Skip to content
  domingo 22 junio 2025
Novedad
junio 22, 2025A ningún lado junio 22, 2025En un vivero, como en las librerías, se entremezclan historias y emociones junio 22, 2025Inma Benedito: “La peña hetero no tiene la menor idea de cómo follamos las lesbianas” junio 22, 2025No vamos a ser más papistas que el Papa junio 22, 2025La vida de triunfador y la solitaria muerte a los 53 años de Carlos Marín, el español de Il Divo junio 22, 2025Un rastro de luz o de destrozos junio 22, 2025Libros para comprender el proceso de fermentación del pan: lo que tu ‘router’ puede hacer por tu masa madre y otros trucos junio 21, 2025José Sacristán, lucidez crítica en la tarima de la izquierda junio 21, 2025La negra ardilla junio 21, 202550 años de ‘Tiburón’, la película que revolucionó el cine de terror (y traumatizó a varias generaciones)
  • Entradas
  • Sobre Nosotros
  • Contacto
EscritoresdeÉlite | Todo lo que pase en la Élite lo contamos.
  • Arte
  • Cine
  • Televisión
  • Cultura
  • Libros
  • Teatro
  • Historia
  • Contacto
EscritoresdeÉlite | Todo lo que pase en la Élite lo contamos.
EscritoresdeÉlite | Todo lo que pase en la Élite lo contamos.
  • Arte
  • Cine
  • Televisión
  • Cultura
  • Libros
  • Teatro
  • Historia
  • Contacto
  • Entradas
  • Sobre Nosotros
  • Contacto
EscritoresdeÉlite | Todo lo que pase en la Élite lo contamos.
  Libros  ‘Los cuchillos largos’ de Irvine Welsh: una novela policial que es un disparo fallido
Libros

‘Los cuchillos largos’ de Irvine Welsh: una novela policial que es un disparo fallido

junio 10, 2025
FacebookX TwitterPinterestLinkedInTumblrRedditVKWhatsAppEmail

En el año 1998, Irvine Welsh (Leith, Edimburgo, 66 años) puso un aparatoso, adictivo y corrosivo pie en el policial. Pero no lo hizo con la intención de continuar en él. Es decir, no había en el despreciable y sin embargo poderosa y desafortunadamente humano sargento que creó, el corrupto y maldito Bruce Robertson de Escoria —­el tipo que hablaba con su solitaria, y que era lo contrario a un buen hombre, y a la vez algo peor, mucho peor, que uno malo, muy malo—, visos de otra cosa que la casualidad de que fuese poli. Era un personaje del por entonces desatado Welsh —había publicado Trainspotting en 1993, y se había convertido en una estrella del realismo mugriento, yonqui, desesperado— y sólo eso. Una ópera en sí mismo. Pura devastación existencial, epatante y bruta, incómoda tragedia en un único e imparable acto. Cuando una década más tarde Welsh puso a los mandos de Crimen a Ray Lennox, no se pensó que se tratase de una secuela.

Pero ¿no lo era? Ray había sobrevivido a Robertson —era su compañero de patrulla y aún tiene pesadillas recordando lo que hizo— y había ascendido a inspector, y tenía un auténtico caso entre manos —había atrapado al asesino de una niña de siete años, alguien al que habían apodado Mr. Confectioner—, pero la forma en que la historia da comienzo —con él en un avión, camino de Miami y unas lujuriosas vacaciones con su prometida, la despampanante Trudi— no indica que se trate de un noir al uso. Parece sin más otra entrega del universo obsesivamente interconectado del propio Welsh —que entrega novelas a personajes secundarios de otras desde el principio—, centrada por completo en ese mundo aparte que había sido desde el principio Ray Lennox, un poli alcoholizado y cocainómano en rehabilitación, a unos cuantos pasos de gigante de su autodestructivo compañero, aquella escoria llamada Bruce Robertson.

Lo que tenemos ahora entre manos, este Los cuchillos largos, es muy distinto. Podría decirse que es la primera entrega de la serie Lennox consciente, y la segunda inconsciente —o la tercera, si se considera la novela de Robertson algún tipo de momento fundacional; al fin y al cabo es allí donde se presenta a Lennox—, porque aquí lo que importa, por una vez, no es el personaje sino la trama. Es decir, el personaje pasa a ser el decorado, como ocurre a menudo en los policiales menos vistosos. Lo que no deja de ser una traición al espíritu Welsh —el tipo que crea personajes a partir de canciones, el tipo que es pura sinestesia experimental en lo que a crear almas se refiere—, para quien el personaje era el centro del que todo partía. Y sí, es por eso que este Welsh es un Welsh descafeinado, por momentos irreconocible, pretendidamente domesticado, pues todo aquello que hacía de sus personajes algo único (puro despojo humano) ha desaparecido.

Se nota que Welsh está tratando de reconciliarse con lo políticamente correcto, un wokismo probablemente forzado por la adaptación televisiva de Crimen, que él mismo escribió, y que está en el punto de partida de este peculiar salto al noir de serie. Pero también se nota que lo está haciendo porque debe hacerlo, y que no hay una auténtica reconstrucción de un pensamiento que sigue siendo el mismo pero maquillado, es decir, la xenofobia y el abominable machismo de sus personajes sigue latiendo bajo la superficie. Porque el mundo puede haber cambiado, pero ninguno de estos hombres lo ha hecho aún, aunque el narrador pretenda lo contrario y trate de insertar pequeños discursos aquí y allá, o, lo que es peor, guiños al lector entendido.

En medio de tan desconcertante asunto, brilla el único personaje que parece vivir al margen de todo eso, el otro poli al cargo, Mark Hollis, auténtico motor de este disparo fallido, y, en muchos sentidos, inexplicable.

Seguir leyendo

 En el año 1998, Irvine Welsh (Leith, Edimburgo, 66 años) puso un aparatoso, adictivo y corrosivo pie en el policial. Pero no lo hizo con la intención de continuar en él. Es decir, no había en el despreciable y sin embargo poderosa y desafortunadamente humano sargento que creó, el corrupto y maldito Bruce Robertson de Escoria —­el tipo que hablaba con su solitaria, y que era lo contrario a un buen hombre, y a la vez algo peor, mucho peor, que uno malo, muy malo—, visos de otra cosa que la casualidad de que fuese poli. Era un personaje del por entonces desatado Welsh —había publicado Trainspotting en 1993, y se había convertido en una estrella del realismo mugriento, yonqui, desesperado— y sólo eso. Una ópera en sí mismo. Pura devastación existencial, epatante y bruta, incómoda tragedia en un único e imparable acto. Cuando una década más tarde Welsh puso a los mandos de Crimen a Ray Lennox, no se pensó que se tratase de una secuela.Pero ¿no lo era? Ray había sobrevivido a Robertson —era su compañero de patrulla y aún tiene pesadillas recordando lo que hizo— y había ascendido a inspector, y tenía un auténtico caso entre manos —había atrapado al asesino de una niña de siete años, alguien al que habían apodado Mr. Confectioner—, pero la forma en que la historia da comienzo —con él en un avión, camino de Miami y unas lujuriosas vacaciones con su prometida, la despampanante Trudi— no indica que se trate de un noir al uso. Parece sin más otra entrega del universo obsesivamente interconectado del propio Welsh —que entrega novelas a personajes secundarios de otras desde el principio—, centrada por completo en ese mundo aparte que había sido desde el principio Ray Lennox, un poli alcoholizado y cocainómano en rehabilitación, a unos cuantos pasos de gigante de su autodestructivo compañero, aquella escoria llamada Bruce Robertson.Lo que tenemos ahora entre manos, este Los cuchillos largos, es muy distinto. Podría decirse que es la primera entrega de la serie Lennox consciente, y la segunda inconsciente —o la tercera, si se considera la novela de Robertson algún tipo de momento fundacional; al fin y al cabo es allí donde se presenta a Lennox—, porque aquí lo que importa, por una vez, no es el personaje sino la trama. Es decir, el personaje pasa a ser el decorado, como ocurre a menudo en los policiales menos vistosos. Lo que no deja de ser una traición al espíritu Welsh —el tipo que crea personajes a partir de canciones, el tipo que es pura sinestesia experimental en lo que a crear almas se refiere—, para quien el personaje era el centro del que todo partía. Y sí, es por eso que este Welsh es un Welsh descafeinado, por momentos irreconocible, pretendidamente domesticado, pues todo aquello que hacía de sus personajes algo único (puro despojo humano) ha desaparecido.Se nota que Welsh está tratando de reconciliarse con lo políticamente correcto, un wokismo probablemente forzado por la adaptación televisiva de Crimen, que él mismo escribió, y que está en el punto de partida de este peculiar salto al noir de serie. Pero también se nota que lo está haciendo porque debe hacerlo, y que no hay una auténtica reconstrucción de un pensamiento que sigue siendo el mismo pero maquillado, es decir, la xenofobia y el abominable machismo de sus personajes sigue latiendo bajo la superficie. Porque el mundo puede haber cambiado, pero ninguno de estos hombres lo ha hecho aún, aunque el narrador pretenda lo contrario y trate de insertar pequeños discursos aquí y allá, o, lo que es peor, guiños al lector entendido. En medio de tan desconcertante asunto, brilla el único personaje que parece vivir al margen de todo eso, el otro poli al cargo, Mark Hollis, auténtico motor de este disparo fallido, y, en muchos sentidos, inexplicable. Seguir leyendo  

Crítica literara
Crítica

Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El autor de ‘Trainspotting’ busca en su nueva obra la corrección política y explora un ‘wokismo’ forzado, pero la xenofobia y el machismo de sus personajes late bajo la superficie

El escritor Irvine Welsh en marzo de 2022.
El escritor Irvine Welsh en marzo de 2022. jeremy sutton-hibbert (Alamy / C
Laura Fernández

En el año 1998, Irvine Welsh (Leith, Edimburgo, 66 años) puso un aparatoso, adictivo y corrosivo pie en el policial. Pero no lo hizo con la intención de continuar en él. Es decir, no había en el despreciable y sin embargo poderosa y desafortunadamente humano sargento que creó, el corrupto y maldito Bruce Robertson de Escoria —­el tipo que hablaba con su solitaria, y que era lo contrario a un buen hombre, y a la vez algo peor, mucho peor, que uno malo, muy malo—, visos de otra cosa que la casualidad de que fuese poli. Era un personaje del por entonces desatado Welsh —había publicado Trainspotting en 1993, y se había convertido en una estrella del realismo mugriento, yonqui, desesperado— y sólo eso. Una ópera en sí mismo. Pura devastación existencial, epatante y bruta, incómoda tragedia en un único e imparable acto. Cuando una década más tarde Welsh puso a los mandos de Crimen a Ray Lennox, no se pensó que se tratase de una secuela.

Pero ¿no lo era? Ray había sobrevivido a Robertson —era su compañero de patrulla y aún tiene pesadillas recordando lo que hizo— y había ascendido a inspector, y tenía un auténtico caso entre manos —había atrapado al asesino de una niña de siete años, alguien al que habían apodado Mr. Confectioner—, pero la forma en que la historia da comienzo —con él en un avión, camino de Miami y unas lujuriosas vacaciones con su prometida, la despampanante Trudi— no indica que se trate de un noir al uso. Parece sin más otra entrega del universo obsesivamente interconectado del propio Welsh —que entrega novelas a personajes secundarios de otras desde el principio—, centrada por completo en ese mundo aparte que había sido desde el principio Ray Lennox, un poli alcoholizado y cocainómano en rehabilitación, a unos cuantos pasos de gigante de su autodestructivo compañero, aquella escoria llamada Bruce Robertson.

Lo que tenemos ahora entre manos, este Los cuchillos largos, es muy distinto. Podría decirse que es la primera entrega de la serie Lennox consciente, y la segunda inconsciente —o la tercera, si se considera la novela de Robertson algún tipo de momento fundacional; al fin y al cabo es allí donde se presenta a Lennox—, porque aquí lo que importa, por una vez, no es el personaje sino la trama. Es decir, el personaje pasa a ser el decorado, como ocurre a menudo en los policiales menos vistosos. Lo que no deja de ser una traición al espíritu Welsh —el tipo que crea personajes a partir de canciones, el tipo que es pura sinestesia experimental en lo que a crear almas se refiere—, para quien el personaje era el centro del que todo partía. Y sí, es por eso que este Welsh es un Welsh descafeinado, por momentos irreconocible, pretendidamente domesticado, pues todo aquello que hacía de sus personajes algo único (puro despojo humano) ha desaparecido.

Se nota que Welsh está tratando de reconciliarse con lo políticamente correcto, un wokismo probablemente forzado por la adaptación televisiva de Crimen, que él mismo escribió, y que está en el punto de partida de este peculiar salto al noir de serie. Pero también se nota que lo está haciendo porque debe hacerlo, y que no hay una auténtica reconstrucción de un pensamiento que sigue siendo el mismo pero maquillado, es decir, la xenofobia y el abominable machismo de sus personajes sigue latiendo bajo la superficie. Porque el mundo puede haber cambiado, pero ninguno de estos hombres lo ha hecho aún, aunque el narrador pretenda lo contrario y trate de insertar pequeños discursos aquí y allá, o, lo que es peor, guiños al lector entendido.

En medio de tan desconcertante asunto, brilla el único personaje que parece vivir al margen de todo eso, el otro poli al cargo, Mark Hollis, auténtico motor de este disparo fallido, y, en muchos sentidos, inexplicable.

Más Noticias

El sector editorial español recupera niveles de facturación previos a la crisis de 2008

junio 11, 2025

Bach tenía un plan, el regreso del ‘buscavidas’ a la mesa de billar, el machismo latente en Irvine Welsh y otros libros de la semana

junio 14, 2025

‘Inés’: realismo mágico frente al miedo trágico de Elena Garro

junio 10, 2025

La crisis de los 40 se escribe en femenino

junio 14, 2025

Irvine Welsh 
Traducción de Francisco González,
Arturo Peral y Laura Salas
Anagrama, 2025
416 páginas. 24,90 euros

Búscalo en tu librería

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Añadir usuarioContinuar leyendo aquí

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Laura Fernández

Laura Fernández es escritora. Su última novela, ‘La señora Potter no es exactamente Santa Claus’ (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

Normas ›

Mis comentariosNormas

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Please enable JavaScript to view the <a href=»https://disqus.com/?ref_noscript» rel=»nofollow»> comments powered by Disqus.</a>

Más información

Retrato promocional del autor Ronan Hession.
Billy Crudup en la película 'Walking the Dead' (2000, en España titulada 'Resucitar un amor'), dirigida por Keith Gordon y basada en el libro de Scott Spencer 'Despertar a los muertos'.

Archivado En

  • Cultura
  • Libros
  • Novela
  • Irvine Welsh
  • Crítica literaria

Si está interesado en licenciar este contenido, pinche aquí

_

Últimas noticias

05:20
05:20
05:15
05:15

Lo más visto

 EL PAÍS

FacebookX TwitterPinterestLinkedInTumblrRedditVKWhatsAppEmail
De túneles y flotillas
‘Autos, mota y rocanrol’: el mítico y escandaloso Festival de Avándaro revive como comedia y falso documental
Leer también
Libros

A ningún lado

junio 22, 2025
Libros

En un vivero, como en las librerías, se entremezclan historias y emociones

junio 22, 2025
Libros

Inma Benedito: “La peña hetero no tiene la menor idea de cómo follamos las lesbianas”

junio 22, 2025
Cine

No vamos a ser más papistas que el Papa

junio 22, 2025
Libros

La vida de triunfador y la solitaria muerte a los 53 años de Carlos Marín, el español de Il Divo

junio 22, 2025
Libros

Un rastro de luz o de destrozos

junio 22, 2025
Cargar más

‘El buscavidas’, de Walter Tevis: una gran novela rabiosa de la década de los 50

junio 12, 2025

La cultura llega también a la plaza del pueblo en verano

junio 20, 2025

“Subiendo de peso estoy más contenta”: Clara Galle reivindica otro tipo de cuerpos femeninos en ‘La revuelta’ tras su papel en ‘Olympo’ de Netflix

junio 10, 2025

‘Étoile’: la serie de la creadora de ‘Las chicas Gilmore’ que prueba cómo está cambiando la televisión

junio 21, 2025

El sector editorial español recupera niveles de facturación previos a la crisis de 2008

junio 11, 2025

Los trucos del ganador del bote de ‘Cifras y letras’: “Ayuda conocer los tiempos verbales y aprenderse las tablas del 25, 50 y 75”

junio 17, 2025

Mariana Capurro, psicóloga: “La crianza respetuosa no requiere perfección, sino compromiso y coherencia”

junio 13, 2025

El barco se tambalea, pero las ratas sobrevivirán

junio 14, 2025
Luis López Sanz sorprende con una novela intimista que ahonda en los límites emocionales

Luis López Sanz sorprende con una novela intimista que ahonda en los límites emocionales

junio 16, 2025

Mario Fernando Zamora: una historia de sueños cumplidos y lucha interior

junio 17, 2025

    © 2024. EscritoredeÉlite. Todos los derechos reservados.
    • Aviso Legal
    • Política de Cookies
    • Política de Privacidad