Pintor, fotógrafo, escritor y traductor, autor de una obra relativamente breve —tres novelas, tres libros de cuentos, una colección miscelánea— vertida a una veintena de lenguas, Jesús Moncada (Mequinenza, 1941-Barcelona, 2005) es uno de los grandes narradores en catalán de las últimas décadas. Con motivo del 20º aniversario de su muerte, Anagrama vuelve a publicar sus novelas Camino de sirga (1988) y Memoria estremecida (1997). También Club Editor ha recuperado el grueso de su narrativa en catalán, incluyendo estos dos títulos. Como la mayor parte de la obra de Moncada, transcurren en la vieja Mequinenza, una localidad de la Franja de Aragón situada en la confluencia del Ebro y el Segre que desapareció en los años setenta bajo las aguas de dos embalses. El autor explicaba: “La vida entera estaba ligada al río […]. Casi podía decirse que el pueblo vivía en el Ebro”.
Moncada estudió en Zaragoza, en el colegio que llevaba la familia Labordeta, donde fue alumno del poeta Rosendo Tello y donde Miguel Labordeta le dio un premio por una leyenda mequinenzana. Estudió Magisterio, regresó a su pueblo; allí el escritor Edmon Vallés le recomendó que se fuera a Barcelona. Trabajó en la editorial Montaner y Simón, donde conoció al gran cuentista Pere Calders, que confió en sus posibilidades literarias. En 1981 publicó Històries de la mà esquerra (editado en La Magrana como toda su obra en catalán y disponible en castellano, como todos sus admirables libros de cuentos, en Xordica). Esa obra, con el posterior El Café de la Granota, iniciaba la creación de un espacio mítico y humorístico.
Los laúdes de la villa portuaria de interior de Mequinenza decendían por el Ebro cargados de lignito y volvían aguas arriba provistos de mercancías, comerciantes y vedettes
Camino de Sirga (1988), la impresionante novela que le consagró, añadía elaboración formal y ambición narrativa al retrato de esa villa portuaria de interior, con laúdes que descendían por el Ebro cargados de lignito y volvían aguas arriba, arrastrados desde la orilla por peones o animales, provistos de mercancías, comerciantes y vedettes. Es una crónica del siglo: desde el enriquecimiento súbito por la demanda de carbón durante la Primera Guerra Mundial, con la llegada de extranjeros y un escandaloso salón llamado El Edén, pasando por la dictadura de Primo de Rivera, el advenimiento de la República, la Guerra Civil y la posguerra hasta la destrucción anunciada.
Duro y compasivo, lleno de ironía, con una combinación de afán satírico y placer por contar historias, Camino de sirga hereda la idea balzaquiana del fresco social, la aspiración al rigor compositivo y la precisión lingüística de Flaubert, los saltos temporales y de punto de vista del modernismo anglosajón. Cuando hablaba de los libros que le habría gustado escribir, Moncada citaba El Gatopardo y Bearn.
Uno de los temas principales del libro son los relatos que se cuentan en el pueblo, la transformación de anécdotas en leyendas, las conversaciones en cafés con clientelas diferenciadas por clase e ideología. Tiene una atmósfera poderosa y evocativa, personajes carismáticos como Carlota de Torres, Arquímedes Quintana, el músico, pintor y oveja negra Aleix de Segarra, el navegante Nelson o Madamefransuà, triadas valleinclanescas de adjetivos, una prosa con gran conciencia de estilo y una profusión de humor negro y sexual que sirve para denunciar la hipocresía. La pintura es importante en Moncada; hay un componente casi fantástico (él se desvinculaba del realismo mágico), y a la vez un fuerte elemento material: sobre el cuerpo y el erotismo, pero también sobre la técnica y sus transformaciones, la vinculación del ser humano con el medio, las necesidades energéticas y sus consecuencias en la economía y la estructura social. Habla de un mundo extinto, pero es más contemporáneo que muchos de los que vinieron después.
Humorista profundo y maestro del estilo, retrató una forma de vida que trascendía lo local
Otro de los temas de la obra de Moncada es el trabajo y sobre todo la vocación: “navegantes” que conocen los secretos del río, pintores que hacen cuadros eróticos customizados como retratos de vírgenes, secretarios judiciales barceloneses perplejos como el protagonista de Calaveras atónitas, boticarios de erudición inverosímil o escribanos honestos, como el personaje central de la adictiva Memoria estremecida (1997), que cuenta un episodio de bandolerismo sucedido en 1877 y transformado en leyenda: un recaudador de impuestos y su escolta fueron asaltados y asesinados; se arrestó a cuatro vecinos. A uno lo mataron cuando (dicen) intentaba escapar, los otros fueron condenados a muerte. Moncada cuenta que ha accedido al manuscrito del escribano del juzgado de Caspe, Agustí Montolí, que viajó a Mequinenza e hizo una relación de los hechos. Construye un preciso artefacto narrativo coral, donde cada sección muestra un momento de la historia de Montolí, de personajes afectados, el comentario cascarrabias pero iluminador del amigo que le pasó el informe y una nota de su hija. Relato policial e investigación histórica, fábula sobre la justicia, el poder y la memoria, retrato caleidoscópico de una pequeña localidad, hace pensar en una novela como Intruso en el polvo, de William Faulkner.
Hay cambios en las reediciones —Mequinenza, por ejemplo, se ha transformado en Mequinensa— y descuidos en Camino de sirga. Son defectos menores en la valiosa recuperación de la obra de un escritor extraordinario: un humorista profundo y un maestro del estilo, un retratista de una forma de vida que trascendía lo local y el costumbrismo, un narrador que tomó un lugar desaparecido y creó un mundo inagotable.
Pintor, fotógrafo, escritor y traductor, autor de una obra relativamente breve —tres novelas, tres libros de cuentos, una colección miscelánea— vertida a una veintena de lenguas, Jesús Moncada (Mequinenza, 1941-Barcelona, 2005) es uno de los grandes narradores en catalán de las últimas décadas. Con motivo del 20º aniversario de su muerte, Anagrama vuelve a publicar sus novelas Camino de sirga (1988) y Memoria estremecida (1997). También Club Editor ha recuperado el grueso de su narrativa en catalán, incluyendo estos dos títulos. Como la mayor parte de la obra de Moncada, transcurren en la vieja Mequinenza, una localidad de la Franja de Aragón situada en la confluencia del Ebro y el Segre que desapareció en los años setenta bajo las aguas de dos embalses. El autor explicaba: “La vida entera estaba ligada al río . Casi podía decirse que el pueblo vivía en el Ebro”.Moncada estudió en Zaragoza, en el colegio que llevaba la familia Labordeta, donde fue alumno del poeta Rosendo Tello y donde Miguel Labordeta le dio un premio por una leyenda mequinenzana. Estudió Magisterio, regresó a su pueblo; allí el escritor Edmon Vallés le recomendó que se fuera a Barcelona. Trabajó en la editorial Montaner y Simón, donde conoció al gran cuentista Pere Calders, que confió en sus posibilidades literarias. En 1981 publicó Històries de la mà esquerra (editado en La Magrana como toda su obra en catalán y disponible en castellano, como todos sus admirables libros de cuentos, en Xordica). Esa obra, con el posterior El Café de la Granota, iniciaba la creación de un espacio mítico y humorístico.Los laúdes de la villa portuaria de interior de Mequinenza decendían por el Ebro cargados de lignito y volvían aguas arriba provistos de mercancías, comerciantes y vedettesCamino de Sirga (1988), la impresionante novela que le consagró, añadía elaboración formal y ambición narrativa al retrato de esa villa portuaria de interior, con laúdes que descendían por el Ebro cargados de lignito y volvían aguas arriba, arrastrados desde la orilla por peones o animales, provistos de mercancías, comerciantes y vedettes. Es una crónica del siglo: desde el enriquecimiento súbito por la demanda de carbón durante la Primera Guerra Mundial, con la llegada de extranjeros y un escandaloso salón llamado El Edén, pasando por la dictadura de Primo de Rivera, el advenimiento de la República, la Guerra Civil y la posguerra hasta la destrucción anunciada. Duro y compasivo, lleno de ironía, con una combinación de afán satírico y placer por contar historias, Camino de sirga hereda la idea balzaquiana del fresco social, la aspiración al rigor compositivo y la precisión lingüística de Flaubert, los saltos temporales y de punto de vista del modernismo anglosajón. Cuando hablaba de los libros que le habría gustado escribir, Moncada citaba El Gatopardo y Bearn.Uno de los temas principales del libro son los relatos que se cuentan en el pueblo, la transformación de anécdotas en leyendas, las conversaciones en cafés con clientelas diferenciadas por clase e ideología. Tiene una atmósfera poderosa y evocativa, personajes carismáticos como Carlota de Torres, Arquímedes Quintana, el músico, pintor y oveja negra Aleix de Segarra, el navegante Nelson o Madamefransuà, triadas valleinclanescas de adjetivos, una prosa con gran conciencia de estilo y una profusión de humor negro y sexual que sirve para denunciar la hipocresía. La pintura es importante en Moncada; hay un componente casi fantástico (él se desvinculaba del realismo mágico), y a la vez un fuerte elemento material: sobre el cuerpo y el erotismo, pero también sobre la técnica y sus transformaciones, la vinculación del ser humano con el medio, las necesidades energéticas y sus consecuencias en la economía y la estructura social. Habla de un mundo extinto, pero es más contemporáneo que muchos de los que vinieron después.Humorista profundo y maestro del estilo, retrató una forma de vida que trascendía lo localOtro de los temas de la obra de Moncada es el trabajo y sobre todo la vocación: “navegantes” que conocen los secretos del río, pintores que hacen cuadros eróticos customizados como retratos de vírgenes, secretarios judiciales barceloneses perplejos como el protagonista de Calaveras atónitas, boticarios de erudición inverosímil o escribanos honestos, como el personaje central de la adictiva Memoria estremecida (1997), que cuenta un episodio de bandolerismo sucedido en 1877 y transformado en leyenda: un recaudador de impuestos y su escolta fueron asaltados y asesinados; se arrestó a cuatro vecinos. A uno lo mataron cuando (dicen) intentaba escapar, los otros fueron condenados a muerte. Moncada cuenta que ha accedido al manuscrito del escribano del juzgado de Caspe, Agustí Montolí, que viajó a Mequinenza e hizo una relación de los hechos. Construye un preciso artefacto narrativo coral, donde cada sección muestra un momento de la historia de Montolí, de personajes afectados, el comentario cascarrabias pero iluminador del amigo que le pasó el informe y una nota de su hija. Relato policial e investigación histórica, fábula sobre la justicia, el poder y la memoria, retrato caleidoscópico de una pequeña localidad, hace pensar en una novela como Intruso en el polvo, de William Faulkner.Hay cambios en las reediciones —Mequinenza, por ejemplo, se ha transformado en Mequinensa— y descuidos en Camino de sirga. Son defectos menores en la valiosa recuperación de la obra de un escritor extraordinario: un humorista profundo y un maestro del estilo, un retratista de una forma de vida que trascendía lo local y el costumbrismo, un narrador que tomó un lugar desaparecido y creó un mundo inagotable. Seguir leyendo
Pintor, fotógrafo, escritor y traductor, autor de una obra relativamente breve —tres novelas, tres libros de cuentos, una colección miscelánea— vertida a una veintena de lenguas, Jesús Moncada (Mequinenza, 1941-Barcelona, 2005) es uno de los grandes narradores en catalán de las últimas décadas. Con motivo del 20º aniversario de su muerte, Anagrama vuelve a publicar sus novelas Camino de sirga (1988) y Memoria estremecida(1997). También Club Editor ha recuperado el grueso de su narrativa en catalán, incluyendo estos dos títulos. Como la mayor parte de la obra de Moncada, transcurren en la vieja Mequinenza, una localidad de la Franja de Aragón situada en la confluencia del Ebro y el Segre que desapareció en los años setenta bajo las aguas de dos embalses. El autor explicaba: “La vida entera estaba ligada al río […]. Casi podía decirse que el pueblo vivía en el Ebro”.
Moncada estudió en Zaragoza, en el colegio que llevaba la familia Labordeta, donde fue alumno del poeta Rosendo Tello y donde Miguel Labordeta le dio un premio por una leyenda mequinenzana. Estudió Magisterio, regresó a su pueblo; allí el escritor Edmon Vallés le recomendó que se fuera a Barcelona. Trabajó en la editorial Montaner y Simón, donde conoció al gran cuentista Pere Calders, que confió en sus posibilidades literarias. En 1981 publicó Històries de la mà esquerra (editado en La Magrana como toda su obra en catalán y disponible en castellano, como todos sus admirables libros de cuentos, en Xordica). Esa obra, con el posterior El Café de la Granota, iniciaba la creación de un espacio mítico y humorístico.
Los laúdes de la villa portuaria de interior de Mequinenza decendían por el Ebro cargados de lignito y volvían aguas arriba provistos de mercancías, comerciantes y vedettes
Camino de Sirga (1988), la impresionante novela que le consagró, añadía elaboración formal y ambición narrativa al retrato de esa villa portuaria de interior, con laúdes que descendían por el Ebro cargados de lignito y volvían aguas arriba, arrastrados desde la orilla por peones o animales, provistos de mercancías, comerciantes y vedettes. Es una crónica del siglo: desde el enriquecimiento súbito por la demanda de carbón durante la Primera Guerra Mundial, con la llegada de extranjeros y un escandaloso salón llamado El Edén, pasando por la dictadura de Primo de Rivera, el advenimiento de la República, la Guerra Civil y la posguerra hasta la destrucción anunciada.
Duro y compasivo, lleno de ironía, con una combinación de afán satírico y placer por contar historias, Camino de sirga hereda la idea balzaquiana del fresco social, la aspiración al rigor compositivo y la precisión lingüística de Flaubert, los saltos temporales y de punto de vista del modernismo anglosajón. Cuando hablaba de los libros que le habría gustado escribir, Moncada citaba El Gatopardo y Bearn.
Uno de los temas principales del libro son los relatos que se cuentan en el pueblo, la transformación de anécdotas en leyendas, las conversaciones en cafés con clientelas diferenciadas por clase e ideología. Tiene una atmósfera poderosa y evocativa, personajes carismáticos como Carlota de Torres, Arquímedes Quintana, el músico, pintor y oveja negra Aleix de Segarra, el navegante Nelson o Madamefransuà, triadas valleinclanescas de adjetivos, una prosa con gran conciencia de estilo y una profusión de humor negro y sexual que sirve para denunciar la hipocresía. La pintura es importante en Moncada; hay un componente casi fantástico (él se desvinculaba del realismo mágico), y a la vez un fuerte elemento material: sobre el cuerpo y el erotismo, pero también sobre la técnica y sus transformaciones, la vinculación del ser humano con el medio, las necesidades energéticas y sus consecuencias en la economía y la estructura social. Habla de un mundo extinto, pero es más contemporáneo que muchos de los que vinieron después.
Humorista profundo y maestro del estilo, retrató una forma de vida que trascendía lo local
Otro de los temas de la obra de Moncada es el trabajo y sobre todo la vocación: “navegantes” que conocen los secretos del río, pintores que hacen cuadros eróticos customizados como retratos de vírgenes, secretarios judiciales barceloneses perplejos como el protagonista de Calaveras atónitas, boticarios de erudición inverosímil o escribanos honestos, como el personaje central de la adictiva Memoria estremecida (1997), que cuenta un episodio de bandolerismo sucedido en 1877 y transformado en leyenda: un recaudador de impuestos y su escolta fueron asaltados y asesinados; se arrestó a cuatro vecinos. A uno lo mataron cuando (dicen) intentaba escapar, los otros fueron condenados a muerte. Moncada cuenta que ha accedido al manuscrito del escribano del juzgado de Caspe, Agustí Montolí, que viajó a Mequinenza e hizo una relación de los hechos. Construye un preciso artefacto narrativo coral, donde cada sección muestra un momento de la historia de Montolí, de personajes afectados, el comentario cascarrabias pero iluminador del amigo que le pasó el informe y una nota de su hija. Relato policial e investigación histórica, fábula sobre la justicia, el poder y la memoria, retrato caleidoscópico de una pequeña localidad, hace pensar en una novela como Intruso en el polvo, de William Faulkner.
Hay cambios en las reediciones —Mequinenza, por ejemplo, se ha transformado en Mequinensa— y descuidos en Camino de sirga. Son defectos menores en la valiosa recuperación de la obra de un escritor extraordinario: un humorista profundo y un maestro del estilo, un retratista de una forma de vida que trascendía lo local y el costumbrismo, un narrador que tomó un lugar desaparecido y creó un mundo inagotable.

Camí de sirga
Jesús Moncada
Club Editor, 2025
352 páginas. 21 euros

Estremida memòria
Jesús Moncada
Club Editor, 2025
304 páginas. 22,95 euros
EL PAÍS