posicionamientos. Pienso en Lana del Rey, McKay, Foo Fighters… ellos se han posicionado en sus shows. Pero también me gustaría escuchar la voz de alguien como Nick Cave o Dave Grohl.
- ¿Echa de menos el espíritu punk? Lo define como «un espacio acogedor donde proclamar tu identidad sexual o política, tu amor, tu odio o tu indiferencia, sin el juicio ni el permiso de nadie».
- Hasta la fecha, pienso que el punk ha sido el foro más abierto, significativo e importante para la voz de todos, especialmente de la cultura juvenil. Aunque hubo algunos aspectos oscuros como la cultura skinhead. El punk permitía que todas las voces coexistieran. Esencialmente, era muy antifascista y antinazi. Aunque hubo algunos momentos de confusión para mí el punk rock siempre fue una voz del socialismo, con principios de anarquismo. Cuando los Sex Pistols cantan Anarchy in the UK hacen del anarquismo una especie de actitud sexy. Eso fue muy astuto. Pero llevar esa idea a la música pop fue realmente radical. Las nuevas generaciones abrazan el punk rock como un lugar donde realmente pueden expresar intelecto e inteligencia, lo cual siempre se demoniza de alguna manera. Cuando veo a ciertas bandas de ahora en un festival y sobre el escenario denuncian al propio festival y a todas estas corporaciones me parece un espíritu muy punk.
- De la primera década del 2000 escribe que «La música dominante de la cultura juvenil se había desplazado hacia el pop erotizado de Disney». ¿Cómo le suena el mainstream de hoy?
- Algunas son un placer culpable. Es como si tuviera todo el derecho del mundo a existir para aliviar los horrores de la vida diaria. Voy a ir a ver a Lana del Rey más tarde.
- Lana del Rey es un mainstream muy selecto… Si ahora le pongo una radio española comercial probablemente suene reggeaton.
- Cuando escucho música mainstream en la radio me parece muy asertiva, como si estuviera creada para apaciguar las emociones de las personas. Es como un bálsamo, supongo. Al ver los Grammy me parecen un desfile de moda, la gente caminando por la pasarela con lencería. Es algo para mirar, aunque los artistas pueden ser geniales. Ni siquiera puedo imaginar trabajar en ese nivel de alguien tan brillante como Lady Gaga o Beyoncé. Lo mío es improvisar música y ruido libre en el sótano.
- Como hacía en sus inicios… Sorprende que al final del libro no hable de la disolución de Sonic Youth.
- No tenía suficientes páginas. Y no quería explicarlo en dos páginas o un capítulo, podría ser un libro entero. Tampoco quería monetizar muchos de los problemas emocionales de mi vida. Quería que el libro fuera sobre la alegría.
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